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Eva Zapico denuncia la pervivencia de la pena de muerte con una fábula abstracta

Espacio Inestable acoge el estreno de Talió, donde la imagen prima sobre el texto

31/05/2023 - 

VALÈNCIA. Este pasado 16 de mayo, Amnistía Internacional publicaba su informe anual sobre la pena de muerte, donde destacaba que las ejecuciones registradas en 2022 “alcanzaron la cifra más alta en cinco años debido a los baños de sangre que llevaron a cabo los ejecutores más célebres de Oriente Medio y el norte de África”. Que se sepa, el año que dejamos atrás murieron un total de 883 personas en 20 países. Aunque no se ha contabilizado las miles de personas a las que se sospecha se arrancó la vida en China. Estados Unidos se encuentra entre los cinco países que encabeza este deshonroso podio. En el país de las libertades, según apunta el responsable de Derechos Humanos de la ONG en España, Carlos de las Heras, los defectos y la arbitrariedad hace mucho que afectan al uso de la pena capital, “un castigo en el que el sesgo racial y la deficiente asistencia letrada son algunos de los factores comunes que han contribuido a decisiones judiciales poco fiables sobre la vida y la muerte, incluso para personas con discapacidad mental e intelectual grave”.

Esta realidad atroz espoleó a la directora teatral Eva Zapico (València, 1973) para encargarle a su dramaturgo de cabecera, Iñaki Moral, un texto sobre la dinámica de un sistema judicial que, a menudo, actúa de manera parcial, discriminatoria, interesada y criminal. La obra sube a las tablas del Espacio Inestable del 3 al 18 de junio y toma su título, Talió, de una antigua pena dictada en Babilonia en el siglo 17 antes de Cristo, por la que el delito se vengaba practicando el mismo daño infligido por el criminal.

La creadora propuso al escritor teatral tanto el tema nuclear de la pieza como todo lo que la vertebra, esto es, “la violencia, el supremacismo blanco, la masculinidad tóxica y el libre albedrío”. Formalmente, la obra está marcada por la preponderancia de la imagen. Zapico trabaja mucho por encargo, así que ha aprovechado la residencia de creación en la sala valenciana para volcarse en la investigación. Al arranque, se escucha una voz en off, pero el grueso de la propuesta, en torno a 50 minutos, es dramaturgia visual, sin diálogo ni desarrollo de la trama. El resultado es una descripción fabulada, con una narración a partir de la imagen, que a menudo es abstracta, sin lectura naturalista, y un trabajo minucioso y preciso de imagen y de cuerpo.

“Después de muchos espectáculos donde he tenido que adaptarme a una estructura y a unas condiciones sobre el resultado, me he regalado una vuelta al trabajo físico, de movimiento, donde la partitura de lo que se narra es corporal”, explica la directora. 

Tantas preguntas

A Zapico se le acumulan los interrogantes: “¿Qué significa que en una sociedad como la nuestra continúe existiendo la posibilidad de decidir, desde el marco de la legalidad y lo institucional, sobre la vida de otro ser humano? ¿Donde interviene, junto a la política y la ideología, el concepto del libre albedrío? ¿Quién condena realmente a esas personas, un sistema profundamente injusto o una predestinación mitológica hacia un final trágico? ¿Es lícita la permanencia de la ley del Talión?”

Talió las plantea a través de la historia de un reo inocente condenado a muerte. La decisión responde al mayor porcentaje de ejecutados de este género. También aparecen los personajes de dos policías para plasmar la construcción del sistema punitivo desde la violencia y el sometimiento.

El protagonista se ha construido a partir de una amalgama biográfica de diferentes casos reales de hombres que acabaron en el corredor de la muerte incriminados mediante pruebas falsas, por presiones de las autoridades a los testigos, por discriminación racial o por llevar tatuajes sospechosos. Los espectadores y espectadoras asistirán a sus últimos segundos de vida y presenciarán sus últimas visiones.

“Las estadísticas barajan en torno a un 80 por cierto de personas ejecutadas que son inocentes. Eso desvela el funcionamiento de un sistema judicial perverso y corrupto, que utiliza las ejecuciones para lavar su imagen, dando la impresión de ser un mecanismo engrasado que funciona perfectamente, donde se está eliminando a los malos”, expone la creadora.

Eva hace teatro para reflexionar sobre las incógnitas que le plantea la vida. En su anterior montaje, Bannon, se servía de la comedia para preguntarse sobre el auge del mal en nuestro tiempo. Al profundizar en la figura del antiguo jefe de estrategia de campaña de Donald Trump exponía ante la audiencia la construcción y el blanqueamiento del discurso de la ultraderecha a través de una de sus principales cabezas pensantes, Steve Bannon. La propuesta con la que se instala ahora en Espacio Inestable vuelve a apuntar a Estados Unidos, pero esta vez a la pervivencia de la pena capital en 27 de sus 50 Estados.

“La justicia de Estados Unidos nos pilla lejos, pero la idea de un sistema judicial que funciona de esta forma, nos resuena”, plantea la directora. 

El nazismo llama a la puerta

Esa reiteración en la localización geográfica de sus propuestas responde al potencial aspiracional del país de las barras y estrellas. “Se ha convertido en el lugar en el que mirarse, en el modelo que muchos ciudadanos consideran la sociedad ideal, con su talante neoliberal y trumpista”, se estremece la directora, dramaturga y actriz, que no sale de su asombro con los recientes resultados electorales, signo de esa deriva internacional de sus partidos conservadores hacia el exabrupto y la manipulación de la realidad.

El vuelco del Partido Popular tanto en la ciudad como en la región, con una más que probable alianza con la ultraderecha, le despiertan otro cúmulo de incógnitas. “Como creadora, parto de mis preocupaciones, y la que más me asalta hoy es por qué un porcentaje tan alto de la ciudadanía ha votado a la derecha sabiendo que va a pactar con la ultraderecha. La alternancia se puede metabolizar, pero no el cambio sustancial con la llegada del nazismo puro y duro. No entiendo que se vote a sabiendas de que se va a proceder al desmantelamiento de lo público y a la privatización del bien común, de que se va a instaurar el racismo y la homofobia. Podemos utilizar eufemismos y retruécanos para no enfrentarnos a lo que acaba de suceder, pero son nazis y punto”. 

Zapico no consigue sacudirse el estupor. No ha encontrado respuesta, así que nuevos proyectos se dibujan en su mente para hallarles una contestación y compartir sus dudas con la audiencia. Lo que desconoce es si el inminente futuro político le permitirá indagar sobre las tablas en ellas.

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