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análisis

¿Está Europa en crisis?

El socio director de la firma valenciana AVD Consultores analiza los últimos acontecimientos sociopolíticos que se están sucediendo en los últimos tiempos en el Viejo Continente

9/07/2018 - 

VALÈNCIA. A pesar de que los logros de la Unión Europea (UE) son evidentes, muchos en Europa han empezado a hacer algunas preguntas incómodas sobre la dirección hacia donde parece dirigirse la actual UE. En primer lugar sobre la conveniencia de los nuevos miembros que habían sido admitidos -sobre todo los casos de Rumanía o Bulgaria- y luego sobre el proyecto Europeo en general. Y es que cada vez se escuchan más voces muy criticas que cuestionan el carácter cada vez más elitista y alejado de la realidad del ciudadano europeo, a la vez de poner en entredicho las deficiencias institucionales, incapaces de dar respuestas ágiles a las necesidades actuales del proyecto europeo.

Pero fue, sin duda, la fuerte contracción de la economía europea tras el colapso de Estados Unidos en 2008 la que convirtió el debate sobre los problemas europeos en algo casi extremo sobre la viabilidad y supervivencia de la UE. El impacto de la crisis se sintió casi de inmediato cuando los niveles de deuda soberana aumentaron y el desempleo comenzó a aumentar. En 2013, la tasa de desempleo había aumentado al 28% en Grecia, al 16% en Portugal, al 12% en Italia y al 10% en Francia, según datos de la oficina europea Eurostat de 2017. 

Como lo indican las cifras, la crisis se vivió de manera especialmente severa en el sur de Europa. De hecho, mientras que el sur de Europa sufría de manera más virulenta los efectos de la crisis -Grecia de forma más dramática-, muchos países del norte apenas sintieron los efectos de la misma. De hecho, Alemania y los Países Bajos, sin mencionar a Austria y los dos países miembros escandinavos, lograron mantener tasas de desempleo por debajo del 6%. Además, la brecha entre las dos partes de Europa fomentó la sensación de que evidentemente había una UE de dos velocidades: una sumida en estancamiento y deuda y otra que avanzaba sin mirar atrás.

Una crisis 'existencial'

Pero no fueron solo los problemas económicos los que llevaron a muchos analistas a concluir que Europa estaba enfrentándose a lo que George Soros denominaba una crisis 'existencial'. Otros cambios en el panorama internacional más amplio también fomentaron una sensación de malestar profundo, casi generalizado. Uno de ellos fue el colapso efectivo de las relaciones diplomáticas entre Rusia y la UE tras la crisis en Crimea y Ucrania entre 2013 y 2014. Otra fue la serie de acontecimientos que se desarrollaron en Turquía después de 2015 donde un país qué poco antes pretendía la entrada en la UE poco después se volvió en contra de toda idea europeísta. En tercer lugar, es importante destacar el gran aumento de la actividad terrorista, especialmente de corte islámico, en toda Unión Europea.

Finalmente, y para añadir a esta tormenta casi perfecta de problemas, se produjo fracaso de dos estados no miembros pero si 'vecinos' de Europa: Siria y Libia. Esto no solo exacerbó aún más los temores sobre el potencial del terrorismo en todo el continente, sino que también provocó un aluvión de refugiados y migrantes que buscaban desesperadamente entrar en Europa. Todo ello en un momento en que gran parte de Europa ya estaba sufriendo económicamente, por lo que el impacto todavía fue más evidente.


No fue una coincidencia que una de las imágenes clave de que la campaña a favor del Brexit en el referéndum de 2016 fuera la de refugiados en toda Europa, todos 'presumiblemente' rumbo al Reino Unido. Tampoco hay duda de que la generosa oferta de Angela Merkel de permitir que más de un millón de refugiados ingresaran en Alemania en el año 2015 alimentara este tipo de resentimiento, que ayudó a la extrema derecha en Alemania a triunfar en las elecciones parlamentarias dos años después -octubre de 2017-, mientras hoy vemos las consecuencias políticas en el seno del Gobierno alemán.

Sin embargo, uno debe tener cuidado con los precipitados y 'audaces' que predicen la inminente desaparición de Europa. El Viejo Contintene se enfrenta desafíos claves, de eso no hay duda. Pero no está en un punto de colapso. Sus instituciones siguen siendo fuertes y solidas. El respaldo sigue siendo elevado en la gran mayoría de los países e incluso a pesar de qué algunos ciudadanos se han vuelto escépticos sobre el proyecto europeo, sus élites y clases dirigentes no lo han hecho. Además, Europa tiene muchas fortalezas y la más importante es la económica. 

Actor clave y fundamental

De hecho, la UE sigue siendo el hogar de algunas de las economías más competitivas del mundo (6 de las 10 primeras del mundo), varias de las más importantes empresas del mundo (30 de las 100 mejores) y una fuerza laboral formada educada y cada vez más móvil. Estados Unidos podría ser la economía individual más grande del mundo, pero la UE es casi igual a la estadounidense en términos de PIB. También resulta ser un lugar donde los inversores internacionales quieren poner su dinero (actualmente alrededor de 5,4 billones de euros). El dinero asiático busca resguardo en la garantía que ofrecen las instituciones occidentales y, por ello, gran parte de este dinero fluye en los mercados europeos, pero también somos  una fuente de inversión en el extranjera (con un valor de alrededor de 6,9 billones de euros). 

También a nivel político no somos un mero espectador en asuntos internacionales. La UE tiene un peso relevante en la mayoría de instituciones internacionales que regulan las relaciones y el comercio entre Estados, además de creciente servicio externo y una representación de embajadores en unas 50 capitales fuera de la Unión Europea. Está claro que no pasamos el momento más dulce de nuestra historia, pero los activos con los que contamos nos hacen seguir siendo como un actor clave y fundamental en el nuevo orden internacional y nos otorga una garantía de futuro fiable.

Ignacio González Ochoa es socio director de AVD Consultores

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