Cuando el asunto de la injusta financiación a nuestro territorio comenzaba a ser algo así como de ‘relevancia nacional’ y parecía que estábamos entre las prioridades del gobierno central, aparece el ‘prusés’ en todo su apogeo para romper la convivencia y de paso dejarnos, una vez más, en segundo plano.
No por repetido pierde sentido aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”. Quizá en esta sociedad excesivamente volcada en la imagen, los memes y los videos cortos sea bueno pararnos un poco y volver a poner en valor la letra, el texto, la escritura, pues a través de ella reflexionamos y razonamos con mayor calma y profundidad sobre conceptos e ideas. Pero la brillante foto que encabeza este Tintero me parece una gran metáfora de cómo el ministro de Hacienda trata a la Comunitat Valenciana, pese a que en unas horas el presidente del gobierno recibirá al de todos los valencianos para abordar el asunto de la financiación. En la imagen parece que la señora le diga: “Señor Montoro, usted se ríe de los valencianos en su cara, verdad?” y él en su clásica pose estilo señor Burns, saca la media sonrisa maligna y pérfida que denota pasotismo, ninguneo y cierta altanería.
Estudios basados en datos, estadísticas, ejemplos; sesudos análisis realizados por grupos de expertos en materia económica, noticias y artículos de opinión, hasta la actualización del Informe y lo casi impensable: la unidad de las fuerzas políticas, de la sociedad civil, de los diferentes agentes que con casi total unanimidad reconocen la necesidad de modificar el modelo de financiación actual, que deje de ser un sistema que nos aboca a no recibir lo que merecemos, a endeudarnos eternamente y a no poder disfrutar de los mismos servicios públicos y con la misma calidad que otros habitantes de España.
Y hete aquí que cuando todo parecía encaminarse a convertirnos en lo que algunos de nuestros líderes ya bautizaron como el ‘problema valenciano’ y acaparar el necesario protagonismo de los medios, presionar al gobierno central, solicitar una reunión al más alto nivel que se producirá mañana jueves y por fin poner solución a esta situación; los amigos del norte con cada una de sus decisiones –a cada cual más surrealista y provocadora– se han convertido por derecho propio en los protagonistas no sólo de los medios, sino de las “decisiones” de las instituciones del Estado y por ende del gobierno que se supone preside Mariano Rajoy.
Los valencianos con nuestro trellat (y también nuestro meninfotisme), hemos realizado aquí una labor razonablemente seria, primero preparando los argumentos, aunando voluntades y siempre en los cauces del estado de derecho y la democracia representativa hemos llegado a Moncloa a pedir lo que es justo. Y mientras los catalanes que hace décadas que dejaron el sobrevalorado ‘seny’ para lucrarse como así demuestra el Clan Pujol y otros prebostes nacionalistas, han conseguido a través de la manipulación histórica, la invención más absurda de una realidad paralela y por supuesto, el dispendio y derroche para fomentar, promocionar e imponer todas las mentiras propias de un régimen totalitario y encima todo España tiene que debatir, preocuparse y esperar a ver que sucede en ese trozo que se ha convertido en una tierra hostil para ilustres personajes como Albert Boadella y de la que estoy seguro renegaría el genio de Salvador Dalí si viera a esa clase política y parte de la ciudadanía henchida de odio, bajo la barretina y sobre la estelada cubana, renegando de su españolidad.
Ojalá, el gobierno central tenga la capacidad, el valor, el coraje y la decisión suficientes para saber gestionar el problema catalán con firmeza y contundencia, utilizando la ley y los aparatos del estado; y al mismo tiempo sepa solventar un problema valenciano injusto y que nos ahoga desde hace décadas. Porque sino, el peligro será que algún día nuestro trellat para reivindicar lo que merecemos dentro de la legalidad vigente, en paz y armonía, derive en una actitud beligerante y de confrontación, imitando a los actuales líderes del Principado. No lo espero ni deseo, pues el ejemplo catalán debería servir para no imitarlos en nada.