VALÈNCIA (EFE/Carlos Bazarra). Las Fallas de València han llegado a su fin con la Cremà de sus casi 770 monumentos, entre grandes e infantiles, que este año han tenido un clamor casi unánime a favor de la paz y el medio ambiente en un mundo de guerras, tragedias, injusticias y contradicciones que tampoco ha escapado del fuego.
Con un balance provisional de cifras récord de afluencia turística -un millón de personas durante los cinco días grandes de fiesta, según el Ayuntamiento, y sin contar aún con los datos definitivos de ocupación hotelera- y de participación fallera, este martes se cierra un ciclo festivo marcado por el dolor ante el devastador incendio del barrio de Campanar del 22 de febrero, pero también por el buen tiempo y la ausencia de incidentes graves aunque el creciente nivel de incivismo reclama ya respuestas urgentes.
Las 384 fallas grandes han comenzado a arder a las 22 horas -cogiendo así el testigo de la Cremà infantil previa- entre castillos pirotécnicos, aplausos y lágrimas de las comisiones diseminadas por la ciudad y con el incesante ruido de petardos, la banda sonora diurna y nocturna de València desde primeros de marzo, al igual que esa mezcla de olores de pólvora, churros y buñuelos es el perfume valenciano por antonomasia con el que se despide al invierno.
A las 22.30 horas ha llegado el turno de la falla L'Antiga de Campanar, ganadora (con polémica, porque no estaba en ninguna de las quinielas) del primer premio de la sección Especial con el monumento "Canvi climàtic" del artista fallero Josué Beitía, plantado a apenas 600 metros del esqueleto arquitectónico en que quedó convertido el edificio incendiado hace casi un mes.
Con un presupuesto de 170.000 euros, la comisión quería hacer reflexionar sobre el cambio climático "a pesar de los negacionistas" y con dos estaciones (verano e invierno) en vez de cuatro, dejando a muchas especies en peligro de extinción.
Antes de esa falla han sucumbido a las llamas las que eran grandes favoritas y las más visitadas y alabadas, como las de Exposición-Micer Mascó (sobre los cinco sentidos), El Pilar (las muchas caras del vudú) o Convento Jerusalén-Matemático Marzal (el Olimpo de las redes sociales).
Y a partir de las once de la noche ha comenzado el espectáculo pirotécnico con el que se daba inicio a la Cremà de la falla municipal, en plena plaza del Ayuntamiento, con las dos enormes palomas -de 21 metros de altura- que se disputaban una rama de olivo como esa gran contradicción entre la guerra y la paz.
Era una falla aparentemente vanguardista y a medio terminar, más propia de las llamadas "experimentales", rodeada por otras paradojas como el progreso (una persona móvil en mano) aplastada por una realidad científica (una enorme manzana) y un pato gigante de goma junto a otro salvaje, como los que pueden verse en la cercana Albufera valenciana.
Otra de esas contradicciones diseñadas por el artista urbano Escif y materializadas por el artista fallero Pere Baenas era el polémico grupo de ninots encaramados a la valla de la mascletà como símbolo de migrantes que saltaban la de Melilla, y que tras las críticas de colectivos sociales finalmente se han retirado pocas horas antes de la Cremà para quedárselos el propio Escif.
Tras la orden dada por la fallera mayor, María Estela Arlandis -flanqueada por el president de la Generalitat, Carlos Mazón, la ministra de Ciencia, Diana Morant, y la alcaldesa, María José Catalá, así como su corte de honor-, la falla municipal ha comenzado a arder ante una plaza del Ayuntamiento abarrotada, con muchas caras ya de cansancio tras tantos kilómetros de paseo, tantas horas de fiesta y tanto gentío que sortear por las zonas más visitadas.
Las llamas han cumplido el encargo purificador de criticar, con la sátira de siempre pero con las técnicas y materiales sostenibles actuales, la contradicción de la acrobática disputa aérea de las inmaculadas palomas de la paz que tanto ha sido fotografiada este año.
Este año, los cientos de miles de personas que han paseado por València han comprobado cómo la amnistía y el 'procés' del independentismo catalán dominaba el argumentario satírico de las fallas, con Carles Puigdemont y Pedro Sánchez como protagonistas del relato fallero con permiso de las guerras y el anhelo de paz, con un omnipresente Putin, así como el medio ambiente y sus crisis, la economía y sus altibajos, la farándula televisiva y sus bambalinas y las redes sociales y sus esclavitudes. Nada de eso queda ya.
Un dispositivo de 380 bomberos municipales controlan hasta las tres de la madrugada la Cremà de un centenar de fallas para que no haya ningún problema, especialmente después de que cuatro comisiones hayan pedido cambiar la ubicación de su monumento o de la zona de fuegos ante su cercanía a edificios con fachadas ventiladas, como la que tenía el bloque residencial incendiado de Campanar.
Comenzará entonces la ingente labor de limpieza para gestionar los residuos (2,3 toneladas solamente en cenizas tras la Cremà de 2023) e intentar devolver a València a la normalidad del día a día, sin petardos ni calles cortadas, sin restos de fiesta y con la difícil tarea de encontrar un equilibrio entre el éxito abrumador de una fiesta tan masiva e internacional y las reclamaciones de quienes viven o trabajan en esta ciudad y su inabarcable Mediterráneo.