VALÈNCIA. Le lloran los ojos. Una no se espera que a un cómico le lloren los ojos. Una va con la idea preconcebida de que en cuanto abra la boca, el cómico soltará un chiste y quienes lo oigan llorarán, pero de la risa. Lo que hace Fernando Esteso (Zaragoza, 1945) cuando llega a la entrevista es saludar como lo hacen los caballeros influenciados por Nuestra Señora del Pilar, patrona de Aragón, Zaragoza y la Guardia Civil. Un saludo convencional y educado a medio gas. Ni sombra de chascarrillo, ni un ademán que indique que este hombre fue protagonista —junto a Andrés Pajares y Antonio Ozores— del género cinematográfico del 'despelote' o 'destape', como bautizó el periodista Àngel Casas al cine de poco presupuesto y mucha carne que surgió con la supresión oficial de la censura franquista.
Nos encontramos dentro de un teatro sin función. Las pisadas que damos hasta que nos acomodamos en el patio de butacas hacen crujir la sala. Nuestras voces interrumpen el silencio. La de Fernando se proyecta clara y mesurada. Controla la dicción y las pausas entre respuesta y respuesta. En ellas deja vacíos legales, nichos de intimidad. O simplemente, hace pausas largas porque no tiene verborrea ni prisas; a pesar de haber quedado a comer con los amigachos —le preocupa llegar tarde—.
«¿Cómo es mi vida ahora? Pues por la tarde estoy con el Thorch, mi perro. Con mis hijos. Yendo a comer con mis amigos. Ese es mi plan». Esteso gira ligeramente el tronco hacia el escenario y añade: «Prepararme y cuando se pueda… —señala al escenario del Teatro Olympia, una de sus casas—. Estoy estudiando unas escenas que rodaré en Cartagena. No creo que pare de actuar. No voy a dar opción al público».