MADRID, (EP). Investigadores de la Universidad de California en San Diego (UCSD), Estados Unidos, apuntan que esperar 30 segundos entre bocado y bocado de comida puede ser una medida eficaz para que los niños no coman de más y puedan prevenir el sobrepeso, ya que es un periodo suficiente como para que sean conscientes de si realmente siguen con hambre.
Aunque la principal estrategia para perder peso pasa por comer menos, en la práctica "no suele ser tan sencillo para la mayor parte de la gente", según ha destacado Marcos Intaglietta, del Departamento de Bioingeniería de la UCSD y uno de los autores de este trabajo que buscaba analizar "la eficacia de comer despacio".
El objetivo de la investigación, cuyos resultados publica la revista 'Pediatrics', era reducir al mínimo la cantidad de alimentos que los niños comían antes de que su estómago informara a su cerebro de que ya tiene más hambre, lo que se conoce como reflejo de saciedad. Esa señal suele tardar unos 15 minutos en aparecer, pero muchos platos, en especial las llamadas 'fast-food', pueden comerse en mucho menos tiempo.
De hecho, los autores aseguran que se trata del primer ensayo clínico controlado con el objetivo de probar la eficacia de comer despacio para detectar la sensación de saciedad y favorecer la pérdida de peso.
En el estudio también participaron científicos de la Universidad Nacional de México, que se encargaron de reclutar a 54 niños de 6 a 17 años de la ciudad de Durango, México, para supervisar sus hábitos alimenticios.
Los participantes se dividieron en dos grupos, uno formado por los que comían lentamente siguiendo las instrucciones de los investigadores, que se conoció como el grupo compatible, y aquellos que comían más rápido, conocido como el grupo no conforme. Ambos se compararon con un grupo de edades similares sobre el que no había ningún control.
El peso de los estudiantes en el grupo compatible disminuyó entre un 2 y 5,7 por ciento después de seis meses, y de 3,4 a 4,8 por ciento después de un año. En cambio, en el grupo no conforme el peso aumentó un 4,4 a 5,8 por ciento a los seis meses y entre un 8,3 a 12,6 por ciento después de un año. El peso del grupo de control aumentó entre un 6,5 y 8,2 por ciento después de un año.
Para evitar comer en exceso, a los participantes del primer grupo se les pidió que masticaran durante 30 segundos antes de dar el siguiente bocado, lo que les permitía darse cuenta de que ya no tenían hambre y dejar de comer.
Además, para asegurarse de que cumplían con ese tiempo de espera, se les proporcionó un pequeño reloj de arena que se vaciaba a los 30 segundos, por lo que debían darle la vuelta antes de dar un nuevo bocado.
Los investigadores también pidieron a estos participantes que bebieran un vaso de agua antes de cada comida y evitaran el picoteo entre horas.
"El reloj de arena se vio más como un juego", ha reconocido Pedro Cabrales, profesor de Bioingeniería de la Universidad de California en San Diego y coautor del estudio, que también apeló a la autorresponsabilidad que mostraron todos los menores. "Hasta el punto de que, si alguno olvidaba el reloj de arena, pedían al resto que les ayudaran".
Los resultados han sido tan prometedores que los estados mexicanos de Michoacán, Yucatán y Veracruz han pedido a los investigadores que prueben esta estrategia en sus centros educativos. De hecho, los investigadores prevén ampliar la muestra del estudio, si bien de momento no tienen pensado probarlo en adultos.
No obstante, el profesor Geert Schmid-Schonbein, también coautor del estudio, defiende que la opción de comer despacio tiene la ventaja de que resulta sostenible a largo plazo, ya que no obliga a ninguna modificación en la dieta ni a privarse de los alimentos preferidos. Además, se puede aplicar en cualquier contexto cultural o étnico.