VALÈNCIA. En un mundo que cada vez va más rápido, en el que la información vuela sobre nuestras cabezas y el ritmo frenético acaba saciando incluso lo que uno no busca, Fausto eres tú. El protagonista de una de las grandes obras de la literatura universal vivía, ya en la obra del alemán Goethe en el siglo XIX, ese sinsentido de acumular obsesivamente conocimiento sin un propósito mayor que el de saber. Como el sinsentido que puede resultar acumular obsesivamente rutinas, contactos, referencias, eventos o tarjetas de visita: más y más, sin freno y sin un objetivo alcanzable.
Jaume Policarpo lleva más de 30 años entre escenarios y parece estar más en forma que nunca: hace casi dos meses se hacía con cuatro galardones de los Premios de las Artes Escénicas de la Generalitat con el espectáculo La Celestina de Bambalina Teatre. Hoy resta los días que le quedan de ensayos y cuenta los que faltan para el estreno de su espectáculo para el Institut Valencià de Cultura. Ayer fue la primera prueba de luces, y mientras parte del equipo estaba detrás de una mesa, otros técnicos alzaban una inmensa pieza de la escenografía que no dejaban retratar para mantener la sorpresa del día del estreno. Los actores bailaban por el escenario jugando por el escenario, y cuesta sacar a Policarpo de la dinámica para que pose y se siente un rato a hablar de su creación.
El IVC estrenaba hace tan sólo unas semanas Antígona adaptada por Paco Macià, donde más que una revisión hacía una reinvención estilística del texto y la escenografía del mito griego con el foco puesto en la memoria histórica y el empoderamiento femenino. Una semana más tarde, el Rialto hacía lo propio con Alexandria, donde comparaban la ciudad del mundo antiguo con la nuevas tecnologías. La programación se vuelve a apoyar en las referencias añejas para invitar a la reflexión del mundo contemporáneo. Lo hará, a partir del próximo miércoles 5, a través de la figura de Faust.
Esta idea de recoger lo clásico para hablar de lo nuevo parece una clara tendencia del teatro valenciano, pero lejos de la vacuidad, Policarpo justifica que es una obra que desde hacía -cuándo descubrió y leyó a Goethe- le rondaba la idea de tratar al personaje de Faust a través de su prisma: "no lo hice antes porque siempre quería ser más maduro para afrontarlo... Pero ha llegado una edad en la que no me queda mucho más que madurar". Pero más allá de lo caprichoso, las intenciones del director (en todos los clásicos con los que ha trabajo en general, y este en concreto) siempre han sido las de estudiar y acercarse a la obra original, "desde el respeto pero adaptándola mucho".
En el caso de Faust, se ha acercado la obra a un contexto concreto: el del público que iba a ir a verlo (Faust eres tú) para que la producción fuera útil para la gente de hoy. Aunque el catalizador de la trama sea el agotamiento de estar ocupado y preocupado, la base parte de algo mucho más fundamental: el sentido de la vida y aquellos momentos de crisis y cuestionamientos personales. Por eso, el personaje del antagonista de la historia, Mefistòfil, cobra el sentido de enfrentar al personaje (y por ende, la platea) con su propio concepto de mal, y con esa consciencia que empuja hacia el hedonismo en vez de a la rutina. Y más allá, una invitación a preguntarse sobre todo sobre lo que se construye una persona, también la educación que ha recibido o los juicios que hace sobre los demás.
Los elefantes en la habitación
Aunque no dejan fotografiar la figura que ocupa gran aprte del escenario, es un elefante en la salita que es el Rialto, con una pirotecnia de montaje importante. ¿Es la estética y el montaje la manera de contemporaneizar la historia? Policarpo siempre ha defendido construir escenarios que utilizan una plástica muy poco nauralista y sin embargo muy ambigua para el lector: "Yo apuesto por escenarios más poéticos sin estéticas marcadas", cuenta. Aunque no se puede concretar, se podría decir que lo prometido no se quedará en deuda, y que el montaje en un escenario modesto, va a sorprender a las butacas.
Otro elefante en la habitación (este más metafórico aún) es el contexto artístico por el que se movera la obra. Primero, a nivel mundial, se vive una clara revalorización de lo artístico y lo religioso, siendo estos dos los pocos conductores por los que alguien tiene la oportunidad de frenar su vida, dejarse en manos de otra persona y mantener durante un rato el corazón y la mente abierta. "Vivimos en un mundo en el que tenemos mucha información, pero la mayoría es superflua, y el teatro que hago yo mantiene la emotividad, la fisicidad, necesita reflexión...", cuenta.
Y el tercero son sus recientes reconocimientos en los Premios de las Artes Escénicas, que aunque recomponen, solidifican, empujan e ilusionna, no dejan de ser algo simbólico. De paso, se atreve a hacer una radiografía del teatro patrio: "Después de muchos años en el que se estaba destrozando todo lo creado, parece que se ha vuelto a construir y ahora parece que se ha abierto una puerta por la que estamos cruzando", asegura, confirmando que a lo mejor se acerca el momento en el que decir que el sector local irá bien sea realista en vez de útopico.