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Festivales de música: que siga el baile de cifras

La dificultad para concretar el número de asistentes a las citas de la Comunitat responde a prácticas poco precisas que se vienen perpetuando “porque los demás ya lo hacían”

15/02/2016 - 

VALENCIA. El ritmo se siente en las inmediaciones, repiquetea en nuestros oídos, pero no seremos los únicos que arranquemos a bailar. Con la temporada de festivales de música a punto de empezar, los eventos de la Comunitat se afanan por cerrar cupos de entradas y cabezas de cartel, aspirando a revalidar las buenas cifras de asistencia del año pasado. Alrededor de 850.000 personas pasaron por las siete citas más importantes de la Comunitat en 2015, según datos proporcionados por la Asociación de Promotores Musicales. Esta entidad recopila las estadísticas de las propias empresas organizadoras, que a su vez se basan en datos de cuantificación recogidos por… ¿quién?

Queda La decisión de cada evento incluir invitados, multiplicar por dos o por diez, contabilizar a los que entran o salen

La mayoría de festivales ofrecen entradas de forma directa a través de sus páginas webs y mediante tiqueteras asociadas, que pueden suponer hasta el 80% de las ventas totales. Cabría suponer que el cómputo de impacto se extrae de la suma de ambos datos, pero no es tan sencillo. Queda a decisión de cada entidad incluir en la cuenta invitaciones o pases para eventos asociados, multiplicar por dos o por diez el número de días, contabilizar a los que entran o a los que salen del recinto (o a los que entran y salen) y otro sinfín de pormenores. Al final se acaba produciendo una clara falta de unificación de criterios para obtener unos datos que más tarde serán comparados entre sí.

Atendiendo a los recuentos actuales, el evento con más concurrencia del año pasado fue el Arenal Sound, que alcanzó los 260.000 asistentes (43.300/ 6 días), seguido del Rototom Sunsplash, que habla de 250.000 (+31.200/ 8 días). A continuación, estarían el FIB, con 115.000 asistentes (28.700/ 4 días); el Low Festival, con 70.000 (23.300/ 3 días); el Medusa Sunbeach Festival, con 66.000 (22.000/ 3 días); el SanSan Festival, con 44.000 (11.000/ 4 días) y el Marenostrum Music Festival, con 40.000 (20.000/ 2 días). Dos de los siete mencionados superan la barrera de los 200.000 asistentes, algo en lo que solo les acompaña otro festival nacional, el Viña Rock (200.000 - 66.600/ 3 días) que comparte, por cierto, titularidad empresarial con la gestora del Arenal Sound.

Vamos por partes. El hecho de difundir el global de asistentes a todo el evento es una costumbre que induce a confusión. Los propios organizadores de los festivales lo admiten. “A nosotros también nos sorprendió. Cuando empezamos en el negocio de los festivales, las cifras de venta ya eran muy altas. Pero como vimos que el resto lo hacía así, nosotros también”, aseguran desde el Arenal Sound. “Cuando los demás están dando cifras que superan los 100.000, no vas a salir a decir que tienes 20.000 al día”, indican desde el Low Festival. “Ha sido una mala práctica que se ha prolongado durante varios años. Al principio solo se decían los asistentes totales y llegamos a un momento de burbuja en la competencia. Pero es mucho más interesante contar por días”, reivindican desde el FIB. Esas son las respuestas que llegan desde cada uno de los departamentos de comunicación de los eventos.

La carrera autoimpuesta tiene una meta cada vez más lejana que cada cual alcanza con su propia estrategia de fondo. Mientras unos hablan de espectadores (incluyendo a invitados a fiestas de bienvenida, despedida y demás eventos paralelos), otros reclaman que únicamente se valore a aquellos que pagan entrada. Así lo manifiesta José Manuel Piñeiro, del Low Festival: “Nosotros no vamos a incluir a quienes están en la playa ni en la fiesta de la plaza. Solo contamos a quienes permanecen en el recinto, es una cuestión de honestidad”. Sin embargo, ¿qué pasa si en lugar de acotar el cómputo al fin de semana más importante decides incorporar en la operación toda la programación circundante? Apliquemos esto al caso del Rototom Sunsplash, que envuelve el evento con hasta diez días de actos.

Cuando una persona opta por EL ABONO DE tres días, automáticamente pasa a convertirse en tres personas PARA LA CUENTA

También resulta polémica la contabilidad de abonos, que en la mayoría de casos supera el 50% de las ventas de entradas. Cuando una persona opta por ponerse la pulsera que le da acceso al festival durante tres días, automáticamente pasa a convertirse en tres personas. “Es muy difícil el cálculo, no puedes hablar solamente de un asistente. Si va a estar presente durante tres días, lo contamos tres veces, porque en realidad ha comprado tres entradas. Hablamos de 40.000 espectadores, 40.000 impactos”, argumenta Michel Sepúlveda, como portavoz de SanSan Festival. 

“Sería mejor decir que se han vendido tantos pases y así sabemos a qué nos atenemos”, afirma Tomás Abril, de Arenal Sound. “¿De qué te sirve crear una burbuja si luego se va a pinchar”, añaden desde el Low. “Todo el mundo barre hacia casa, es normal, pero no solo en los festivales”, matiza el SanSan. Parece un reconocimiento múltiple, pero eso sí, siempre mirando hacia otro lado. “Obviamente como cuando hay una manifestación, Policía y convocantes no se ponen de acuerdo en las cifras de asistencia. ¿Se puede hablar de especulación? Quizá en algunos casos sí. Pero no en el FIB. Aquí somos muy rigurosos”, asegura su representante de prensa, Gustavo Navedo.

La barrera está en los tornos

Hay festivales que no quieren ni siquiera oír hablar del tema de la asistencia. El portavoz del Medusa Sunbeach Festival, Ibai Cereijo, admite que se trata de una cuestión “controvertida”. Muy delicada si además se relaciona con el control de aforo por motivos de seguridad. “Preferimos no hablar de ello. Simplemente por aparecer relacionados se crea una imagen negativa del evento. Se generan dudas, aunque tus prácticas sean rigurosas”, añade. “Admito que se hacen muchas barbaridades por ahí, pero nosotros trabajamos escrupulosamente”, sentencia. Y entonces nos habla de los tornos.

Existen diversas empresas encargadas de dar servicio de identificación y acceso a los festivales. Es el caso de la valenciana Idasfest. Participa desde el principio hasta el final de la cita, incluyendo el momento de inscripción, venta física y online. Su papel se torna clave durante el acceso al recinto. Es ahí cuando sus herramientas informáticas permiten la contabilización de acreditaciones en tiempo real gracias los chips de las pulseras o las terminales instaladas, ya sean tornos o cualquier otro tipo. Sus datos se transmiten por radiofrecuencia y en tiempo real a la Policía para la supervisión.

Cada vez son más los festivales que recurren a sus servicios (y pronto todos estarán obligados a controlar el aforo de este modo), por lo que cabría suponer que sus datos son de gran utilidad. A nivel seguridad, permiten saber quién entra y quién sale, cuántas personas hay en el recinto al instante. Pero en lo que al recuento de asistencia se refiere, su impacto es bien distinto, y no siempre se interpretan adecuadamente. ¿Qué pasa si alguien entra, sale y vuelve a entrar? ¿Estaríamos hablando de uno o de dos asistentes? Desde la misma empresa admiten que muchas veces se hacen medias con sus datos y se suelen multiplicar. “Si te fijas, nunca se pasan del aforo”, añaden: “Alguien se inventó ese truco y, como uno lo hace, pues los demás tienen que hacerlo también”.

Por qué y para qué

“Los patrocinadores se guían por la cifra global de asistentes”, comentan desde la entidad organizadora de Arenal Sound, que también gestiona el Festival de Les Arts en Valencia. Las marcas comerciales encuentran en las grandes citas musicales una oportunidad insuperable de alcanzar a su público objetivo. Es por ello que invierten grandes cantidades de dinero, hasta el punto de que el patrocinio puede marcar la frontera entre la vida y la muerte, entre un buen y un regular cabeza de cartel, entre un precio de entrada asequible o abultado. Solo cabe recordar el doloroso divorcio FIB Heineken, que le costó al evento 700.000 euros anuales, además de la intensa campaña de publicidad.

“Siempre es más vistoso hablar de decenas de miles de asistentes que de unos cientos al día”

Ahí va uno de los motivos del vistoso envoltorio. Se trata de “llamar la atención” de la publicidad y, para ello, las cifras de asistencia en formato XL son un eficiente reclamo. “Siempre es más vistoso hablar de decenas de miles de asistentes que de unos cientos al día”, admiten desde el Sansan. Como recuerda el Low: “Es un sistema lícito, porque al final somos empresas privadas, con muy pocas o nulas subvenciones, y tenemos que hacer matemáticas”. Ahora bien, pese a que puede venderse mejor o peor, el FIB insiste: “Lo que tu das a las marcas es lo que hay, porque si no luego te van a pedir explicaciones. Lo cuentas de una manera o de otra, pero es la cifra real”, recalcan. 

“Nosotros trabajamos sobre calidad, no sobre cantidad”, dice José Manuel Piñeiro,el año pasado tuvimos 2.000 personas menos y lo dijimos. Para mí, sin embargo, fue una edición del festival mejor, porque se pulieron cosas de la producción. ¿Qué más da unas personas arriba o abajo?”. “En el FIB ha habido de todo”, asegura Gustavo Navedo, “pero cuando hemos tenido menores cifras de asistencia también lo hemos dicho”. Defienden su sinceridad en los malos momentos, pero las expectativas siempre son a mejor. Mejor que el año pasado, mejor que hace cinco, mejor que hace diez. El éxito vende éxito. 

Asimismo, en los festivales existe la tradición de fijar el precio de la entrada en base a unos cupos de asistencia que se van rellenando. Es decir, las primeras 10.000 a un precio, las segundas a otro, y así hasta… en algunos casos no hay tope. A veces también depende de la proximidad de la fecha. Tanto el FIB como el Low aseguran tener un máximo fijado. “Este año los tickets son un poco más caros porque las ventas van muy bien, pero el año pasado no se subieron hasta abril”, dicen desde el Low. “Cuanto más asistente, más precio. Si tengo un aforo limitado, tiene que ser así”, añade el SanSan. “En Les Arts estamos notando lo bien que funcionó la primera edición y en esta segunda llevamos unas 22000 entradas”, asegura Tomás Abril, quien insiste en que mantendrán la vocación “de festival económico”.

A cierre de esta edición, el precio de las entradas del Rototom Sunsplash había arrancado en 140 euros por 8 días, iba por 160 euros y aspiraba a llegar a los 200 euros. El del FIB, 147 por un abono de 4 días (con acampada); Arenal Sound, 80 por 6 días (con acampada); Low Festival, 58 por 3 días; Medusa Sunbeach, 56 por 7 días; y SanSan, 38 euros por 4 días. El más económico sería el Festival de Les Arts, por 35 euros, aunque solo dos días. Las diferencias son considerables y sí, van en paralelo a su cuota de asistencia.

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