València ha contraído una deuda moral con Vicente Miguel Carceller, su Alcalde lo sabe. La guía urbana sigue sin mostrar su nombre entre sus páginas. El callejero no dispone de condecoración alguna a su memoria. La historia no ha sido justa con el editor de La Traca. A menos de un mes para adentrarnos en el tiempo que por excelencia añoran los valencianos, el mes del tributo al patrón de los carpinteros, el remember del ruido de la pólvora zumbará los oídos de vecinos y turistas del Cap i Casal. La Traca, publicación satírica de la cultura popular se quedó sin mecha a finales del mes de marzo de 1939, tras el estallido de entrada en la ciudad de València de las tropas franquistas. Finalizaba el estruendo del ruido de las bombas que causaron terror y sangre en nuestro territorio, poniendo fin a uno de los episodios más negros de la historia española.
“Carceller, dibujante, periodista, autor teatral, empresario y por encima de todo, editor, personaje clave de la cultura popular de la España del primer tercio del siglo XX”. Así lo describía Antonio Laguna Platero en las páginas de su libro “El éxito trágico del editor de La Traca”, editado por El Nadir. La Traca, con un contenido de humor bròfec, popular, transgresor, revista siempre polémica, llegó a ser la de mayor difusión de España. El Carceller empresario destacó por ser un hombre emprendedor, aparte de sus negocios editoriales gestionó el Teatro Serrano, el Cine Metropol, Tapicerías Valencia, además de ser promotor inmobiliario de los primeras promociones de chalets de La Cañada. Sin olvidarnos del copioso trabajo desarrollado por Rafael Solaz Albert en Almanacs de La Traca, 1915-1918, en cuyo apartado ‘Ultimas horas de Carceller’ conocemos más de su trágica historia personal. Vicente Carceller no intentó huir de la ciudad pese a las posibles represalias hacía su persona; él solía decir que “no tenía miedo porque sus manos no estaban manchadas de sangre”. Aún así, el 10 de junio de 1939 se publicó la diligencia para “localizar y poner a disposición de esta Brigada (militar) a los colaboradores del soez, obsceno e impúdico semanario valenciano, La Traca”. Avisado, se escondió en varios pisos francos hasta que lo delataron. Carceller fue detenido un 16 de junio de 1940, y en menos de dos semanas ejecutado por la dictadura franquista en la localidad de Paterna.
Conocí de cerca la vida de Carceller gracias a una conferencia impartida por los editores de la revista fallera Cendra, en una de las salas del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. Manolo Sanchis realizó una magna ponencia sobre la prensa satírica. Manolo es doctor honoris causa en historia e investigación sobre cualquier escena teatral o artística que se precie de las fiestas josefinas, ilustre ciudadano de la estirpe imperial fallera y, a la vez, un erudito en el estudio de la vida y obra de Carceller. Me imagino que cuando lea estas palabras y me vuelva a ver a trote por la polis me recriminará su reconocimiento público, es parte de su simpatía. La figura de Carceller me interesó mucho desde aquella tarde sentado en una de las sillas del interior de la nave nodriza levantada por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava repleta de lagartos y especies envasados al vacío
En un trabajo realizado estos últimos años con dos ilustres compañeros de fatigas, Eduard Ramírez y Juanjo Medina, razonando sobre la vinculación en nuestra ciudad de las fiestas con el fútbol, abordamos la figura del editor valenciano. Como también lo fue la del proscrito presidente del Valencia CF Josep Rodríguez Tortajada, quien dirigió el Club en época de guerra. Carceller es un referente necesario para entender el valencianismo literario y popular del primer tercio del siglo XX. Tras el minucioso estudio llegamos a la conclusión de que después del fusilamiento y muerte del editor en junio de 1940 se ponía fin a Las Fallas indómitas e incómodas. A partir de 1940 comenzó un nuevo modelo de rígido control del poder político sobre la fiesta. Una sumisión a la nueva jerarquía instaurada, un instrumento del régimen franquista que canalizaba y acomodaba una fiesta popular silvestre.
El pasado año el Ayuntamiento de Paterna, localidad donde fue fusilado Carceller, reconocía públicamente la figura del editor otorgándole su nombre a la Biblioteca de La Canyada. En la ciudad de València se esperaba un guiño hacía su persona tras la renovación del callejero por el cumplimiento con la ley de la memoria histórica. Joan Ribó había mostrado su compromiso público de rendirle homenaje en la guía urbana. Como si se tratara del clásico momento, cuando uno se examina de la selectividad, y está a la espera de los resultados, ya que la Concejalía de Cultura de Gloria Tello había encargado el trabajo de la consulta a la Universitat de València; el resultado fue que Carceller no apareció en la lista de los 51 personajes que optaron a una plaza pública. Carceller no superó las pruebas que impuso la Universitat aunque yo hubiera suspendido sin opción de reválida a Gloria Tello. Como estamos en el mes de febrero, fallers: una crida a favor d’un carrer per a Carceller.