¿DE QUÉ BARS, NANO?

Freiduría Bar Boatella

Xics, bares del centro ¿A favor? ¿En contra?

| 17/07/2020 | 5 min, 52 seg

Recapitulemos. Por una parte, la mejor zona para comer en cualquier ciudad normalmente es cerca de un mercado, eso es así. Pero por otra parte, si ese mercado está pegado a una zona de airbnb’s y cazadores de guiris callejeros con menús, el resultado puede ser distinto.  Domingo por la mañana, bajamos las escaleras de la lonja silbando una de Miguel Bosé y comentando lo loco que está y giramos a la izquierda. Justo delante del mercado, ahí lo tienes, el bar Boatella. Toldo granate, barra interior, una terraza potente, y un par de mesas altas en las puertas. Afinando un poco el oído te das cuenta de que la terraza parece el comedor de la ONU o un chiste antiguo, porque hay ingleses, franceses y españoles.

Pillamos sitio en una de las mesas altas y yo entré a investigar.
El muestrario de la barra es apabullante, veo más cosas fritas de las que yo creía que se podían freír. Hay azulejazo y fotos de la Valencia antigua, como en todo buen bar céntrico.

- Hola ¿Qué tenéis de tapa estrella?
- Las gambas fritas. Eso y el pescado son lo típico de aquí. Luego tenemos sepia y estos champiñones. También hay una carta si quieres.
- Vale, gracias, ahora te digo.


Total, que estaba yo distraído, apoyado en la barra, pensando en lo que iba a pedir, cuando miro a mi lado y veo una figura espectral. Era un espíritu cadavérico como hecho de humo, cubierto con una capa marrón. Apenas se le veía la cara, y flotaba sobre el suelo como un dementor.

- ¡AAAAH! ¿Quién eres? ¿Quién te envía? ¿Eres la muerte? ¿Has venido a por mí?
- ¿La muerte? Oh, no, no, para nada. Me llamo Olor a fritanga. Soy un ente inmaterial no agresivo.
- Joder, Olor a fritanga, que susto. Das mucho yuyu con la capucha y lo de aparecer de golpe y eso.
- Ya, perdona, me lo dicen mucho también. Es que me gusta este lugar. A veces me quedo dando vueltas por aquí y echo la mañana. Por cierto, que camiseta tan guapa. ¿Te importa si me pego un rato a ella?
- Bueno, no sé… es nueva.
- Solo será hasta que la laves. Venga, la primera caña es mía, por el susto.

Pedí un mix de lo que vi apetecible sobre el expositor, cerveza y agua. Olor a fritanga y yo nos dirigimos a una de las mesas cerca de la puerta y le presenté a mis colegas. Resulta que una ya lo conocía de una hamburguesería del Perelló. Había estado enrollado con su hermana. A los pocos minutos, aparece un camarero con las primeras tapas, y un plato de pan con ajoaceite.

En la barra había visto unos champiñones que no tenían mala pinta, bastante grandes y oye, un poco de verdura entre tanto frito pues igual viene bien. Estaban boca arriba y rellenos de jamón serrano. En mi ingenuidad pensé…bueno, esto cuando lo saquen le van a poner una salsa mery, o un algo por encima. Pues tío, de la barra a la mesa, salieron sin nada, con una presentación más sosa que Rafa Nadal anunciando cosas. Just champiñón con jamón. No están mal, porque al final la materia es buena, pero les faltaba gracia.

Siguiendo la recomendación del camarero pedimos unos calamares a la romana. Llevan una capa de rebozado fina fina, como un Durex sensitive. No hay crujientor, son unos calamares de terraza de domingo. Vienen con la classic rodajita de limón, y tienen ese hilo elástico irrompible interno que hace que se te quede un trozo en la boca, y el otro conectado en el esófago como si hubiera hecho puenting. Diría que eran del mercado. Calamares sin más.

Pedimos también unas croquetas de pollo (las hay de bacalao). Están densas, un poco pasaditas de aceite, pero muy sabrosas.

Tío, la verdad que llevo probadas tres cosas y el marcador no sube. Todo es correcto pero no especial. Olor a fritanga se ofreció a ir dentro para pedir un par de cosas más, a ver si remontábamos.

Decidimos ir a por media de gambas, por ser la tapa alfa del lugar, y a por la ensaladilla rusa.

Nos llegan las gambas. A primera vista todo correcto. La cantidad es buena, parecen gambas felices, incluso alguna podría haber sido mirada fijamente por Quique Dacosta. Vamos a probarlas. Pillo una con la mano y…

Hosssstia nano, están frías.

Cuando una cosa frita se queda fría, se produce un proceso químico que ya otro día te explico, que hace que se quede blandurria y aceitosa. Coge las mejores patatas fritas, o el pollo rebozado más crujiente, déjalo enfriar unas horas y se convertirá en algo que le vas a acabar dando a tu perro. No sé si no le dieron bastante microondas, si se les pasó, o si tenían que darle una segunda tanda de frito. No sé de quién fue la culpa, solo sé que la vida es así y no la he inventado yo. Las gambas se quedaron en el plato y allí deben estar todavía. Una pena.

¿Y qué te cuento de la ensaladilla? Pues que es una ensaladilla completamente de mitad tabla, estándar, que no habla valenciano pero lo entiende, tiene un Seat León y se ha leído los Pilares de la tierra. Puntito ácido al fondo, tres saladitos Velarte, huevo duro rallado, guisantes, atún, zanahoria y patata. Nada por lo que te cruzarías Valencia. De hecho nada por lo que cruzarías un paso de cebra.

Pedimos la cuenta, ansiosos de ver si era precio guiri o precio autóctono. 35 pavetes entre 3. Finalmente decidimos invitar a Olor a fritanga porque estuvo contándonos unas historias muy buenas de cuando curraba en la churrería que montan delante de la FNAC.

Bueno, pues a 12. No es nada escandaloso. No es llamativamente barato, pero no es escandaloso. Nada destacable por lo que volver, pero también es cierto que en una zona plagadita de paellas de sobre, franquicias e imanes de flamenca, mantiene coherencia con lo que un bar de tapas debería ser.

Si un día os apetece una caña con algo, pues mira. Además, en invierno hacen alcachofas. Si véis a Olor a fritanga decidle que vais de mi parte, es buen chaval.

Goza de amplio aparcamiento.


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