VALÈNCIA. Existen cientas de maneras de matarse de hambre: que si comer un chicle hasta la saciedad, beber agua excediendo los límites, llevar a cabo un meticuloso ritual de mentiras tales como “ya he comido” o “eso no me gusta”, y se puede hasta exponer un listado de intolerancias de las que nadie puede ser consciente. Todas estas mentiras y este universo conviven en el interior de una persona con un trastorno de la conducta alimentaria, al igual que le sucedió a Candela Mora en su momento. La dramaturga valenciana se aventura de la mano de la compañía Platón Roto a crear, de la mano de Aurora García Agud, una ficción en la que su TCA es uno de los ejes principales para contar la tragedia: ESTO YA NO ES EL BANQUETE, que podrá verse en Sala Carme del 30 de marzo al 2 de abril.
El hilo conductor para llegar a hablar de esto comenzó siendo el filósofo Platón con El banquete, cuenta Candela que se inspiró en esos encuentros en los que la comida sobraba por todas partes para generar un universo en el que incomodidad y poder irían de la mano, con una obra teatral que tendría el mismo nombre, y que luego evolucionaría en ESTO YA NO ES EL BANQUETE: “El banquete habla sobre el amor, yo lo que hago es coger esta referencia y llevarla a un encuentro después de una comida, como se hacía en la Antigua Grecia. Ahí se ponían hasta el culo de comida y conversaban de todo, y cogiendo eso como excusa escribí una obra que hablaba sobre los TCA”, explica la dramaturga.
El enlace viene marcado, en parte, por un momento de atracón tanto intelectual como físico, en esa sobremesa que pudiera ser eterna para según qué temas y personas. Candela enlaza en El banquete su experiencia personal con el TCA con temas como la mentira, la muerte y con su entorno más cercano: “Te creas un personaje social que hace que te quieras incluir en todo, y eso te absorbe”, explica. Esta propuesta llama la atención al dramaturgo Raúl Lago, quien dentro de una residencia de Carme Teatre incita a la joven autora a elevar la obra un paso más allá, dando lugar a la creación de ESTO YA NO ES EL BANQUETE: “Al final creo algo que dista mucho de lo que hice. El método sigue siendo crear una autoficción en torno a los TCA pero ya nada se parece a lo que hice antes”, confiesa.
Ese momento de cambio y desarrollo le viene en una borrachera, en la que según ella recibió la llamada de Dios (o mejor dicho, de Dionisio) y percibió que debía dedicar la obra a conocerse mejor a sí misma: “Llamé a Raúl y le dije: ¿Qué te parece si me aventuro a investigar dónde estoy respecto a este tema y como quiero tratarlo? y me dió el visto bueno. Conforme va pasando el tiempo quiero contar el relato desde otros lugares, y pienso en las personas que van a recibirlo, en qué quiero que sientan y cuál es mi motor para hacerlo” Pero hablar de estos temas a solas es algo gigante, por lo que le acompaña sobre el escenario Aurora García Agud, quien se vuelve en una figura crucial para conformar el relato. Ella, amiga y compañera de profesión, logra que Candela viva su proceso de autoanálisis tocando desde la tensión hasta la calma.
El que haya dos personas -y más de dos voces- sobre la escena supone generar un diálogo obligatorio sobre un tema tan delicado como es este: “Al final proponemos que la conversación siga siempre presente”; explica Aurora, “estamos dialogando tanto con la persona que está fuera como con nosotras mismas. El germen sigue estando ahí, y es crear una pieza en la que el diálogo sea la pieza clave”. Aurora comparte el proceso con Candela, y esta cercanía es la que permite que el diálogo se lleve a cabo antes con una amiga que con los desconocidos que ocuparán las butacas de la Sala Carme. Candela busca, más allá de la autoterapia, llevar los TCAs al plano escénico y comunicar un mensaje que pudiera llegar a salvar vidas.
Comenta que el mayor conflicto a la hora de escenificar una cuestión tan importante es, sin duda, pensar en aquellos que lo pueden ver, que a su vez tiene relación con esa sensación de complacencia a los demás que se vive dentro de un trastorno de la conducta alimentaria: “Constantemente estamos intentando complacer a los demás, tratando de no herir y midiendo palabras y acciones. Esto tiene que ver mucho con el TCA y con la autoestima, con confiar en un proceso. Para mí lo complicado ha sido llevar y tratar el tema desde un lugar de cuidados, y pensar que hace unos meses no me hubiera gustado una mierda que una persona me viniera a contar su vida sobre este tema”.
En el momento de la necesidad de complacer a todo el mundo con ESTO YA NO ES EL BANQUETE llega Toni Agustí, quien le hace asesoría de dramaturgia. Le comenta a Candela que abandone la idea de complacer a todo el mundo y que siga adelante con lo que quiera contar, y que eso le dará fuerza a la historia. Tanto Aurora como Candela están de acuerdo en que puede resultar una obra complicada de ver, y entenderían si alguien necesitara abandonar la sala en algún momento (algo que podría pasar en cualquier otro escenario cultural) aunque no debería pasar, pues la obra se centra en un ámbito más reflexivo que visceral, y a su vez lanza tantas preguntas como las que trata de responder.
Una de las preguntas que se plantea tiene relación con la puesta en escena, los personajes se preguntan: ¿Por qué quieres jugar a este juego? Puede ser un juego de autolesión, en el que realmente hay placer en el dolor que uno mismo se inflige a la hora de no comer, reflexiona Candela. A su vez Candela encuentra en respuesta al “juego” maldito un mantra que define un gran aprendizaje sobre este gran “todo”: "Prefiero hacerme daño yo a que lo hagan otros", una reflexión tan dura como real de quienes juegan al ruedo con el dolor y con el cuerpo.