Aplaudo que no se escatimen energías en este nuevo callejero que —no olvidemos—generará empleo en la industria de la chapa, lo que afianzará la recuperación de la que todos, en mayor o menor medida, nos vamos beneficiando
El alcalde de Valencia, hombre prudente y reacio a perderse en extravagancias, se ha quedado corto en su propuesta de un nuevo callejero para la ciudad. Entiendo que su acostumbrada moderación pueda explicar la renuencia a abrazar un callejero más audaz porque esto molestaría al macizo de la raza, es decir, a esa sociedad conservadora que considera una sandez cambiar la denominación de su plaza o avenida cuando hay tantos problemas por resolver. Yo, sin embargo, aplaudo que no se escatimen energías en este nuevo callejero que —no olvidemos— generará empleo en la industria de la chapa, lo que afianzará la recuperación de la que todos, en mayor o menor medida, nos vamos beneficiando semana tras semana.
Despejada mi lealtad al alcalde, doy un paso al frente haciéndole llegar mi propuesta de callejero por si tuviera a bien aceptarla en todo o en parte.
Planteo, pues, que cambiemos los nombres de las siguientes calles y avenidas:
Colón.— La arteria más comercial de la ciudad no merece llevar el nombre de un conocido genocida. Genovés o no, lo cual no está nada claro, don Cristóbal la lio parda al descubrir América sin pretenderlo. Luego llegaron los españoles y lo acabaron de arreglar matando a indios, acostándose con sus viudas y arramblando con todo lo que encontraron, oro incluido, como denunció el padre Bartolomé de las Casas.
Isabel la Católica.— La que puso la pasta para las aventuras de don Cristóbal. Se dice que no se cambió de camisa en diez años, y eso que aún no había reality shows en Castilla. Por eso es difícil de comprender su aversión a la higiene. Fue mala hermana, mala tía (a la Beltraneja se la tenía jurada), apoyó a la Inquisición y echó a los judíos cuando ya no los necesitaba. Hoy reuniría el perfil para ser alcaldesa conservadora de la ciudad.
Fernando el Católico.— El marido de Isabel. Entre sus virtudes no figuraba la fidelidad a su santa esposa. Digamos piadosamente que le gustaba picar de flor en flor. Era, sí, un pistolero, apuntaba a todo lo que se movía. Entre sus fans se contaba a Maquiavelo. Muerta Isabel –el muerto al hoyo y el vivo al bollo—, se casó con Germana de Foix, personaje nocivo, hoy diríamos tóxico, para los intereses de los valencianos.
El Cid.— Otro que tal baila. Ejemplo de mercenario que igual le daba servir a reyes cristianos que a musulmanes si había dinero de por medio. Al final le cogió el gusto a combatir a los moros y les zurró de lo lindo. Al parecer no era partidario de la multiculturalidad. Tampoco se le conoce que defendiese la Alianza de Civilizaciones. Antecedente inequívoco del franquismo.
Cervantes.— El escritor castellano fue soldado de joven y, por si esto no fuera poco, echó pestes de los gitanos y los moros. A los primeros los conocía bien de su experiencia andaluza y a los segundos de cuando lo tuvieron cautivo en Argel cinco años. Sus escritos le hubiesen llevado hoy a la cárcel, que ya conoció en vida. Si algo bueno se puede decir de él son sus elogios al Tirant en El Quijote. Pero este mérito que se nos antoja insuficiente, y debe ser descabalgado del callejero.
Quevedo.— Peor que Cervantes, mucho peor. Niño bien de la Corte de los Austrias, tuvo siempre mala baba. Soportó mal lo de su cojera. Odiaba a las mujeres, los judíos, los moros, los homosexuales. Probablemente odiaba al mundo entero. Le gustaba empinar el codo. Góngora, su amigo íntimo, lo bautizó con el apodo de Quebebo. ¿Cabe mayor deshonor para Valencia que mantenerle dedicada una calle en el centro?
Literato Azorín.— Oportunista y chaquetero, siempre estuvo al sol que más calienta. Fue anarquista, conservador, azañista y acabó escribiendo artículos elogiosos a Franco para salvar el pescuezo. En fin, un hombre con principios, como los que se sientan hoy en las Cortes. Y siendo de Monóvar no se le conoce ninguna obra escrita en valenciano.
Como posibles nombres para sustituir a los que he mencionado planteo, además de una larga lista de republicanos/as, comunistas y anarquistas, los siguientes: plaza del Día de la Bicicleta, la Avenida de la Plurinacionalidad, la calle de los Animalistas Convencidos, el Callejón de la Alianza de Civilizaciones y el Parque de la Ciudadanía.
Si mi callejero es aprobado, aun con las correcciones pertinentes, sólo faltaría, para que fuese un éxito completo, reciclar a los taxistas y a los carteros de la ciudad. Como estoy en todo, ya he planificado un curso de formación para ellos en el Servef, pero en este caso dirigiré mi propuesta al presidente de la Generalitat. De su contenido novedoso hablaré en otra ocasión. Estén atentos.