VALÈNCIA. Una relación puede empezar de muchas maneras: rápida y apasionada; a fuego lento o fría y de dudoso futuro. En esto del cortejo no hay nada escrito –o hay mucho, lo que es igualmente confuso- pero de lo que no cabe duda es de que tanto el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) como la Tate Modern están iniciando un coqueteo que quizá acabe enredos de sábana. La directora del museo británico, Frances Morris, pisó ayer el centro dirigido por José Miguel García Cortés para presentar la conferencia ‘Género, generación y geografía: descubriendo una historia mayor’, que se integra en el ciclo generado por la Cátedra de Estudios Artísticos siglo XX/XXI, en la que colaboran la Universitat de Valencia, la Universitat Politècnica de València, la Universidad Miguel Hernández y el IVAM. La visita, en todo caso, sirvió para subrayar los puntos en común del proyecto museístico de unos y otros y abrir así la puerta a futuras colaboraciones que, aunque no se materializarán en el futuro inmediato, sí se intuyen después de una más que fructífera primera cita.
“Estamos preparando el 30 aniversario del IVAM con diferentes museos de toda Europa para, sobre todo en 2019 y 2020, traer exposiciones importantes. Queremos celebrar el pasado, pero sobre todo los que vienen, no queremos caer en una visión melancólica”, explicó el propio Cortés a Cultur Plaza. Y es en este camino hasta soplar las treinta velas, para lo que quedan apenas un par de años, que se podrá materializar la coproducción entre ambas instituciones. “Hemos estado hablando y continuaremos haciéndolo después de la conferencia. Son acuerdos, exposiciones conjuntas, que estamos tratando a largo plazo, trabajamos con dos o tres años de antelación”, indicó el director del IVAM, unas conversaciones que todavía se encuentran en fase embrionaria pero efectivamente encaminadas a encontrar un punto común del que pueda surgir la magia –si por magia se entiende exposición-. Y no es cosa difícil la de encontrarse en el medio del camino.
“[Frances Morris] está planteando una nueva lectura de la colección de la Tate que tiene mucho que ver con lo que el IVAM está haciendo, potenciando la presencia de mujeres”, concluye Cortés. Efectivamente, en la propia programación de 2017 de la pinacoteca valenciana se reflejan numerosos ejemplos que así lo demuestran: de Corpus de Helena Almeida, que abrió sus puertas hace pocas semanas en una muestra que llega a València con la colaboración del Museo Serralves de Oporto; a las futuras exposiciones centradas en la obra de Juana Francés, dentro de la línea de los casos de estudio que busca revalorizar figuras relevantes del arte en la Comunitat, o de la canaria Carmela García, estas últimas previstas para octubre y mayo de 2017 respectivamente. Es esta cuestión, la de visibilizar aquellos discursos de la historia del arte no considerados como ‘oficiales’ o al margen, la que centró la conferencia que ayer impartió Morris en el IVAM ante un salón de actos a rebosar y un vestíbulo en el que hubieron de instalarse sillas y una pantalla para que aquellos que no pudieron acceder al recinto siguieran la charla.
Vinculada a la Tate Modern desde hace al menos tres décadas, siendo curadora y directora de la Colección de Arte Internacional, fue en 2016 cuando pasó a ser directora de esta institución de arte contemporáneo, una de las más importantes de Europa, un punto de inflexión para ella y para el propio centro. Durante su charla ayer en el IVAM, la primera espada del arte analizó el modo en que han cambiado las perspectivas de género en los discursos artísticos presentes en los museos modernos y contemporáneos, así como la nula o escasa representación que las obras concebidas por mujeres tienen en las instituciones (cabe recordar que el porcentaje en los principales museos de la Comunitat Valenciana se situaba en enero de 2016 en el 5,19%). “La historia de la exclusión de las mujeres en el mundo del arte es la historia de la exclusión es el sistema social y económico”, sentenciaba para después añadir: “nunca pensé que iba a ser directora, quizá nunca fui alentada a tomar una posición de líder”. Para girar el rumbo de la nave, nada mejor que poner nombre y apellido en sus salas a artistas como Louise Bourgeoise, Yayoi Kusama o Agnes Martín, de quienes ha comisariado tres importantes retrospectivas, o Barbara Hepworth, Rebecca Horn o Marisa Merz. “Puedes darle un lugar a un artista poco conocido entre conocidos y tomará su papel en la historia casi de la noche a la mañana. Esa fue una lección muy importante que aprendí”.
La intención de ampliar ese campo de trabajo pasa por la revisión desde el punto de vista del género y, también, desde el ámbito territorial. Consciente de que Estados Unidos y la Europa occidental dominan el relato artístico ‘oficial’, una de las líneas de trabajo desarrollada por Frances Morris es la descubrir, conectar y mostrar aquellas figuras de países fuera de circuito. ‘An artist who cannot speak english is no artist’, reza la pancarta rosada creada por el artista Mladen Stilinovic, una crítica al eurocentrismo que se pudo ver hace unos días en la feria de arte contemporáneo ARCO de la mano de la galería Espaivisor. Esa es la tendencia que, desde Inglaterra, la nueva directora de la Tate quiere cambiar. A pesar del mercado, sí. “El arte extraordinario no se hace solo en América o Europa, también en China y otros países. Tomamos la decisión de comprometernos a construir una colección más global. Ha sido difícil pero ahora tenemos una colección más descentrada”.
Esto supone un cambio de postura que les fuerza a trabajar en red, no tanto de manera lineal, una modificación que, apunta Morris, les está “ayudando a reescribir la historia del arte”. De hecho, destaca de sus experiencias más recientes sus visitas a Rumanía. Cambios en los modos y, por ende, en los resultados, pues fue ella misma quien ayer mostró los ‘antes y después’ de cómo se exponían muestras en torno al pop art o el minimalismo, ahora incluyendo figuras quizá menos conocidas pero que completan esos huecos históricos tan necesarios. “Los artistas viajan; las ideas también”. Ni que decir que la apertura de la Switch House, el nuevo edificio que completa el complejo de la Tate, ha facilitado la inclusión de nombres y ha fomentado el mimo –espacial- con que se trata a cada uno de ellos. Sin planes a corto plazo para ampliar el museo desde el punto de vista físico, sí dejó patente cuál es una de las cuentas pendientes de la pinacoteca: una incubadora con la que potenciar a los artistas emergentes.