Hoy es 11 de octubre
El Teatre del Raval de Gandia, que cumple 30 años de vida este año, apuesta por una programación independiente, de calidad y en valenciano
VALÈNCIA. Este 2017 es un año especial para el Teatre del Raval de Gandia, que cumple 30 años de vida; llenando el auditorio de magia, ilusión, risas y sorpresas. Tres décadas en las que el trabajo de Pluja Teatre ha sido esencial pero también el de LaCasaCalba, que al ver cerradas las puertas de este pequeño teatro—en dimensiones, no en calidad— en octubre de 2014 decidió coger el testigo y mantener el teatro abierto. Una ‘excusa' perfecta para poner en valor el trabajo que se ha hecho a lo largo de estos años, en los que se ha acercado el teatro a la sociedad desde los más pequeños a los más mayores, apostando por una programación variada, de calidad, independiente y en valenciano. Sin olvidar su función cohesionadora: hasta el Raval llegan colegios de todas las comarcas centrales. “Considerábamos que era una pérdida grandísima para Gandia y las comarcas de alrededor”, explica Francesc Burgos, director artístico del Teatre del Raval, sobre su apuesta por un proyecto que también perseguía “poner en valor el trabajo que se había hecho previamente”.
Hoy la actual gestora ha convertido al Raval en un foco de proyección cultural: música, poesía, circo, escuela de teatro… Sin olvidar los festivales que se desarrollan en Gandia. Una programación asentada en la creencia de que “otro mundo es posible” y que fue concebida incluso antes de que LaCasaCalba tomara las riendas del teatro: “Nos planteamos convertir el Teatre del Raval en un centro cultural abierto desde una perspectiva trasversal en la que pudieran ocurrir más cosas que no fuera solo ver una obra teatral. También que estuviera al día de lo que ocurre en el mundo”, explica sobre los cimientos sobre los que se asienta el Teatre del Raval y que están en sintonía con la propia filosofía de LaCasaCalba, un colectivo de orientación musical vinculado al mundo del asociacionismo.
Esa perspectiva, comenta, ha llevado al teatro a ser “una isla cultural que complementa la oferta oficialista” y cuya realidad oprime y da libertad a partes iguales: “El Teatre del Raval es de gestión privada pero su vocación es pública, dando prioridad a la difusión de las artes escénicas”. Ello, explica, les sitúa en una “encrucijada” y en un “sin vivir”: “Es el único teatro privado que queda fuera de la ciudad de València y tenemos que jugar las cartas del negocio, aunque no lo seamos, ya que damos un servicio a la comunidad educativa y el público en general de las comarcas vecinas” y remarca: “si nos hubiésemos ceñido a los aspectos empresariales no hubiésemos reabierto el teatro”. Palabras que pronuncia haciendo alusión a esa falta de financiación por parte de los estamentos oficiales, a los que les pide “un apoyo decidido”, empezando por las subvenciones —“se convocan anualmente y deberían hacerlo por proyectos”— y terminando por la apuesta real por la cultura.
En este punto Francesc es muy crítico: “la Administración ha intentado convertirse en el único agente que promueve la cultura. Esto es un error porque las empresas privadas también podrían ejercer de mecenas o patrocinadores”. De ahí que resalte la necesidad de una ley de mecenazgo que permita a las empresas invertir en cultura, como ya ocurre en otros países: “podría compensar el descenso de los recursos públicos destinados a la cultura”. Igualmente, resalta que en la actualidad “se corre el peligro de apoyar solamente lo que funciona y en este sentido las administraciones también están involucradas pues se centran más en la afluencia de público que en aspectos como la calidad o la diversidad de opciones que se están dando para que la gente tenga una vida cultural plena”.
Por citar un ejemplo, critica la proliferación de festivales en detrimento de “la cultura de base” y echa en falta una “masa crítica consumidora de cultura”. En su opinión el consumo de cultura se centra en los grandes espectáculos y festivales fundamentalmente. “No es necesario que en cada pueblo haya un gran festival al que acuden miles de personas y acampen tres días, generando residuos, contaminando acústicamente la zona…”, comenta recalcando que apuesta por aquellos que enriquecen al barrio y a la ciudad. De hecho, el Teatre del Raval organiza un festival en cada estación del año: Hostes (febrero), Sona Baixet Fest! (abril), Pop al carrer (julio), RRRR! Festival. Art i reciclatge (octubre). A través ellos, enfatiza, se da más valor al barrio: “Es una herramienta de cambio y de concienciación en relación a esta crisis económica, social y ambiental que padecemos con este sistema capitalista que invoca a todos a consumir hasta la muerte”.
En contraposición a ese panorama que describe, LaCasaCalba fomenta proyectos singulares, que trabajen la perspectiva social y de proximidad y que estén más próximos al actual paradigma de las artes escénicas, con proyectos trasversales con una implicación social de trasfondo: “Estamos más cerca de esos proyectos sociales, comunitarios o educativos a través del arte como herramienta de cambio y no como una estructura rígida”. En su programación se puede ver ese trasfondo social, donde el ejemplo más claro es el recién celebrado RRRR! Festival. Art i reciclatge, que atrajo a más de un millar de personas de las comarcas de alrededor y de València. Gracias a él, la capital de La Safor acogió desde talleres a espectáculos relacionados con el arte sonoro y el reciclaje, temática en la que se centraba el festival este año.
Una programación que persigue “acercar las artes a la sociedad en general y no sólo a los más concienciados”. Y ahí se incluye también su apuesta por el público más joven: “Acercando la cultura a los mas pequeños pretendemos despertar la magia de las artes escénicas en ellos” pero también es “un acto de democratización del acceso a la cultura porque muchos niños no tienen un teatro en su localidad”. Una manera de entender el teatro y la función de las artes escénicas que seguirá defendiendo en los próximos años y que le anima a seguir luchando contra viento y marea. “El cambio de paradigma
de teatro a centro cultural es una realidad. Los teatros convencionales tienen sus días contados porque creo que es más una actividad del pasado que del presente”, sentencia.
Los próximos meses el Teatre del Raval acogerá una programación especial para culminar esa celebración por los treinta años de vida. Así, este mes el público podrá disfrutar con los espectáculos de The Melting Pot Pourri de Los Excéntricos (12 de noviembre) y Frágil de Clownidoscopio (18 de noviembre). Tampoco faltará Patrícia Pardo (24 de noviembre), que cumple 20 años en los escenarios y traerá el espectáculo de clown-circo Cul Kombat, acompañada en la interpretación por Amparo Oltra. Ya en diciembre, tendrán lugar los espectáculos de Screen Man (2 de diciembre), de Cia. El teatre de l’Home Dibuixat y Retrete Cabarete (16 de diciembre), de Cía. El Retrete de Dorian Gray. También se realizará la programación especial Un futuro de Joventut (del 23 de diciembre al 4 de enero), que contará con una feria artesanal, proyección de películas y espectáculos teatrales, de magia y musicales. La celebración culminará con una gala coral el 28 de diciembre (Día de los Santos Inocentes) y contará con la presencia de artistas amigos de LaCasaCalba. Un cierre de fiesta del que Francesc no quiere desvelar ni un ápice: “es una incógnita”, exclama.