VALÈNCIA. Los premios que quedan desiertos provocan una especie de centelleo abierto al morbo. Acaba imaginándose el fondo de un pozo rodeado de personas mirando y lanzando hipótesis: ¿es que ninguna obra era buena o es que no superaba el listón del premio?, ¿se ahorra dejándolo desierto o hace un buen agujero económico?, ¿se avisa a los no premiados o pelillos a la mar y aquí no ha pasado nada?, ¿qué ocurre en el interior de los jurados para que se elija no elegir?
El Premio Lletraferit de Novela 2023 quedaba desierto hace apenas unos días. El premio València Nova de narrativa en castellano -englobado dentro de un certamen con hasta once modalidades- decidía no cubrir su categoría en la edición de 2023. Los Iturbi, cita internacional de piano de València que premia la excelencia cada dos años, quedaba desierto en 2021, como ya ocurrió en 1982 y 1992.
Lejos de ser una dinámica al alza, más bien se trata de excepciones que, eso sí, plantean uno de los debates de raíz en los premios culturales: ¿conviene más premiar en base a lo que hay o en base a lo que se aspira?
Algunos de los responsables de estos certámenes muestran cómo afrontaron, desde dentro, esos casos articulados para hacer ganar y en los que nadie gana. “Había obras que considerábamos que tenían nivel para publicarse, pero en una editorial como la nuestra, en la que publicamos poca narrativa, creemos que nuestros premios deben reflejar un plus de excelencia, que tengan algo especial”, explica Vicent Baydal, director en Llibres de la Drassana y uno de los responsable de sus premios, los Lletraferit. “Esta vez no encontramos en las obras ese plus. La gran incógnita es saber si ese listón lo podremos mantener en las siguientes convocatorias”.
En el caso del València Nova en castellano, el acta del jurado declaró que “ninguna de las propuestas estaba en un punto de maduración y trabajo suficiente”, recupera Vicent Flor, director de Institució Alfons el Magnànim, quienes conceden los premios. Al València Nova “únicamente se pueden acoger personas de menos de 36 años o aquellas que no tengan publicada ninguna novela de narrativa”. “Es objetivamente difícil -sigue Flor- tener una novela redondeada y de buena calidad con menos de esa edad (o sin haber publicado previamente ningún libro de narrativa)”.
En la modalidad València -sin carácter novel- ganó en cambio Tan tonta, de Carlos Catena, “por la interesante construcción de la voz de la narradora (…) se demuestra oficio en el manejo de la tensión y al dosificar la información”.
Fuera del cetro literario, los Iturbi de piano consideraron en 2021 no haber encontrado “al artista total. Todos tenían una técnica excelente, pero hay otras habilidades que no acabamos de ver”, explicó por entonces la representante del jurado Alicia Guijarro.
“Se debe tener en cuenta -opina Josep Vidal Borràs, secretario del jurado Iturbi- que dar un primer premio liga de por vida al ganador con el Concurso y, por eso mismo, la decisión debe estar muy razonada y debe tener un consenso elevado en el órgano calificador”.
“Hay concursos -cree- que consideran que se deben dar todos los premios, y en eso hay mucho debate, porque de no ser así el concurso puede perder prestigio. En el caso del CIPVI no pensamos de esa manera, no se le da ninguna indicación al jurado para que se cubran todos los premios”.
Frente a las maledicencias sobre el posible ahorro económico que supone dejar una edición en blanco, los números contradicen fácilmente esa premisa. En los certámenes literarios no premiar también significa no editar: “nos costaba dar el paso por el miedo vacío de no tener premio Lletraferit, que es uno de nuestros reclamos, y por tanto estaremos dos años sin ninguna obra premiada publicada”, razona Baydal. “El tiempo que va desde la publicación de los últimos ganadores, Mireia y Els inútils, en diciembre de 2022, hasta el próximo premio, si lo hay, que se publicará en diciembre de 2024. Eso supone un perjuicio económico, pero entendíamos que debíamos mantener el nivel, que una obra premiada en los Lletraferit debía ofrecer algo diferente”.
“La opinión pública -interviene Vidal Borràs- podría pensar que no hay suficiente nivel o que se quiere ahorrar dinero en premios, incluso se pueden romper expectativas del público que puede esperar que se dé un primer premio. Puesto en la balanza, los miembros del jurado son partidarios de que prime la justicia artística por encima de otras consideraciones ajenas”.
Sobre la trascendencia reputacional, Vicent Flor considera que “la imagen de los Premis València no está condicionada por dejarlos o no desiertos. En base a la experiencia de las últimas ocho ediciones los jurados valoran que, si no hay ninguna otra obra con la calidad suficiente es mejor la imagen de dejarlo desierto que la de publicar una obra que no tiene esa calidad mínima. O, dicho de otra manera, desprestigia más una publicación floja que un desierto”.
¿Y qué ocurre con las autorías de quienes han presentado sus obras? ¿Se les da explicaciones? ¿Cómo se afronta el posible vacío de sus candidaturas? “A las que consideramos que eran de mayor nivel, aunque no hubieran encajado, les hemos escrito y les hemos dado las explicaciones, animándoles a seguir presentándose con otras obras”, explica Baydal desde los Lletraferit. Con la dirección de Joaquín Achúcarro, los Iturbi “han querido, en todos momento, que los concursantes sean conocedores del porqué de las decisiones del jurado -desvela Vidal Borràs-, por eso se ha hablado con todos ellos a posteriori. El mensaje siempre busca mejorar la carrera profesional de los jóvenes talentos del piano. A pesar de quedar desierto el primer premio en 2021, en la siguiente edición han crecido los aspirantes inscritos procedentes de todos los continentes y con currículums brillantísimos”.
Como en otros ámbitos, ante el premio que queda en blanco debe aplicarse la máxima de que no eres tú, soy yo. No son tus obras, es mi listón.