Ya es un clásico de los casi tres años que llevo escribiendo esta columna, dedicarle un espacio al nuevo año chino que se acaba de iniciarse. En efecto, la noche del 11 al 12 de febrero pasados transitamos del año de la rata al nuevo año del buey. Entiendo que la mayoría de nosotros dormíamos o tratábamos de hacerlo. Algunos asediados por preocupaciones u obsesiones y otros, probablemente más afortunados, en calma y alegría cerca de a quién los ingleses (muchas veces certeros en la aproximación a los demás) llaman the signficant other.
Mientras, en China se celebraba el nuevo año. Es cierto que las mencionadas fiestas no se han producido con la intensidad pre-pandémica habitual (de hecho la autoridades locales se han visto obligadas a cancelar las celebraciones en varias provincias chinas por razón de los rebrotes de la covid-19) pero sí que se ha alcanzado cierta normalidad y superación de la situación. Lo comentaba con un buen amigo chino, en gran parte del país se instala progresivamente el alivio de que la pandemia ha sido definitivamente superada. Esta sensación contrasta todavía con la percepción generalizada que tiene la ciudadanía española de la situación que oscila entre la extenuación, el escepticismo derrotista y el cabreo intenso contra los responsables políticos que lamentablemente, en demasiados casos, no parecen parte de la solución sino más bien del problema por su incapacidad y su mediocridad no responsiva. Poca accountability veo aquí y mucho oscurantismo y prepotencia alejados de prácticas democráticas normales. ¡Ojo!
Volviendo al horóscopo chino, al seguir el calendario lunar, la fecha exacta del comienzo del año chino va cambiando. Lo cierto es que dejamos atrás el año de la rata (que es el mío, por cierto) que suelen ser años de grandes cambios y rupturas. Marcan el inicio de nuevos ciclos de 12 años. Por lo tanto los años de la rata son los primeros en el ciclo del horóscopo chino. Y la rata es la primera ya que, según la leyenda en la competición del Emperador de Jade para decidir e identificar cuáles iban a ser los animales que iban a tener el privilegio de formar parte del horóscopo chino, la rata siempre astuta y exitosa convenció al buey diligente, poderoso, honesto y esforzado que la llevara a cruzar el río. Y justo saltó antes de que el buey cruzara la línea de meta. La rata ganó así la carrera (dejando al buey en un melancólico segundo puesto, recuerdo aquello tan horrible del que el “segundo es el primero en perder”) y se convirtió de esta forma en el primero de los animales del horóscopo chino. Al final la inteligencia práctica, por no decir taimada, siempre es la garantía del éxito en este mundo de pugna y juego.
Es claro que a este pasado 2020, año de la rata, se le ha ido algo la mano en cuanto a emociones fuertes. Cuando arrancó el año tan solo se pronosticaba una ligera desaceleración en la economía y, sí cambios estructurales en el horizonte que irían aterrizando suavemente y, por cierta decantación, nos irían cambiando la forma de hacer las cosas y nuestra forma de vivir. Me refiero a la revolución digital, a las compras online etc. Evidentemente todo se ha alterado al estar dominado por la pandemia de la covid-19 y sus efectos inmediatos tanto en el ámbito de las tragedias personales (íntimamente ligado a la crisis sanitaria) como en el efecto devastador en determinados sectores de nuestras economías que lamentablemente van a erosionar las condiciones materiales y en consecuencia sociales de mucha gente y en definitiva nuestra convivencia.
Por lo tanto muy poca gente va echar de menos este 2020 (aunque seguro que habido momentos imprevistos brillantes y de gozo que han aliviado nuestras vidas y que tendrán una influencia duradera) que ha resultado trágico y disruptivo como pocos. Es cierto que alguna cosa positiva ha sucedido. Bajo el refrán muy español de “no hay mal que por bien no venga” la crisis de la covid-19 ha resultado determinante para conseguir sacar de la Casa Blanca a un presidente imprevisible, agresivo y desnortado. Sin esta crisis habría sido muy difícil (y le ha costado) que Joe Biden estuviese hoy al mando de los Estados Unidos. Y esa es una buena noticia para el mundo y para Europa. Conseguir que el multilateralismo vuelva a ser una pieza clave en las relaciones internacionales es una gran esperanza frente a políticas egoístas, erráticas y abocadas al fracaso.
Pero con el año del buey empezamos una recuperación. El mundo nuevo que se vislumbra todavía no se ha asentado y se requiere un tiempo de consolidación, de fortaleza y de cierta obstinación. Todo lo que representa el buey. Dejamos atrás ese año de la rata caracterizado por la zozobra y la incertidumbre para pasar a un año de transición. Se trata de buscar la tranquilidad, honestidad y la templanza para conseguir una libertad de mayor calidad.
Siempre que he preparado esta columna sobre el año nuevo chino me he encontrado numerosas publicaciones que hablaban de lo que iba a suceder en el ámbito económico, político, social. Ese año estoy huérfano de esos artículos que me inspiraban. Básicamente no hay nada y lo poco que hay es de un esoterismo indigesto. Por lo tanto tendré que recurrir a la creatividad y a la intuición que son amantes arriesgadas.
Mi pronóstico (y esto es de una arrogancia entre decimonónica y libertaria) es que este año va resultar tan decepcionante como los tiempos de convalecencia. Regresar a los momentos de apogeo es un oficio triste ya que todos pensamos que cuando hemos estado ahí volver debería ser algo sencillo. Pero generalmente no lo es. Cuando la mala suerte te golpea, hay que hacerse un ovillo y aguantar. Este planteamiento está lejos de ser épico (que es lo que realmente nos gusta a todos o por lo menos a mí). Se trata del cálculo de la madriguera para estar listo para salir al mundo, a los grandes espacios, a la vida. Y entre la debacle, el accidente y la expansión siempre hay un periodo de transición necesario. Pasamos de la contracción a la liberación. Así son los ciclos de la vida, de la naturaleza, del destino.
El buey implica positividad, trabajo duro y la honestidad que se nos va a requerir en los próximos doces meses. Tendremos que ser leales (sobre todo a nosotros mismos), consistentes, creíbles y resistentes. Así como durante el año de la rata el elemento era el agua siempre cambiante (como su contrario el fuego) y estaba asociada al yang (esto es purito taoísmo), lo masculino, la destrucción caprichosa (y creativa también), la actividad e incluso la penetración. Mientras que el buey está más relacionado con el misterioso yin que es pasivo, suave, lento y misterioso de lo femenino. Simboliza la estabilidad y el crecimiento personal. Su elemento de anclaje es la tierra. El buey siempre se ha representado de esta forma en todas la culturas. No solo en la asiática. Basta con recordar los animales que habían en el portal de Belén. Es imposible eliminar en la iconografía cristiana la mula y el buey que custodian a Cristo.
Por lo tanto, el nuevo signo del buey nos pide paciencia, serenidad y disfrutar con calma de lo que nos pase. Y prepararnos para el año del tigre que será el del gran salto. Y donde la fortuna, el amor y la personalidad volverán a sonreírnos. Templanza y sonrisas. Saldremos.