VALÈNCIA. Hace ocho años, James Wan inició una de las franquicias que iban a marcar algunas de las claves por las que se ha regido el terror contemporáneo. Tras los dos juguetones capítulos de Insidious, se dispuso a recuperar la figura de los Warren, dos investigadores estadounidenses de fenómenos paranormales famosos por su participación en casos como el de Amityville, punto de partida de buena parte de la mitología alrededor de las casas encantadas en la actualidad.
A través de los Warren tenía la oportunidad de acercarse al terror en clave más analítica y abordar las historias de fantasmas y las posesiones sobrenaturales como si se trataran de un expediente policial. Ed y Lorraine se convirtieron en los detectives más famosos (y cool) de lo paranormal y a partir de ellos y sus casos, Wan construyó todo un universo que se ha ido ampliando a lo largo de los años con spin-offs sobre la muñeca Annabelle (el fetiche más famoso del Museo del Ocultismo de los Warren) o sobre una monja maldita que atormentaba a Ed en sus sueños.
Después de Expediente Warren: The Conjuring (2013) y Expediente Warren: El caso Enfield (2016) le toca el turno a Expediente Warren: Obligado por el demonio, la primera de la saga que no dirige James Wan y que cuenta además con alguna otra novedad que intenta diferenciarla de sus predecesoras.
La primera de ellas es que hemos pasado de década y nos encontramos en los años ochenta. Los Warren están más mayores y también más cansados. La película se abre en pleno exorcismo, el de un niño, David Glatzel (Julian Hilliard) que ha sido poseído tras mudarse a una nueva casa. Nada saldrá como esperaban. Lorraine comenzará a tener visiones que le indican que alguien está manejando los hilos, Ed estará a punto de morir y, aunque David termine sano y salvo, el novio de la hermana de David, Arne Cheyenne Johnson (Ruari O’Connor), se convertirá en el nuevo huésped. Y ahí es donde comenzará el verdadero caso, después de que Arne asesine a un hombre alegando estar poseído por una entidad demoníaca (la primera vez en la historia que se utilizó en un juicio esta explicación como defensa).
Pero el cambio más determinante en Expediente Warren: Obligado por el demonio es que, en esta ocasión, los espíritus no se encuentran vinculados a una casa encantada. Como Lorraine había presentido en sus visiones, la aparición de las entidades tiene que ver con una maldición relacionada con brujería y las artes ocultas. Toda la parafernalia relacionada con estas prácticas comenzará a aparecer a lo largo de la película evidenciando la presencia de una hechicera en la sombra que utiliza a los espíritus para ejercer su magia negra.
Además, ya que Ed ha quedado parcialmente fuera de juego, será Lorraine quien lleve las riendas de la investigación (y por tanto de la película). Sus capacidades clarividentes le harán introducirse en zonas muy oscuras, conectando con sus miedos más atávicos. De alguna manera, la película intenta poner en primer foco el horror desde el punto de vista femenino y vincularlo con las raíces de toda la mitología folk. En todo se queda un poco a medias.
Precisamente las leyendas y el folclore eran también determinantes en La llorona, la ópera prima de Michael Chaves, al que James Wan ha confiado la tercera parte de la saga. Allí se limitaba a copiar el esquema de su maestro, sin dotar de ninguna profundidad a sus personajes y con una escasa imaginación visual. En Expediente Warren: Obligado por el demonio ha madurado como director e intenta alejarse de algunos de los clichés de la franquicia. Solo que, para eso, ha tenido que pagar un precio. La película funciona más como un thriller que como una película de terror. Chaves construye bien las atmósferas, pero no termina de sacarle partido a toda la parte sobrenatural. Es algo que ya le ocurrió en La llorona. Mucho atrezzo y poco estremecimiento.
En Expediente Warren: Obligado por el demonio hay brujas que se esconden en cuevas, zombies que reviven de la morgue y presencias fantasmales en camas de agua. Hay menos efectismo que en otras ocasiones, pero también menos capacidad para generar sugestión, más allá de los siempre recurrentes golpes de efecto sonoros.
Más allá del mecanismo de una narración un tanto caótica, la nueva entrega de Expediente Warren pone de manifiesto que Ed y Lorrain son el corazón de la historia. A lo largo de los años, Vera Farmiga y Patrick Wilson han conseguido que ellos sean el epicentro de la saga y que todo lo demás de un poco igual más allá del impacto o el sobresalto involuntario. En ese sentido, los demonios caen fulminados en un KO aplastante frente al carisma de los Warren.