El prestigioso certamen donostiarra se prepara para una edición en la que las producciones españolas vuelven a tener especial protagonismo.
Todo está preparado para la 63 edición del Donostia Zinemaldia, que inundará San Sebastián de cine entre el 18 y el 26 de septiembre. Un año más, la organización del certamen, con su director, José Luis Rebordinos, a la cabeza, ha logrado confeccionar una programación atractiva y plagada de nombres de interés, tanto en el concurso como en las secciones paralelas, tarea nada fácil en su caso, pues es el último gran festival europeo de Clase A del año, y no puede contar con los títulos que se han estrenado previamente en citas como Cannes, Berlín, Locarno o Venecia.
En 2014, por ejemplo, once de las dieciocho películas que fueron a competición ya habían pasado antes por el mastodonte de Toronto. La feroz competencia internacional o los intereses y rivalidades de los distribuidores son factores decisivos a la hora de elaborar una selección de films que no siempre coincide con las aspiraciones iniciales de los gestores festivaleros.
Probablemente esa sea una de las razones por las que San Sebastián se ha convertido en los últimos años en el refugio predilecto del cine español de autor. La presencia de RTVE entre los principales patrocinadores del certamen ofrece una visibilidad a las películas nacionales (cobertura en telediarios, por ejemplo) impensable fuera del marco del festival, que de este modo se convierte en importante caja de resonancia (lo de Málaga, por desgracia, es otra cosa) de la producción estatal, hecho que subraya la sección Made in Spain.La afirmación no es gratuita. Este año hay veintidós películas en la sección oficial (incluyendo las proyecciones especiales y fuera de concurso). De ellas, once son españolas o tienen participación de nuestro país en la producción. Heredero apuntaba hace unos meses que la tendencia no trabaja precisamente "a favor del prestigio que San Sebastián necesita afianzar para poder desarrollar una política autónoma de programación", puesto que para los productores y directores foráneos puede comenzar a resultar poco atractivo "ir a jugar a un campo donde el equipo local siempre golea". Una reflexión, concluye el crítico, "necesaria para no caer en el engañoso espejismo de la autocomplacencia, siempre tan peligrosa, y para no hacernos trampas a nosotros mismos jugando al solitario". Sin embargo, este año se repite la apuesta, aunque no puede decirse que los títulos escogidos no merezcan estar en el festival.