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Están pasando muchas cosas. Lectura colectiva para enfrentar la realidad

“Lo que (nos) estápasando” es la segunda edición del curso sobre literatura, política eimaginarios sociales que se celebrará entre el IVAM y las Naves desde el 16 deenero al 13 de marzo

16/01/2017 - 

VALENCIA. Quedamos en vernos para un café a las tres de la tarde en Russafa. Cuando abro la puerta del local, me llaman desde el fondo: están sentados el uno frente al otro, junto a una cristalera enorme que da a un patio lleno de plantas y de luz. Es un lugar tranquilo como lo son Miguel Ángel Martínez y Violeta Ros.

A él le acaban de conceder una beca del CONICET para irse dos años como investigador a Buenos Aires. Su campo: literatura, enfermedad e imaginarios sociales. En la conversación repetirá “trabajador cultural”, no animador, promotor, instigador o cualquier anglicismo de moda. Ella me cuenta su experiencia por primera vez en el paro: está terminando su tesis doctoral sobre discursos ideológicos de la Transición entre el año 2000 y el año 2016, y se le acaba de terminar la beca de investigación. Los une ese tipo de literatura que esconde una vocación social (política) que interviene más allá de los textos.

Con este preámbulo personal y ante evidencias tan inminentes, les confieso cierto apuro al plantearles la primera pregunta: “¿qué (nos) está pasando?”. Miguel Ángel y Violeta, como parte de un grupo más amplio, acaban de lanzar la segunda edición del curso que lleva por título precisamente esa misma pregunta: “Lo que (nos) está pasando. Imaginarios políticos en la narrativa actual”, que se celebrará entre el IVAM y las Naves desde el 16 de enero al 13 de marzo.

La primera edición de este taller de lectura colectivo, que arrancó en El Cabanyal y se repitió en Madrid, contó con la participación de algunas de las mejores escritoras del panorama español actual, como Marta Sanz, Belén Gopegui, Eva Fernández o Elvira Navarro. Entonces quisieron pensar alrededor de la precariedad y la crisis que llevamos arrastrando una década y que, sin ninguna duda, ha ido generando un tipo de relato que se ha incorporado al imaginario social. Podemos historiar ya la crisis, dirán en algún momento.

Están pasando muchas cosas

“Están pasando muchas cosas”, comienza Miguel Ángel. “Sobre todo, están pasando muchas más cosas de las que nos cuentan. El taller nace porque lo que nos cuentan es insuficiente y la literatura aporta una serie de respuestas más allá del discurso dominante”. Y se extiende: “Nos interesa pensar de qué manera un imaginario social sobre la enfermedad o sobre el trabajo condiciona y restringe las formas en que una persona puede enfrentarse a la propia enfermedad o al mercado laboral”. El imaginario social lo conformarán aquellos discursos asumidos como naturales que dictan qué está bien sentir, qué está bien hacer o qué está bien decir frente al cáncer, frente al SIDA o frente al paro.

Miguel Ángel habla con media sonrisa siempre. Es un gesto que bascula entre el descreimiento de esas grandes palabras y la amabilidad con el oyente. Violeta, en cambio, se enfrenta al tema con el rostro serio, sacando frases contundentes y preguntando con la mirada si la gravedad del asunto es compartida.

“Las lecturas que escogemos pueden participar o no participar en la creación de ese imaginario social. No tienen por qué ser autores o autoras marginales, pero sí tienen que mantener un discurso crítico interesante o rompedor”, dice Violeta. “Que sea un escritor potente en el campo cultural no le resta importancia crítica: importa el texto y la propuesta que despliega”, añade Miguel Ángel. Por ejemplo, Isaac Rosa, escritor y columnista reconocido, ha confirmado su presencia en esta segunda edición.

No se trata de “Tampoco plantear necesariamente textos que irrumpen a día de hoy, sino rescatar aquellos que hablaban de lo que estaba pasando cuando estaba pasando. Por ejemplo, Mercedes Cebrián escribió Mercado común en el año 2006, y hablaba de la crisis que nadie veía ni nadie quería ver”.

El escritor, diluido entre lectores

Es un taller de lectura colectiva. Durante dos horas gentes de todo tipo (en la primera edición se matricularon 35 personas) debaten sobre aspectos concretos del texto, siempre desde esa óptica social y política. Tras ese debate extenuante sobre la obra, se enfrentan al escritor. Esta vez serán: Mercedes Cebrián, Isaac Rosa, María Salgado y Remedios Zafra.

“Al autor se le desautoriza”, dice Miguel Ángel sin ánimo de ofender. Es un lector más. Es un participante más de la interpretación de su obra. Está descolocado ante la posición de autoridad que se le niega en el taller. Me explica entonces que no es un club de lectura al uso y que no se trata de emitir opiniones sobre el gusto o no gusto de la obra, o de plantear el texto como un disparadero de anécdotas.

Remite a ediciones pasadas con esa media sonrisa permanente, donde los textos sobre la precariedad laboral se cruzaban con experiencias de lectura muy personales: “la lectura colectiva dispara sentidos muy potentes y muy inesperados”. No se trata de un club selecto de especialistas en literatura: “se trata de lectores”.

Les pregunto por el espacio. Tienen claro que un espacio universitario sería un marco restringido para la participación de todo tipo de personas. Pero ¿el IVAM? “Es un marco institucional que facilita mucho la organización”, dice Miguel Ángel. Y Violeta lo reivindica: “cuesta mucho organizar un encuentro, muchas horas, mucho dinero, no todo depende de la buena voluntad”. Continúa: “existe una invisibilización total del trabajo intelectual”. Al escritor invitado se le paga por su trabajo, algo marciano dentro del mundo de la cultura, pero lo normal fuera de él.

Es entonces cuando Miguel Ángel me habla de La Col·lectiva o del recién estrenado “Taller Placer”, “un espacio de encuentro, de imaginación política, de formación y de autoempleo”. Por este orden. Es un espacio donde se organizan encuentros, talleres, seminarios, lecturas colectivas... y que lo llevan adelante actrices, coreógrafos, documentalistas, cocineros o investigadores que, más allá de la programación, tejen lazos afectivos a partir de la cultura. Miguel Ángel me insiste en que tengo que asistir al seminario “Cuerpos en Lucha” integrado por mujeres que han vivido o han vivido de cerca el cáncer y que discuten sobre los factores médicos de la enfermedad, pero también sobre factores sociales o políticos.

Valencia está hiperprogramada

¿Es excepcional esta propuesta en una ciudad como Valencia? Es excepcional. Es extraña. Es congruente. Es marginal. Le añado adjetivos esperando que recojan alguno. “Es excepcional porque nuestro concepto de la literatura es excepcional. Y lo digo sin ningún tipo de gozo del sujeto marginal”. En muchos momentos de la conversación, discutirán entre ellos, como ahora.

“Valencia está hiperprogramada”, sentencian. No se lamentan de la escasez cultural de la ciudad, sino de su calidad. “Se ha llevado a la cultura al modelo de festival, a que sea rentable, a que sea considerada parte del ocio o un bien de consumo, políticamente correcta”. “Hay muchos eventos pero pocos tienen interés”. Ponen el ejemplo de la poesía: tuvieron ciertos reparos en incluirla en su taller porque “la gente lo recibe como menos accesible, como un mundillo hermético y autorreferencial donde existen unas voces autorizadas y el resto queda al margen”. Y a renglón seguido, admiten tener amigos dentro de ese mundillo, pero...

“¿No hemos incluido a ningún autor valenciano? Bueno, no hemos privilegiado que ser valenciano fuera un criterio a la hora de seleccionar un texto”, dice Miguel Ángel. “Se nos murió Chirbes”, estalla Violeta.

Y retoman el hilo de las políticas culturales, del modelo de cultura de la ciudad, de la hiperprogramación de Valencia, de lo convencional que se ha vuelto todo en la gestión cultural: “Toda política cultural tiene que ser sostenible, pero nosotros reivindicamos también el placer”, dirán en un torrente discursivo que no cesa. “Pero eso da para otro artículo. Otro día quedamos con Mariví, con Vicente y con los que quieras y hablamos de políticas culturales en Valencia”. Amenazan. O prometen.

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