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Estrategia de marca: atrapa la bandera

11/02/2019 - 

Leamos sobre el pasado a través de las noticias de los últimos días: la Guardia Civil informa que el PP de Madrid dopó a Rajoy hasta la mayoría absoluta de 2011. Además, evidencia que la candidata Aguirre hizo uso del doble de dinero permitido para su campaña en aquellos tiempos (6,2 millones. Toda una cifra para unas Autonómicas). Aquí mismo, la jueza que mantenía privado de libertad a Zaplana, además de recordar que desde que fuera detenido en mayo de 2018 “nunca ha estado en una celda”, le ha bloqueado algo más de seis millones de euros en Suiza, supuestamente de mordidas de una de las cinco adjudicatarias de las ITV valencianas.

Los españoles no son imbéciles y los estrategas de comunicación tampoco. La marca Partido Popular se liga a la corrupción un día tras otro en los medios. Presunción de inocencia mediante, cuando los informes de la UCO señalan que una de las empresas pantalla de la trama madrileña se llamaba Paquí Pallá S.L., la trama sigue siendo presunta, pero la mercantil se convierte en un filón ingobernable para reavivar la credibilidad en el partido. El interés, la sugestión o la persuasión de las siglas PP (en alusión al grupo político, no confundir con la extinta SL) se convierte en un reto marquetiniano tan complejo que cabe optar por un mensaje alternativo.

Esa estrategia de marca podría llevar por título ‘atrapa la bandera’. Por obvio, no resulta negativo. Por persistente, si acaso, suma, como puede interpretarse de la manifestación contra el Gobierno celebrada este domingo en la Plaza de Colón de Madrid. Allí, donde ondea la rojigualda más grande de España izada por Álvarez del Manzano a petición de José María Aznar, se evitaron los símbolos políticos. El análisis acrítico repitió lo que decía su nota de prensa: se evitará generar una interpretación partidista del encuentro. La verdad, pocos hechos pueden interpretarse como un uso más partidista de los símbolos comunes que dicha manifestación.

El uso de la bandera y el himno repugna a quien cree en el respeto a las instituciones por encima de intereses particulares. Se habla del apropiacionismo cultural de Rosalía, pero éste –si lo hubiere– resulta pecata minuta al lado del que hacen según que partidos con los iconos constitucionales. Un uso casi fisiológico de las instituciones simbólicas que tiene en la bancada oponente un profundo e irresoluble recelo, ya que la Transición ejemplar dejó por solventar artefactos tan relevantes para la construcción social como los cimientos comunes… al servicio publicitario de no todos. Ya saben que se hizo lo que se pudo por el bien común y algo más por según qué economía doméstica.

Lo grave del mensaje uniformizante de la bandera es que envuelve hasta silencio los conflictos reales. El uso del icono general, por extensión, puede llegar a provocar el efecto contrario: no decir nada de tan básico que es el input. Polariza en la nada misma y evita el detalle, tentación publicitaria en política de centenaria tradición. Porque en la defensa de la representación mínima de las cosas, hay poca discusión. Por el contrario, si bajamos hasta el suelo, si es que las tertulias lo permiten algún día, las preguntas en política funcionan a un nivel muy distinto. Por ejemplo, al nivel al que el PP se situó a Arriola (2013), a Urkullu (2017) o a cuatro empresarios a mediar con la Generalitat antes de aplicar el 155. Mediadores todos ellos, como enumeraba Javier Ruiz, al nivel que se espera de la política en el conflicto eterno de la convivencia. Al nivel que se espera se resuelvan los conflictos por encima del enfrentamiento.

Ciudadanos no quiere quedarse fuera en el uso de lo común. Su campaña de la España Ciudadana incluye la bandera en el logo, faltaría más­. Sin embargo, su explotación de la iconografía parece estar más próxima a resolver la acusación por efecto contrario que PP y Vox lanzan cada vez que menean la bandera: no ostentar los símbolos significa ir en su contra. Sí, es una posición infantil, pero hay que entender el contexto. La estrategia de lo evidente la va a explotar el partido de Casado por motivos publicitarios. No solo se alinea con su visión centralista y rectilínea del Estado, sino que evita los elementos de comunicación que cada semana acompañan a noticias e informativos con delitos vigentes. Del pasado, por supuesto, pero vigentes y en proceso de rendición de cuentas ante una justicia como demuestra el último párrafo de este artículo, en España es una cosa de lo más relativa.

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