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el muro / OPINIÓN

Fallas y patrimonio

Foto: KIKE TABERNER
13/03/2022 - 

Las Fallas están a la vuelta de la esquina. Ansiadas, esperadas, deseadas. En apenas unas horas seremos, de nuevo, carne de petardo. Dos años de espera, como recuerdan los festeros y la propia sociedad. Veinticuatro meses en los que hemos vivido recluidos a causa de la maldita pandemia y ajenos al mundanal ruido. Ha pasado mucho tiempo. Hay que comprender que la gente está deseosa de esa libertad que permite una gran fiesta como la nuestra, única, singular y que nos representa social e históricamente.

Lo que todavía desconozco es si esta supuesta vuelta a una nueva “normalidad” aún desconocida como la vivimos en tiempos mejores será igual, prolongación o absolutamente diferente. Al menos en cuestiones de carácter turístico y festero porque las cosas continúan estando como están y nadie se puede fiar  de nada. Al menos, un servidor no lo hará y continuará evitando aglomeraciones y concentraciones. No está el momento como para fiarse del todo aunque algunos crean que lo hemos superado. Así que lo único que puedo pedir es prudencia.

Además, vamos a estrenar nuevos espacios festeros como son las reurbanizaciones de la plaza de Brujas, el entorno del Mercado Central y La Lonja, la denominada “nueva” plaza del Ayuntamiento o la de San Agustín, punto de encuentro y concentración hasta ahora del inicio de la ofrenda o la recogida de premios. Estas van a ser unas fallas de estreno, por lo tanto, novedosas.

Plaza del Ayuntamiento de València.

Lo que me preocupa es saber si la sociedad que habita o nos visita va a ser tan respetuosa y racional con los nuevos entornos o tan irrespetuosas como hasta ahora. Dicen que se va a multiplicar la seguridad en el entorno del edificio Gótico de La Lonja para evitar desperfectos y humillaciones a nuestro patrimonio más valioso. Para entendernos, verbenas, meadas, pintadas y suciedad a montones como antes de la pandemia; o si, por el contrario, vamos a ser conscientes de que el espacio urbano merece una protección más adulta, si el retito voluntario nos ha enseñado algo o todo volverá ser más de lo mismo.

Vista la forma en la que los gamberros ya han actuado en el entorno a los Santos Juanes o el Mercado Central cuyos elementos ya muestran señales de vandalismo y se han llenado de pintadas en el mobiliario urbano e incluso rotura despiadada de cristales del nuevo parking y mucha suciedad, no parece que nada haya cambiado. Da miedo pensar cómo vamos a reaccionar ante estos nuevos espacios en el futuro. Estas Fallas van a ser una prueba de fuego de respeto a la “nueva” ciudad o de nuevo de absoluto falta de respeto donde la diversión se confundirá una vez con libertinaje y desprecio.

Hemos tenido dos años para emprender acciones de pedagogía en torno a nuestros elementos patrimoniales, jardines y otros espacios que nos identifican como ciudad y ciudadanía. Acciones que nos representan y son señales de identidad. En estas Fallas nos jugamos mucho como ciudad. Serán un examen de nuestra capacidad como ciudadanía sería, madura y que ha aprendido lo que está bien y lo que no debe de ser.

Edificio Gótico de La Lonja de València.

Vamos a ser la primera sociedad de este país que “pone” fin a dos años de espera festiva. Tenemos una oportunidad para demostrar que igual que hemos madurado internamente con la pandemia también lo hemos hecho como ciudadanos que respetan su ciudad en pleno momento en el que los discursos de equilibrio, limpieza y sostenibilidad se han convertido en un mantra que nos ha torpedeado la cabeza día tras día.

Confío en que hayamos aprendido algo, al menos a ser respetuosos con nuestros semejantes. N o todo vale.

Tenemos una gran oportunidad para demostrar que como sociedad también hemos crecido en el respeto a nuestro patrimonio histórico y artístico. La fiesta no es poner patas arriba a una ciudad. Estas Fallas van a demostrar nuestra capacidad de cambio. Nos van a ayudar a conocer si hemos aprendido algo o si por el contrario la barbarie que tenemos acumulada en el estómago se ha convertido en respeto hacia los demás en todos los sentidos: desde el ruido, a la higiene y la mera tolerancia.

Gente en la segunda mascletà de 2022. Foto: KIKE TABERNER

Estamos a un paso de enfrentarnos a un examen de urbanidad en el que no todo vale. O sí. Depende de nosotros mismos. La diversión no está reñida con el respeto. Mantener ciudad depende de nosotros y en una época de crisis bélica y economía de subsistencia existente prioridades más importantes que gastar nuestros ahorros municipales y autonómicos en limpiar o recuperar todo aquello que nosotros mismos arruinamos en nombre de la fiesta. De no ser así, nada de lo que hemos sufrido y vivido habrá servido para nada. Estaremos en lo de siempre: miles de toneladas de basura abandonadas en las calles, millones de inversión en limpieza y patrimonio histórico y artístico atacado sin escrúpulos…

O sea, de nuevo la irracionalidad del ser humano bajo la excusa de la supuesta diversión fallera donde todo vandalismo es posible y la “garrulancia” y el “paletismo” más rancio se mantienen como señas de identidad. No lo permitamos. Seamos racionales y cívicos. Y si hay que multar el incivismo ya estamos tardando que para eso tenemos leyes.

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