El país volverá a estar bajo el mandato de un presidente inexperto que tratará de embaucarnos con promesas gastadas. Lo peor de todo es que algunos le crearán y pensarán —¡Oh, incautos! — que el futuro Gobierno, sea el que sea, les ayudará en sus vidas
No avanzamos. Se nos va la vida entre líneas rojas, hojas de ruta, vetos y documentos programáticos. El país está sumido en un paréntesis desde diciembre, lo que a algunas personas importantes les provoca desconcierto y a otros, que somos más modestos, una sensación de alivio. Tener a este gobierno en funciones, sin plena capacidad de mando, fiando el día a día a la profesionalidad de los funcionarios, es una extraña delicia. No hay nada más placentero que ver a un grupo de subsecretarios pilotar la pesada —y carcomida— nave del Estado mientras los ministros que nos han llevado a la ruina sestean junto a compañías agradables.
este hermoso conato de anarquismo inocente pasará. Antes o después llegará la temida noticia de que hay acuerdo de investidura. Es terrible pero así será
Pero todo lo bueno acaba pronto. A este valle de lágrimas hemos venido a sufrir y a pagar impuestos. También este hermoso conato de anarquismo inocente pasará. Antes o después llegará la temida noticia de que hay acuerdo de investidura. Es terrible pero así será. El país volverá a estar bajo el mandato de un presidente inexperto que tratará de embaucarnos con promesas gastadas. Lo peor de todo es que algunos le creerán y pensarán —¡Oh, incautos! — que el futuro Gobierno, sea el que sea, les ayudará en sus vidas. Aún no han aprendido que la salvación, en caso de haberla, depende de uno mismo y de los tuyos; que ningún político va a hacer nada por ti; que tú sólo eres su pretexto ocasional para que el tinglado se mantenga otros cuatro años.
Como en el fondo somos pragmáticos y ya nos hemos hecho a la idea de lo inevitable, algunos creemos que el futuro Gobierno sólo debería cumplir una condición: estar formado por mujeres y hombres guapos. ¡Miren si nos conformamos con poco! Solicitar un Gabinete de caras lindas no es precisamente pedir la Luna; es una pretensión más bien modesta. Podríamos ponernos muy exigentes, como al principio de otras legislaturas, y reclamar que nuestros políticos fuesen honrados, coherentes, eficaces y hasta que supieran improvisar un discurso sin leer el papel escrito por un asesor. Pero no lo haremos porque hemos aprendido de los errores del pasado y conocemos los límites de estos diputados y senadores.
En Madrid y Valencia estamos ayunos de tíos y tías buenas que ejerzan el poder político, y ruego disculpen lo vulgar de mi expresión. En la capital de España nos ha faltado la suerte con el inquilino de La Moncloa. Así no es de extrañar que la mayoría tengamos la libido por los suelos desde 2011. Y no hablemos de Valencia, pues la naturaleza, al repartir el don de la belleza física, pasó de largo cuando vio al presidente y a la vicepresidenta de la Generalitat. Damos por descontado que esa falta de gracia corporal queda compensada —y con creces— con la belleza interior. El problema es que la belleza interior se nos antoja un plato insípido a quienes nos reconocemos frívolos, solo vivimos para el cuerpo y escuchamos a Fangoria.
Más de uno se derretiría si al final los señores Sánchez y Rivera formasen un tándem hasta 2019. Uno presidente y el otro vicepresidente. El sueño lúbrico de algunos hombres y muchas mujeres. Y como compañeros de viaje no podrían faltar, entre otros, la socialista Meritxell Batet; los conservadores Pablo Casado y Andrea Levy; los centristas Toni Cantó y Begoña Villacís e incluso el comunista Garzón. Sería un gobierno muy bello y muy transversal. Faltaría la representación de Podemos pero lo tenemos difícil. No hay demasiado donde elegir. Para salir del paso nos valdría la portavoz municipal de Ahora Madrid, la muy atractiva Rita Maestre, conocida por asaltar capillas en su primera juventud.
Ante la nueva recesión que se nos viene encima conviene dejarse de ideologías caducas, tal como nos advirtió don Gonzalo Fernández de la Mora sin demasiado éxito. En un país en que nadie cree en nada, y mucho menos en los que predican ética y regeneración, lo más sensato es confiar en el estilo y la estética como única manera de gobernar. España necesita un Ejecutivo con buena planta, que se cuide yendo al gym cada semana y nos levante el ánimo cada vez que uno de sus miembros aparezca en la televisión. Esa es la gran coalición que uniría a la gente.
Primer capítulo la próxima semana de la investidura de Pedro Sánchez. ¿Habrá fumata blanca? O ¿Seguiremos sin ver el elefante? Si no sale, supuestamente en septiembre habrá tiempo y sino elecciones el 10 de noviembre. Todo va a depender de si ven o no el elefante, o sea si se entienden o no Pedro Sánchez y Pablo Iglesias u otros socios más o menos incómodos