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VALÈNCIA A TOTA VIROLLA  

Esta casa quiere dejar de ser una ruina: movimientos en el cinturón patrimonial de València

El recorrido por proyectos calientes llamados a hacer renacer alquerías y palacios con una herencia rural y prodigiosa

16/02/2019 - 

VALÈNCIA. En los bordes de València, entre caminos rurales, en esa zona de influencia curvada que conecta como puntos difusos la verdadera ciudad metropolitana, un puñado de casas, entre alquerías y palacios, residencias o templos de la exhibición social, se encaminan hacia una segunda juventud tras períodos de depreciación y abandono.

Tienen una historia tan vertiginosa que se convierten en ventanas para explicar nuestra sociedad en pasado. Pero, en paralelo, ofrecen una versión sobre la València en la que estamos o a la que nos dirigimos. Esto es, una ciudad que -si los PAIs dejan ver el bosque- tiene voluntad de reconectarse con sus alrededores, capacidad de ensancharse más allá de su propio cogollo; necesidad de ser un poco más centrífuga. 

La periferia prodigiosa. El simbolismo de la promesa de recuperación podría hacer creer en una urbe más reconciliada con aquello que nos rodea. Nuevos centros de atención hacia el camí vell de Burjassot, al camino de Benifaraig a Alfara, o el camino hacia el mar por las huertas de Meliana. Tan cerca, tan lejos. Comienza el viaje…

Casa de la Serena, Alfara del Patriarca y Benifaraig

El camino de Moncada. La extensión de bancal en bancal. El enclave paradigmático de la huerta. Un palacio rural entre el XVI y XVIII, justo entre Benifaraig y Alfara del Patriarca. Algo más que un simple flanco palaciego: su carácter de casa señorial, alquería y villa lo convirtió en verdadero epicentro de su zona de influencia. La transgresión de algunos usos emparentados a la norma arquitectónica elevó su importancia. Siguiendo ese destino, los responsable de proyectos urbanos como Caro Hotel o Convent Carmen vieron en la Serena -furgoneta mediante- la continuidad idónea en la misión de emparentar los nuevos usos con las viejas modalidades.

Casa de la Serena. Foto: KIKE TABERNER.

A la espera de que la comisión de patrimonio dé el visto bueno al proyecto (“se ha hecho basado en su criterio”, explican quienes impulsan la iniciativa), el propósito es que la Serena se transforme en una vertical gastronómica, con un restaurante tradicional valenciano y un jardín renacentista en la parte sur, y una horchatería desenfadada en el norte. “Donde el producto vaya al sitio”, razonan Santiago Máñez y Juan Mª Sánchez. “Queremos que la propia casa sea visitable. Con una primera planta para eventos, con una programación cultural en vivo, de reflexión, más pausada. Y en la planta dos un pequeño restaurante, de muy pocas mesas, reproduciendo la forma antigua de cocina que había en l’Horta Nord antes de que existiera la electricidad, queremos mimetizarnos en el esplendor pasado del edificio”. La labor agrícola, coordinada por Héctor Molina, y el centro de investigación gastronómica completan los planes, con pretensiones como cultivar, al otro lado del Camino de Moncada, terrenos de huerta para hacer vino dulce moscatel, con la uva que llenaba esos mismos terrenos hace 500 años. “Si algo nos gustaría es que la casa fuera punto de reunión, tal y como lo era”. 

Alqueria del Moro, Benicalap

El complejo de edificios en torno a la Alquería del Moro, su propia edificación, son la muestra clara de una vida y una composición rural cuyo símbolo de degradación estalló el pasado verano, cuando se desplomó parte del conjunto justo al comenzarse la rehabilitación, tras años de desdén y proyectos guardados en el cajón. La Casa del Señor, de titularidad municipal, afronta desde entonces una nueva vida, la búsqueda de la segunda juventud; otras casas de titularidad privada siguen con el futuro estancado.

César Guardeño, del Círculo por la Defensa del Patrimonio, admiraba los parteluces como de un palacio gótico que había en la ventana recayente a la calle. Ya no están, los robaron, pero queda el resto: el mensaje de conexión con la huerta que puede mandar la ciudad desde Benicalap, la bisagra entre territorios. “Es el conjunto rural más relevante de la ciudad”, cuenta Guardeño sobre este BIC, en cuyas entrañas está está la llave: la herencia del medio rural, la huerta como palanca. Su degradación no fue otra cosa que la representación de un olvido histórico: dejar de recordar quiénes fuimos.

Los planes para la Alquería del Moro, encarrilando su nueva realidad, pasan por convertirla en centro de interpretación de la huerta. Como desencriptar su entorno a partir del núcleo. El propio Guardeño insiste en la conveniencia de relacionar el edificio con Benicalap, “preguntarle al barrio qué necesidades dotacionales tiene y poder mantener su uso diario”. 

La vieja alquería está un poco más cerca de renacer. 

Palauet de Nolla, Meliana

Cuando los arquitectos Xavier Laumain y Ángela López llegaron al Palauet de Nolla apenas podían imaginar que terminarían convirtiéndose en los grandes expertos tanto de Nolla y su imponente legado para el mosaico como del propio edificio. “Fue en el 2010 -razonan-, nos impactó que estuviera a punto de la ruina. Había una contradicción entre ese estado tan ruinoso y el esplendor que transmitía a través de toda la ornamentación, los bajos techos, los suelos… se notaba que detrás del deterioro había un poso glorioso”.

Palauet de Nolla. Foto: KIKE TABERNER.

Y ese pasado había que descubrirlo. Fue el primer reto junto al ayuntamiento de Meliana. El resultado, el premio Hispania Norta al estudio para la restauración del Palauet: “El Palauet Nolla dejó (...) de ser un sencillo edificio histórico de la huerta valenciana, para recobrar el lugar privilegiado que había tenido en el pasado, cuando pasaron por sus salones los Reyes de España, los Romanov, los Hohenzollern, Blasco Ibáñez o el General Prim, todos interesados en la fabricación de la que constituye una de las cerámicas de mayor calidad jamás producidas: el mosaico Nolla”, explicaban en el galardón.

Pero se fue al traste y el edificio, a punto del colapso. “La conclusión -intervienen López y Laumain- es que había que restaurarlo sí o sí. Se han ido haciendo obras poco a poco. Se han intervenido en elementos sensibles para salvar el edificio, consolidarlo. Una tarea contrarreloj. Acaba de salir de la UCI. En 2019 se va a poder ir un poco más allá, con la fachada, forjados, carpintería, restaurar en elementos decorativos… Por primera vez después de muchos años comienza la futura nueva vida de Nolla”. 

Y ese futuro pasa por abrir el palacio al público, con una visión mixta que garantice su autofinanciación.

El Palau de Nolla, Casa de la Serena o la Alquería del Moro son pequeñas esperanzas frente a la desmemoria, el desdén y el autodesprecio. Ojalá sean. 

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