restorán de la semana 

Fiaskilo

Elisa y Alberto tienen en la calle de La Paz un restaurante asentado en una cocina honesta, fresca y con el sabor de la Italia que enamora

| 30/06/2023 | 4 min, 34 seg

VALÈNCIA. En el centro de València es complicado encontrar un restaurante que aúne calidad, humildad, buenos precios y que te hagan sentir como en casa. Diría más bien que es casi una misión imposible si estás en la turística calle de La Paz. Pero las pequeñas joyas están a veces más cerca de lo que creemos y en el número 20 de la calle de la Paz se encuentra el restaurante Fiaskilo, que con su buen hacer ha sumado a un gran número de parroquianos, fieles a las ideas que surgen de la cocina de Alberto Lugli y que con tanta amabilidad y cariño cuenta a los comensales Elisa Galvani. Ellos, Elisa y Alberto, están detrás de Fiaskilo, el restaurante italiano al que vas por casualidad y te quedas para siempre. 

Adeptos a Fiaskilo y a su cocina honesta, fresca y con el sabor de la Italia que enamora, la de la autenticidad y el sabor. Platos de pasta fresca que salen de la pequeña cocina en la que Alberto despliega todo su buen hacer para idear nuevas propuestas que sorprendan a los clientes habituales y a quienes acuden por primera vez. Por eso, aunque se trabaje con un menú cerrado (14 euros), siempre tiene alguna sugerencia del día. “Nuestro secreto es que lo hacemos todo al día, con productos frescos y de calidad”, comenta Alberto. Yo añadiría otro: su hospitalidad. 


Una fórmula que les ha llevado a cumplir este 2023 diecisiete años, por lo que aterrizaron a la ciudad mucho antes de que llegara este boom de los italianos y las pizzerías. Algo impensable cuando ambos, por separado, tomaron la decisión de vivir en València. Primero fue Alberto, original de Carpi, que cuando supo que unos amigos suyos traspasaban un local del centro de València decidió dejarlo todo y venirse. "Estaba a punto de comprarme una casa en Inglaterra, donde trabajaba en un restaurante, pero decidí empezar esta aventura que ya lleva diecisiete años". Luego, casualidades de la vida, Elisa, natural de Sant'Ambrogio di Valpolicella, pasó unas vacaciones en València y decidió quedarse. No mucho después el azar hizo que se conocieran y construyeran su propia historia, siempre vinculada a Fiaskilo.

Y con el boca a boca y su buen hacer empezaron a abrirse hueco en la milla de oro de València y a ver cada vez más caras asiduas —“somos una pequeña familia”, dicen ambos—. Lo hicieron con platos que ya son un clásico, como sus espaguetis a la carbonara con guanciale, linguini con alcachofas y guanciale; linguini con calabaza y longaniza o pasta fresca rellena (se llama caramelo) de ’nduja (sobrasada italiana) y queso scamorza. “Alberto siempre juega con los productos de temporada para ir variando el menú y las propuestas fuera de carta”, comenta Elisa sobre esa amplia oferta. Lo hace recordando que el menú cuesta 14 euros y consta de una ensalada o antipasti, un plato principal, un postre y/o café, bebida y pan. 


Además, aquí se elabora todo al momento, utilizando productos frescos e italianos. De hecho, en su vitrina se puede ver Mozzarella de búfala, tomate Piennolo Vesubio,… Ingredientes que hoy son sencillos de encontrar gracias a la proliferación de italianos que hay en València, algo que era bien distinto cuando ellos empezaron. “En los inicios era más difícil encontrar guanciale o mascarpone, por ejemplo, y eso hacía que tuviéramos que emplear otros ingredientes en su lugar”, recuerdan. Por suerte, las cosas cambiaron y todos los productos que necesitan de Italia los consiguen.

Un restaurante italiano en el que las pizzas se dejan solo para el almuerzo y son al corte, siendo la de jamón York y champiñones la más habitual —aunque también las hacen con otros ingredientes—. Bueno, como Elisa matiza, “es una pinsa romana”, que se diferencia de la pizza por su forma ovalada y la elaboración de la masa.

Recetas sabrosas, con la pasta al dente y en la que la salsa es la justa para acompañar a la pasta y que no quede ahogada. También de proporciones adecuadas, para que rebañes el plato y te quede sitio para el postre, elaborados por Elisa. De ellos destacan el tiramisú, que desde hace un año lo elabora también de pistacho, la tarta de queso —riquísima— y los cannoli o la panacota.

Todo ello hace que Fiaskilo sea el refugio en los mediodías de muchas personas que lo sienten ya como su casa gracias al trato de Alberto y Elisa y a su cocina italiana sencilla pero exquisita. Un restaurante honesto en el que disfrutar de ese parón del mediodía, pero en el que es mejor reservar para no quedarte sin sitio. En primavera y otoño la terraza que está en la calle es ideal y sino siempre tienes una de las dos salas. Sea donde sea comerás bien, tendrás un buen trato y saldrás sabiendo que regresarás. 

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