VALÈNCIA. El pasado 30 de enero, se presentó el informe elaborado por el Real Instituto Elcano sobre la posición de Europa frente la rivalidad Estados Unidos China. A estos efectos, se organizó un interesante debate presidido y moderado por Doña Ana Palacio, antigua Ministra de Exteriores, que contó con la intervención de Doña Pilar Méndez, subdirectora general de Asia Meridional y Oriental del Ministerio de Asuntos Exteriores, los coordinadores, autores e investigadores del Real Instituto Elcano, los Sres. Mario Esteban y Miguel Otero-Iglesias y yo mismo en mi más humilde condición de miembro del Asian Desk de Uría Menéndez y por haber residido en Pekín de 2014 a 2018. El informe “Europe in the face of US-China Rivalry” es una pieza de investigación de indudable valor. Se trata del quinto informe del European Think Tank Network on China, realizado por expertos de 19 centros de investigación europeos que tiene como principal objetivo el análisis de la política exterior de China así como de las relaciones entre la Unión Europea y el gigante asiático, poniendo el acento en la específica posición y actitud de los cada uno de los estados miembros de la Unión respecto de China.
Las conclusiones de dicho informe son reveladoras y de alguna forman obligan a un replanteamiento profundo de la política exterior de la Unión Europea frente a las dos grandes potencias globales, Estados Unidos y China. Por un lado respecto de China, se ha pasado de percibir a la potencia asiática como un mero socio comercial, muy relevante, eso sí, respecto del cual todavía existe un evidente interés de incrementar las relaciones económicas a, de forma simultánea, considerarla igualmente como un rival sistémico. Por lo que respecta a Estados Unidos, si bien sigue siendo nuestro aliado principal fuera de la Unión Europea así como su principal proveedor de su defensa, empiezan a existir determinadas realidades que obligan a Europa a cierta prudencia. En efecto, y más allá de las posiciones a veces desconcertantes del Presidente Trump (se trata del primer presidente norteamericano que ha manifestado abiertamente sus discrepancias en ocasiones profundas con sus socios europeos), se percibe un cambio de tendencia: ya desde la Presidencia de Barak Obama (un Presidente americano muy querido en Europa) el centro de gravedad de la política exterior norteamericana de desplazó del continente europeo hacia Asia. Por lo tanto, se trata más bien de un cambio estructural de la política americana. Por otro lado, el informe constata igualmente diferencias relevantes entre los socios europeos tanto en sus relaciones respectivas con Estados Unidos como con China.
El debate que se suscitó fue especialmente interesante. En efecto, al final de lo que se estaba hablando era del papel de la Unión Europea en el mundo y la necesidad de transitar de su condición de gran potencia económica a un agente político global eficaz y solvente. La única receta posible es más Europa, más integración y más coordinación de políticas tanto frente a Estados Unidos como respecto de China.
Me detendré a continuación en la situación actual del estado de las relaciones de la Unión Europea con China así como en la percepción predominante al respecto que fueron objeto de debate. En primer lugar, como hemos adelantado antes, la Unión Europea percibe a China como un rival/competidor poco de fiar por cierta deslealtad en su conducta. En efecto, prácticas como la transmisión forzosa de tecnología (siempre negada por Pekín) a favor de empresas chinas a la que obligan las autoridades chinas a empresas europeas que se instalan en China, no han contribuido a un buen entendimiento. Por otro lado, la peculiar idiosincrasia de la confusión entre interés nacional e interés empresarial tutelada con talento por el Partido Comunista de China obligan igualmente a los europeos a actuar con prudencia. En efecto, es lo que denomino coloquialmente la realidad de China Incoporated. En este sentido, si bien existen empresas privadas que en la actualidad suponen más del 60% de la economía china, también es cierto existe una disciplina evidente respecto de las instrucciones que éstas reciben del Estado chino. Esto hace que las actuaciones de dichas empresas no respondan en ocasiones a criterios estrictamente empresariales sino a los intereses que marca el Gobierno Chino. Esta realidad provoca distorsiones relevantes en numerosos ámbitos. Como ejemplo, que entiendo que va más allá de lo anecdótico, su impacto en la normativa de Ofertas Públicas de Adquisiciones (OPAS). Como sabemos una empresa que es titular de más del 30% del accionariado de una sociedad cotizada está obligada a lanzar una OPA por la totalidad cuando quiere superar dicho umbral para de esta forma dar un trato igual a todos los accionistas a los que va dirigida dicha OPA. ¿Qué sucede cuando los adquirentes son diferentes empresas chinas privadas que van comprando participaciones que superan dicho umbral del 30%? Se trata de empresas privadas diferentes, lo que en puridad no les obligaría a lanzar la OPA pero en el caso chino existe una influencia tan relevante del Gobierno chino que resulta ingenuo no entender que podemos estar ante una actuación concertada que debería suscitar la aplicación de la normativa de OPAS.
En segundo lugar, inicialmente se pensó que a medida que China alcanzase una mayor prosperidad económica (lo que en efecto ha tenido lugar) también se produciría una progresiva democratización de su sistema político así como un mayor respeto de los derechos humanos propio de nuestras democracias liberales. Sin embargo la situación ha evolucionado precisamente en el sentido opuesto. Quizás el planteamiento inicial respondía a un profundo desconocimiento de la historia y de la realidad del Imperio del Centro. En efecto, la nueva asertividad china parece poco compatible con los valores que preconiza la Unión Europea materializándose en la concentración y perpetuación del poder en el Presidente Xi Jinping o en la política que no puede menos que calificarse de represiva respecto de territorios como Xingjiang (y la minoría musulmana uigur), Tibet, Hong Kong y Taiwan.
En tercer lugar, determinadas actuaciones del gobierno chino han tenido consecuencias divisorias en el seno de la Unión Europea. Así, aquellos estados miembros más golpeados por la crisis financiera han sido más sensibles a la necesidad de atraer inversiones chinas (en Europa del Este, Grecia y Portugal) lo que explica su comprensible apoyo a determinadas políticas como la de la Franja y la Ruta que ya he explicado con cierto detalle con anterioridad en esta columna.
De lo anterior, cabe concluir que las actuaciones de la Unión Europea respecto de China (y también respecto de los Estados Unidos) deben estar inspiradas en la defensa de los intereses y valores europeos. Así una estrategia que combine incentivos con elementos disuasorios es necesaria. Los incentivos por ejemplo se han manifestado en el hecho de retomar las conversaciones para la negociación de un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y China. Se trata de una iniciativa que arrancó en 2012 y que ha venido languideciendo desde hace unos años. El Ministro de Exteriores chino el Sr. Wang Yi se reunió con el Presidente del Consejo Europeo, el Sr. Charles Michel, en diciembre de 2019 por relanzar este proyecto que es de interés para ambas partes. Especialmente para mitigar los efectos de la actitud proteccionista que impera actualmente en Washington. Respecto de las políticas disuasorias que contribuyen a contener la hiperactividad china, cabe mencionar el Reglamento del Parlamento Europeo 452/2019 de control de inversiones de terceros países en la Unión Europea. Ante el imparable apetito de china en la adquisición de industrias estratégicas europeas, especialmente de naturaleza tecnológica, se ha establecido un mecanismo legal en virtud del cual determinadas inversiones que puedan afectar al interés general de los europeos deben ser sometidas a un escrupuloso régimen autorizatorio previo. Recordaremos que en dicho Reglamento en ningún lugar se menciona expresamente a China pero es claro que va dirigido a la misma.
Por otro lado, existen determinados ámbitos en los que tanto China como la Unión Europea pueden cooperar eficazmente contribuyendo de esta forma a la gobernanza del mundo y como reacción al unilateralismo preconizado por los Estados Unido actualmente. Me refiero a cuestiones como las relacionadas con las políticas de lucha contra el cambio climático o las actuaciones dirigidas a evitar el bloqueo de la Organización Mundial del Comercio (así determinados estados miembros de la OMC van a poner en marcha un sistema de apelación y arbitraje, reconocido por reglamento, dirigido a desbloquear el veto norteamericano).
Finalmente, dicho en dicho foro se concluyó que la política exterior europea debe estar presidida por los principios de autonomía estratégica y soberanía económica frente a los dos grandes potencias. Estos principios van a dar mucho que hablar en el futuro próximo.