Construyó sus primeras pistas de pádel trampeando con bancos y para buscarse la vida. Ahora Francisco Jesús Pérez es el mayor constructor del mundo y acaba de vender su firma a Atitlan
27/12/2021 -
VALÈNCIA.- El pádel ha tenido durante años la etiqueta de deporte elitista. Inventado en México en 1968 fue importado a España en 1974 por Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, aristócrata y promotor inmobiliario, que instaló dos pistas en el exclusivo Marbella Club. A partir de ahí, la expansión fue lenta pero constante: de las urbanizaciones de la élite madrileña (Club Puerta de Hierro, La Moraleja) hasta la más modesta residencia veraniega de José María Aznar, expresidente del Gobierno, en Les Platgetes (Oropesa).
Francisco Jesús Pérez Galisteo (Luque, Córdoba, 1986) era un niño en los 90, cuando el expresidente del Gobierno retaba y casi siempre ganaba en su retiro estival de Castellón a lo más granado del PP valenciano, desde Eduarzo Zaplana a Francisco Camps. En esa época, el pádel ganaba popularidad —las canchas proliferaban en polideportivos y las urbanizaciones cerradas de moda en la época— pero no se quitaba la fama de deporte pijo. Pérez, Fran para casi todos, ni jugaba al pádel ni era pijo. Sin embargo ahora es el rey, o uno de los reyes, del deporte de la pala.
La empresa que creó en 2014, Padelgalis, continuación de otra similar, construirá y montará 2.000 pistas de pádel en 2021. Ha instalado canchas en más de 70 países de tres continentes, desde México a Dubái pasando por Suecia y es el proveedor exclusivo del World Padel Tour, el mejor torneo del mundo. Pérez ha vendido el 70% de la compañía a Atitlan, grupo empresarial de Aritza Rodero y Roberto Centeno, yerno de Juan Roig, presidente de Mercadona.
La entrada de Atitlan en la compañía debería servir para mejorar la gestión e inyectar capital para financiar una mayor y más rápida expansión del primer fabricante de pistas de pádel del mundo. La compañía pronto estrenará nueva fábrica en Manises, ha comprado robots para soldar el metal de las pistas y está trabajando en la mejora de todos los procesos, tanto los de fabricación como la estructura comercial. Los comienzos, sin embargo, no fueron tan fáciles. Como su vida. Pérez y el resto de su familia llegaron a Valencia desde Córdoba en 1992, cuando el padre abandonó a su mujer y sus cinco hijos. El empresario explica los hechos con naturalidad. «Se fue a comprar tabaco y no volvió», dice sonriendo.
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«Es un asunto del que en ocasiones hablo por si nuestro ejemplo le pudiera servir a alguien. Si por cualquier razón pierdes a tu padre a o tu madre, puedes salir adelante, rehacerte y tener una vida satisfactoria». Los hermanos Pérez tuvieron una infancia, pese a todo, feliz. «Mi madre decidió venir desde Luque (Córdoba) a Alfafar (Valencia), donde tenía familia, con todos nosotros. Montó un restaurante porque comentaba con sorna que si el negocio iba mal siempre tendríamos algo que comer. Pasábamos sin ningún tipo de lujo pero son años que recuerdo con añoranza. Y, además, de la experiencia como empresaria de mi madre me quedó claro que, si podía, no iba a trabajar para nadie».
Pérez Galisteo no era buen estudiante. «Lo sacaba todo con cierta solvencia pero tenía la sensación de que cargaba de gastos a la familia y prefería ayudar en el restaurante o intentar sacar dinero por otros sitios. El buen estudiante es mi hermano gemelo —profesor de Secundaria—, él sí que es un fenómeno». Así, acabada la ESO, Fran empieza a trabajar. «En lo único que destacaba en el colegio era en plástica, y encontré empleo en una compañía de cuadros de brocha fina. Primero en el almacén, y luego, pintando y ayudando en el diseño de cuadros decorativos. Me iba bien, y creo que destaqué; mis cuadros eran de los más vendidos, hasta que la competencia china arrasó con el sector».
Pérez tuvo que reinventarse. Era jugador de pádel y pensó en montar un club pequeño, con dos pistas. Tenía 19 años y un proyecto, pero ni un duro. Con 18 años se había comprado casa y coche y los bancos se negaban a financiar el proyecto de un chaval que apenas superaba la mayoría de edad y estaba endeudado hasta las cejas. Necesitaba 120.000 euros. «Cada pista costaba 50.000 euros y además había que completar la instalación, alquilar una nave y pagar la fianza de la misma». Su banco solo le prestaba 12.000. Operación imposible, hasta que Pérez Galisteo empezó a cavilar «por pura necesidad. Confiaba a ciegas en el proyecto pero no tenía dinero».
La solución llegó, en primer lugar, por la vía de los costes. «Investigué un poco y me di cuenta de que no podía pagar una pista pero tal vez pudiera hacerla yo mismo. Compré el cristal, el césped, la pintura, el metal, una máquina de cortar y otra de taladrar y contraté a un soldador. Hicimos [su hermano Ramón le ayudó] las pistas con un coste de 13.000 euros la unidad». La financiación necesaria ya no eran esos prohibitivos 120.000 euros. Para arrancar la actividad necesitaba 36.000 . «Fui a tres bancos distintos y a cada uno le pedí 12.000 euros sin que ellos estuvieran enterados de las operaciones con las otras entidades. Firmé los tres préstamos en la misma mañana, para evitar que los departamentos de riesgos, enterados de la triple maniobra, la frustraran». Su hermana mayor, que le avaló, allanó la jugarreta.
Pérez lo cuenta divertido pero sin orgullo. «Lo hice porque no tenía otra alternativa. Tenía 19 años, estaba en el paro, con una hipoteca que pagar y estaba convencido de que el negocio iba a funcionar. A veces de la necesidad surge el ingenio». Sin embargo, en aquel momento el empresario no se planteó dar el salto a la construcción y montaje de pistas. «Nos limitamos a gestionar el club de pádel En Cubierto, en Albal, aún activo pero con otra propiedad, que funcionaba bien, hasta que un amigo que quería montar otro club nos hizo una propuesta. Le pedían más de 40.000 euros por pista, y si se las hacíamos por 25.000 nos las encargaba a nosotros que, a ese precio teníamos un margen de beneficio del 100%. Ya teníamos la maquinaria y cierta experiencia. Aceptamos, nos llegaron otras peticiones similares y hasta ahora».
El proceso fue largo y costoso. La competencia reaccionó con furia ante unos advenedizos que estaban ocupando mercado reduciendo los entonces enormes márgenes de la industria. Pérez y su socio, del que luego se separó, invirtieron tiempo y dinero en la búsqueda de materiales, ganar eficiencia en la fabricación y transporte y contratar y formar al personal. Las nuevas pistas, de mayor calidad, costaban 25.000 euros, casi la mitad que las de otras firmas del sector. «Éramos una empresa pequeña. Trabajar con margenes de beneficio del 20% nos hacía viables y rentables. Empezamos casi de broma y en 2020 fabricamos y montamos 2.000 pistas. En 2021, con la experiencia de Atitlan, queremos doblar y llegar a 4.000 pistas. Arrancamos con seis trabajadores y ahora tenemos casi cien».
De Beniparrell al World Padel Tour
Pérez quiso montar un club de pádel porque era jugador. De hecho, hacía pareja en el circuito valenciano con el mejor jugador valenciano del momento, Javier Rico, número 13 en el ránking del World Padel Tour. «Siempre bromeo con él recordándole cómo se nota que jugó conmigo. Lamentablemente, un accidente de esquí en el que me rompí tres vértebras paró mi progresión», dice con humor. Javi y su hermano, Josete Rico, número 30 del mundo, entrenan habitualmente en el Family Sports Center, otro club que montó en Albal en 2013. «Queríamos un showroom donde enseñar a nuestros clientes y distribuidores el producto que hacemos».
El mejor showroom, sin embargo, llegaría más tarde, en 2018. Ese año Padelgalis se convirtió en partner del World Pádel Tour, la mejor competición de pádel del mundo. «Tuvieron algún desencuentro con la empresa que les suministraba las pistas y llegamos a un acuerdo con ellos». Desde 2019, la firma valenciana construye y monta todas las pistas de la competición, tanto las de las pruebas Máster (Buenos Aires o Ciudad de México, por ejemplo), Abiertos u Open (Alicante, València o Malmo, en Suecia, tienen uno) como en las de los Challenger (Segovia o Albacete). Ese partenariado ha ayudado a instalar pistas en «los cinco continentes, desde Estados Unidos o Canadá hasta las Islas Maldivas».
El acuerdo está vigente hasta 2027. «La exigencia que tiene trabajar con World Padel Tour es máxima. Los tiempos de montaje son limitados, de apenas un par de días, porque los recintos tienen otros usos y no pueden estar parados. Y, lógicamente, las condiciones de la pista tienen que ser perfectas. De momento nunca hemos fallado y eso nos da un sello de calidad que lógicamente nos ha ayudado, aunque es difícil de medir el impacto real del acuerdo en nuestras ventas. De hecho, algunos años hemos doblado la facturación antes de trabajar con ellos». El crecimiento de Padelgalis ha ido de la mano, pues, del del pádel. Que ha sido vertiginoso.
La Federación Española de Pádel tiene 80.000 jugadores federados; la de Tenis se queda en 70.000. Entre 2009 y 2019 las fichas subieron un 283%. Y el boom no es solo español: el número de pistas se multiplica en gran parte del mundo. El futbolista Zlatan Ibrahimovic ha promovido un complejo de nueve pistas en Estocolmo, Padel Zenter. En Dubai se ha construido un estadio con gradas para 800 espectadores y este y otros países árabes están contratando a entrenadores españoles —y financiando estancias y torneos de jugadores locales en España— para promocionar este deporte. El World Padel Tour visitará el año próximo, en su proceso de internacionalización, Dinamarca por primera vez. Varias marcas especializadas en tenis (Babolat, Head...) apuestan por el pádel e incluso Wilson ha firmado un contrato de patrocinio y colaboración con la estrella histórica de este deporte, el argentino Fernando Belasteguín.
«Tenemos claro que en los próximos años el número de pistas se va a multiplicar». De ese crecimiento se podría beneficiar Padelgalis y la industria española del pádel, líder mundial. Hay otras empresas de su nicho (Manza Sport, propiedad del exsocio de Pérez, ubicada en Beniparrell; Ingode, de Crevillent, Alicante o Pádel 10, de Rubí, Barcelona) y muchas de las marcas especializadas en la fabricación de ropa y raquetas (palas, en el argot) son españolas: Nox, StarVie, Bullpádel o NB, la histórica enseña alicantina, ahora propiedad de una empresa gallega, que patrocina a Javi Rico.
Un socio para crecer
La expansión del pádel está lejos de acabar, y Pérez la afronta con confianza. «Empezamos en 2007, nunca hemos tenido deuda ni tampoco hemos repartido beneficios: todos los dividendos se han reinvertido en la empresa para financiar nuestra actividad con recursos propios, sin bancos, pero recientemente el crecimiento estaba siendo tan explosivo, de facturar ocho millones a cerca de treinta en poco tiempo, que pensé: necesitamos alguien que nos ayude. Siempre intento ser autocrítico y humilde».
La aparición de Atitlan fue relativamente casual. «Un distribuidor nuestro, que además es amigo, me comentó que tal vez Rodero y Centeno estarían interesados». La plana mayor de Atitlan visitó la empresa, aún ubicada en Silla, en marzo. «Yo les expliqué mi visión del negocio, firmamos un acuerdo de confidencialidad y les enseñé las cuentas y toda la información necesaria para que hicieran la due diligence». Tres meses y pocas conversaciones más tarde, el grupo empresarial se hacía con el 70% de Padelgalis.
¿Por cuánto? Pérez elude la pregunta: «Lo suficiente para que pueda vivir tranquilo», contesta. El acuerdo deja al fundador de consejero delegado, pero el control de la propiedad ya no es suyo. No le importa. «Ahora, con la entrada de Atitlan, creo que estamos en condiciones inmejorables para seguir creciendo. Y personalmente estoy aprendiendo mucho; estoy haciendo un máster en la empresa que fundé porque los profesionales de Atitlan tienen una visión empresarial de la que yo, pese a todo, carezco». El rey de la pista quiere seguir conquistando el mundo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 86 (diciembre 2021) de la revista Plaza
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