VALÈNCIA. Antes de cerrar esta columna por unas semanas e intentar desconectar (un imposible, como a muchos de ustedes les pasará), permítanme unas recomendaciones que para quienes no tengan más remedio que quedarse en nuestra ciudad, y en lugar de sufrirla la disfruten porque hay mucho y bueno para ello.
Lo primero que se me ocurre sucede en el IVAM, porque hay cosas verdaderamente interesantes, como toca en un espacio de primer nivel como este. No puedo recomendar todo lo que está, por espacio, hay pero puestos a ello lo haré con dos exposiciones, además de, por supuesto, la permanente dedicada a quien da nombre a la institución. Quien viva en esta ciudad, sea amante del arte y no haya visitado todavía la exposición dedicada a Julio González situada en la planta baja del edificio tendrá que convencerme de sus poderosas razones “de peso”.
Renau y los extraordinarios fondos de los que dispone el IVAM desde el año 1989 más dos aportaciones que se hicieron con posterioridad por parte de su fundación, es un tesoro cuya relevancia no hace sino crecer con el tiempo. Una pena no poderle dedicar una exposición permanente, posiblemente por falta de espacio. La novelesca, por compleja, vida que llevó en diversos países influye de forma relevante en su producción y la exposición se refiere a dos lapsos de tiempo en los que nuestro artista estuvo exiliado en México tras la Guerra Civil y hasta el año 1958 y en la época en la que vive en el Berlín Este durante el comunismo, durante nada menos que veinticuatro años. Cada cartel es un microcosmo de información s en el que pararse un buen rato.
Es excelente -quizás de intenciones demasiado ambiciosas- la muestra comisariada por la conservadora del IVAM, María Jesus Folch Imaginarios mecánicos y técnicos en la colección del Ivam que reúne unas 300 obras de todo tipo desde escultura, pintura, fotografía, grabaciones de cine, revistas y cualquier formato que quepa imaginar. Era inevitable que el arte durante el siglo XX atendiera a los avances científicos y técnicos y el papel del hombre en ese entorno. Los iconos de la era mecánica en los albores del siglo pasado, el cine, la luz y el movimiento, la geometría, las máquinas visionarias, el video, la industria y la sociedad y finalmente el ser humano frente a la máquina. Una exposición enciclopédica más que interesante, pero es obvio que de cada una de estas partes que no conviven aisladas sino interconectadas se podría hacer toda una gran exposición con los fantásticos fondos del IVAM como base.
No he tenido ocasión de visitar la exposición denominada Escultura infinita que se celebra en la sede del IVAM en Alcoy y que recoge trabajos de hasta cuarenta y un artistas españoles en este caso en el ámbito de la escultura y que tiene una pinta fantástica, ya que permite al visitante establecer una comparativa entre los trabajos representados, las influencias de unos sobre otros o también la originalidad de las propuestas.
El Museo de Bellas Artes, siempre tiene una visita pendiente aunque ya se recorrido en veinte ocasiones. A parte de la fenomenal colección que atesora, hoy hay varias “excusas” particulares para armarse de valor y cruzar el puente de la Trinidad aunque sea bajo un inclemente sol y un incesante tráfico rodado. Tres retratos mediáticos con razón: el del que todo el mundo habla por ser el primer Botticelli que haya recalado en nuestra ciudad en los últimos quinientos años, nuestro Van Dyck, magnífico retrato ecuestre de Francisco de Moncada que nos lo han tenido “escondido” para su restauración mucho tiempo, y el recientemente adquirido de Sorolla de la tiple Isabel Brú. Por lo demás me pondría hablar de lo mucho que se puede admirar en ese museo y no acabaría. La actual exposición temporal del museo comisariada por la historiadora Elena de las Heras, está dedicada al interesante escultor valenciano José Capuz, uno de los principales renovadores del lenguaje escultórico en la España de la primera mitad del siglo XX. Personalmente me interesa su lado más renovador y en cierta forma “adelantado” que aquel que mira a sus referentes del pasado más próximo (Roden, Maillol…).
En la Fundación Bancaja el programa expositivo no cesa un instante, manteniendo un nivel más que notable en los últimos años. Ahora mismo la exposición que se lleva todas las miradas tiene un título muy punky y musical, London Calling, y expone obras del apabullante panorama artístico inglés de las últimas décadas. Comisariada por Maya Binkin y Javier Molins, ha logrado reunir una importante colección recopilada directamente de una imponente nómina de artistas provenientes de las islas británicas que convierten esta muestra un acontecimiento verdaderamente relevante en el panorama artístico de nuestro país, puesto que no recuerdo otra ocasión en que bajo este paraguas conceptual se haya juntado a todos los “enfants terribles” del entorno británico. Nombres de la talla de David Hockney (desaparecido Bacon, el más grande pintor inglés vivo), Sean Scully, Tony Cragg, Damien Hirst, Anish Kapoor, Julian Opie, Cornelia Parker o Rachel Howard entre otros. Si arte contemporáneo y dinero se reclaman mutuamente es de alguna forma lógico que en la actualidad Londres sea una de las ciudades más efervescentes en el panorama artístico a ello hay que añadir un gran coleccionismo desde abajo y una efervescente actividad expositiva.
Nos vamos al Centro del Carmen que hasta el 19 de septiembre expone la delicada e introspectiva obra artística de Manu Blázquez (Valencia 1978) en una muestra que ha titulado Pas de deux y que le ha valido para conseguir el reciente premio Alfons Roig 2020 de la Diputación de València al mejor proyecto artístico. Se trata de un trabajo puramente “de artista” pero también de investigador teniendo como punto de arranque el tratado de pintura del holandés Gérard Lairesse de la segunda mitad del siglo XVII, por ello. en este caso, es importante atender a los variados soportes empleados para cada una de sus obras, porque precisamente ahí y en el ritmo radica la clave de su trabajo. La exposición tuvo ya su primera parte en la galería Luís Adelantado con “Ritmo”, titulo que refiere el ensayo homónimo del compositor John Cage.
El barrio del Cabanyal y sus vicisitudes urbanísticas es el protagonista de otra de las exposiciones temporales a visitar, tras ser salvado por poco de aquella aberración que suponía abrir la avenida Blasco Ibañez hasta el mar, con las consecuencias nefastas de todo tipo que aquello supondría. La amenaza real de su ejecución dio lugar a una importante movilización ciudadana a través de distintas plataformas.
En 2015 con el cambio político en el ayuntamiento el compromiso consiste en elaborar un plan de rehabilitación del Cabanyal radicalmente diferente que se viene ejecutando, aunque quizás todo viene sucediendo con demasiada lentitud y un evidente peligro de gentrificación. La exposición aúna el mundo del arte y la cultura con aquel “Salvem el Cabanyal” que en la pequeña historia de esta ciudad fue, sin duda, un hito en cuanto un movimiento ciudadano de base que logró paralizar un macroproyecto. Más concretamente la muestra recoge una selección de las XVI ediciones de Cabanyal Portes Obertes que tuvieron lugar entre los años 1998 y 2014.
Finalmente, en Bombas Gens, un espacio que siempre es un gusto recorrer y a ser posible, visitar su jardín, Juan Uslé, el importante artista español (Premio Nacional de Artes Plásticas en 2002) que transita en esa delgada línea entre la figuración diluida y la abstracción español, nos presenta una suerte de retrospectiva de su atractiva obra desde los años ochenta hasta la actualidad. En la muestra también se exponen una serie de autorretratos y dibujos de carácter más geométrico y gestual.