Desde hace 70 años, el tercer jueves de cada mes de noviembre se descorcha la primera botella de la campaña de este caldo joven y afrutado. València se sumó en 2010 a esta celebración mundial, que este año ha tenido lugar en el Trinquet Pelayo
VALÈNCIA. Se definen como un grupo de “amantes del vino, el buen comer, el arte de vivir y las fiestas”. Pero por encima de todo, les une su gusto afrancesado, ya sea de cuna o adquirido. Guía Hedonista se coló el pasado 23 de noviembre en la fiesta más importante de los Compañeros del Beaujolais; la que celebra cada año el descorche de la primera botella de la campaña. Puede que el Beaujolais Nouveau no sea el mejor vino del mundo, pero sin duda puede presumir de tener la campaña de marketing más eficiente y rentable del sector.
Desde hace 70 años, el tercer jueves de cada mes de noviembre se repite esta ceremonia en todos los lugares del mundo donde existe una cofradía Beaujolais. La hora exacta a partir de la cual está permitido catar la primera botella del año son las doce del mediodía. La cofradía de València, fundada en 2010 por Pierre Mateo y presididas actualmente por Jean Pierre Barco, se esperó este año hasta las diez de la noche. Sus 25 miembros coparon la sala del restaurante Trinquet Pelayo para maridar la cena con su caldo joven preferido. Muchos de ellos llegaron engalanados con el uniforme oficial de Beaujolais: sombrero y chaqueta negro, traje verde y una tasse de catas colgando del cuello. El color del cordón es un distintivo de antigüedad; por lo general es verde, y se cambia por el rojo y verde cuando uno alcanza el rango de “maestro”.
“Esta tradición comenzó como una estrategia comercial para dar a conocer el vino de esta región al norte de Lyon, pero con el tiempo se ha convertido en un rollo muy simpático”, nos explica una de las cofrades, Dora Sánchez. Esta profesora universitaria de Filosofía, criada en Francia hasta los 16 años, encontró en los Compañeros del Beaujolais un lugar de intercambio cultural y de amistad, en el que puede hablar el idioma de Flaubert con personas a la que le unen intereses comunes. Como Nadine Cussac, ex cónsul de Francia, o Anthony, un británico que decidió disfrutar de su retiro en València. También encontramos a un profesor del Liceo Francés, a un ex presidente de la Cámara de Comercio…
Ceremonia, discurso, música en directo y mucha risa (bastante inducida por el vino). Resulta curioso pensar que esta misma escena se repite casi simultáneamente en ciudades tan diversas como Melbourne, Vancouver, Ciudad del Cabo o Nueva York. Hay lugares donde la llegada del Beaujolais se celebra con espíritu de aventura. Nos cuenta Anthony que en Londres se organizan carreras de coches para ver quién regresa antes de Francia después de recoger sus cajas de vino en la bodega francesa que corresponda –son varios los productores que fabrican este vino dentro de la misma Denominación de Origen-.
El Beaujolais Nuevo es un vino extremadamente joven que se elabora con uva gamay. Las reglas que rigen en la Denominación de Origen son muy estrictas. Los 4.000 viticultores de esta región al sur de Borgoña están sujetos a normas muy rígidas: por ejemplo, están obligados a recoger la uva manualmente y a incluir el racimo entero en la maceración del mosto. Este tipo de vino afrutado y ligero se elabora mediante maceración carbónica, lo que implica que no se extraigan los taninos amargos de las pieles de las uvas. Apenas 6 u 8 semanas después de la cosecha ya se procede a su comercialización, que se adelanta así al resto de vinos que por lo general deben esperar hasta mediados de diciembre.
Comparado con otros vinos franceses como el Borgoña, el Beaujolais es poco conocido. Sin embargo, gracias a esta tradición de raíz mercadotécnica, la mitad de la producción este caldo sencillo y vulnerable –que hasta después de la Segunda Guerra Mundial solo se bebía localmente- se exporta cada año a países como Alemania, Japón o Estados Unidos.
Se atribuye al empresario Georges Dubouef la idea de convertir el Beaujolais Nouveau en un objeto de deseo para amasar liquidez económica en las semanas siguientes a la cosecha. Se le ocurrió la idea de celebrar una carrera a París llevando las primeras botellas de la nueva añada. Esto atrajo la atención de los medios, lo que contribuyó a que en 1970 la llegada del Beaujolais se hubiese convertido en un acontecimiento nacional. Las carreras se ampliaron a países vecinos de Europa y Norteamérica en los años ochenta y a Asia en los noventa.
El slogan, entonces y ahora, sigue siendo el mismo: Le Beaujolais nouveau est arrivé!