Hace apenas unos días, y en estas mismas páginas, el artista Horacio Silva afirmaba, con motivo de su inauguración en la galería Shiras de Valencia, algo que está en la mente de todos pero apenas muchos se atreven a comentar en público. Y es que, como bien sugería, no puede ser que en Valencia -extrapolemos la idea a cualquier otra ciudad- cada museo intente funcionar por su lado. Añadiría que sin escuchar al prójimo y más aún sin ganas de hacerlo.
Hoy ya es una batalla perdida, aunque nos cueste un pico, salga de los presupuestos generales y no tenga remedio. Y es que cada uno quiere su territorio, pese a que gobiernen los mismos partidos y entre esos mismos partidos políticos en sus respectivas instituciones se molesten a sí mismos sin escrúpulos. Es algo preocupante porque se nos escapa el dinero por todos los lados y lo peor, no avanzamos. Nos repetimos sin tiempo siquiera para la difusión.
Un servidor lleva tiempo denunciando ese mismo desmán que no conduce a nada salvo a la confusión: el amontonamiento de exposiciones sin más.
Algo similar ocurre con los teatros y espacios de artes escénicas gestionados por las administraciones públicas: no sabemos a qué se dedica en sí cada uno de ellos y hasta en algunas ocasiones parece que se programe por programar. O para molestar. Pero no conocemos dónde acudir para ver algo en concreto, salvo si tiramos de manual, pero no de deducción y menos de intuición.
Aquí todos compran obras de arte sin un objetivo claro. Da igual que uno haya organizado una exposición reciente sobre un artista o hasta un homenaje porque en breve aparecerá otra institución haciendo su propuesta sobre lo mismo.
Pero lo peor es que en estos, por ejemplo, ocho años de Botànic y de Rialto, nada ha cambiado, lo que demuestra o confirma que no existe una política cultural razonada y menos aún conexión entre áreas, departamentos e instituciones.
Que a la Generalitat le da por comprar obras de arte y allá que va, aunque igual no sea lo más oportuno. Que a la Diputación le pone montar una exposición, y en ello que se pone; que al Ayuntamiento se le ocurre una sugerencia, y no pasa tiempo sin materializarse… Todo ello produciendo un superávit exagerado al que hay que añadir museos y más museos y hasta salas concertadas.
Ni que fuéramos París o Nueva York. Ni que tuviéramos tanto público para llenar tantas salas oficiales y menos aún tiempo para descubrir, porque eso no es disfrutar de exposiciones sino más bien malgastar y despistar.
A la Generalitat hasta se le ocurrió dedicar una de las bases de la Copa del América a sala de exposiciones. Y aguantó dos cortes de pelo. Ahora ha comprado el denominado Palacio de Comunicaciones -Correos para entendernos- y como aún no sabe qué hacer allí pues más exposiciones, que es lo fácil. Pues si existe tanta sintonía política y afinidad con el Gobierno central y somos tan sorollistas que nos cedan una parte de la inmensa cantidad de obras que se almacenan en las dependencias públicas y allí que las llevamos. Más céntrico, imposible. Hasta Iceta estaría cuqui inaugurando y nos debería una menos. Pero no sucederá. No figura en el guión. Tampoco pintamos nada a la hora de reclamar.
Entiendo que estos gobernantes, muchos de los cuales nos dejarán en los próximos meses con un bagaje de gestión para el olvido, estén en esto para alcanzar el fin de mes, comprarse una casa o contraer matrimonio, pero que nos están dejando un caos expositivo, es una evidencia. Y lo peor, no hablan entre ellos, sólo hay que observar objetivos, oferta y resultados.
Faltaba lo de Bombas Gens y el intento por el que la propia Generalitat, vía IVAM -no se sabe si del PSPV o de Compromís o Podemos ya que van a lo suyo o lo creen propio- podría hacerse cargo de un proyecto al borden del naufragio. Me pregunto si esa iniciativa dejará en el aire la idea de Compromís de montar en el Parque Central otra subsede del IVAM y quedará en una simple foto promocional.
Lo de Bombas Gens tiene un riesgo que se llama sentar un precedente público/privado. Pero si estos gobernantes de la cosa pública están demostrando que son incapaces de ponerse de acuerdo en lo básico qué ocurrirá cuando metan cuchara en lo privado. No estamos para ocurrencias sin proyectos sólidos. Más bien sin proyectos globales conocidos, que es lo realmente importante.
En esta ciudad hay museos medio muertos de actividad y otros que no alcanzan ni para promocionar sus respectivos contenidos por lo que acaban convertidos en casas de cultura de barrio. Sólo gusta inaugurar y organizar actos sociales para “los míos”. Eso no es “cultura” sino desconexión de la realidad. Ruido que ya no es ni mediático.
Llevamos tiempo repitiendo errores. Un museo no es propiedad del gestor de turno sino fruto de la coherencia de sus objetivos y de la sociedad que lo mantiene. Hoy son consecuencia de nuestra propia ceguera. O más bien de quienes gobiernan.