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las series y la vida

'Friends' es homófoba, sexista y racista. Y muchas cosas más, todas ellas buenas

10/02/2018 - 

VALÈNCIA. Son tiempos de pensamiento binario. Si eres a, no puedes ser b, por más que existan otras 25 letras. Si algo te gusta eres fan (que procede de fanático, recordemos), si algo no te gusta eres hater, aunque no lo odies. Like/no like. Sí o no. Lo tomas o lo dejas. Por algún extraño motivo, si dices que te gusta una cosa siempre habrá alguien que entienda que estás diciendo que solo te gusta esa y nada más que esa y preguntará alarmado ¿y esta otra no? ¿por qué? Y tendrás que explicar que sí te gusta, pero a lo mejor menos, o de otro modo.

Todo esto viene a cuento de que los nuevos espectadores de Friends, que comienzan ahora a verla, descubren que es homófoba, sexista y racista. Hala, zasca. Ross y Chandler se ríen de los gays, manifiestan su rechazo frente a algún comportamiento homosexual, Mónica es objeto de burla por ser gorda, Rachel deja al final de la serie una gran oportunidad laboral por amor (haters de Friends, sí, esto es un gran espoiler), Joey es un machista y apenas hay gente no blanca.

Kathleen Turner interpretando al padre transexual de Chandler

Pues bien, resulta que todo eso es cierto. Y no nos damos cuenta solo ahora. Por mucho que se diga, ya nos percatábamos de ello cuando veíamos la serie hace años. ¿Por qué seguíamos viéndola entonces? Porque Friends no era solo eso y cualquiera que la haya visto lo sabe. Esas escenas, esas situaciones no resumen Friends. El problema es que una vez catalogada no parece haber vuelta atrás. Es otra de las características de ese pensamiento binario. Salvo casos muy burdos, ninguna obra cultural, o por lo que aquí nos toca, ninguna serie, es solo una cosa o se agota en un calificativo. Las series despliegan un mundo y no hay manera de explicar un mundo con una palabra. En él caben muchas cosas. Que Ross fuera a veces homófobo no agota al personaje. También era tierno, infantil, capaz de hacer cualquier chorrada por amor, divertido, inteligente (aunque no tanto como él creía). Y, cuando de verdad tocó tomar partido, acompañó al altar a su exmujer lesbiana y defendió el modo de vida de su ex frente a sus padres conservadores incapaces de aceptar la opción sexual de su exnuera. Chandler vio en su infancia como su padre se convirtió en mujer y, llegado el momento de la verdad, se reconcilió con su difícil pasado y su padre, ahora madre, asistió a su boda. Rachel en el primer capítulo aparece vestida de novia porque ha plantado a un tipo que solo quería que fuera una mujer florero y ella no está dispuesta a serlo. De hecho, a lo largo de la serie uno de los motores principales del personaje es mejorar su situación laboral y convertirse en una profesional respetada. Como Mónica, que acaba siendo empresaria y ganando más dinero que su marido.

La boda de la exmujer lesbiana de Ross

Un personaje o una situación homófobas o machistas no convierte a una serie en tal y no es lo mismo el punto de vista del personaje que el de la serie. Parece mentira que haya que decirlo, pero es que a veces cuesta mucho de entender, y así vemos como películas o series son juzgadas por alguna característica de sus personajes, olvidando todo las demás. Friends, como cualquier serie, ofrece momentos de todo tipo y reacciones diversas de todos sus habitantes, que muestran muchas caras y evolucionan. Les vemos fallar y acertar, hacer tonterías, ser nobles y mezquinos, ingenuos y cínicos, entre otras muchas cosas. Haters milenials de la serie: por eso no pasa nada si nos reímos con Friends. No significa que seamos homófobas o sexistas o racistas.

Que ahora prestemos especial atención a las huellas de la homofobia, el sexismo o el racismo es lógico, son cuestiones muy relevantes en nuestra sociedad y, por más que quede camino por andar, hemos avanzado en nuestro grado de intolerancia hacia esos comportamientos. Sin embargo, no tenemos problemas en aceptar a un asesino como protagonista e incluso identificarnos con él, y no hace falta a irse a Breaking Bad o Los Soprano para ello. Disfrutamos, porque lo hacemos, cuando alguno de esos personajes se carga a alguien que nos cae mal, o cuando gana la partida a un competidor; hasta aplaudimos. Nos gustan las peleas a pesar de la violencia y tomamos partido. Admiramos en películas y series a auténticos cabrones manipuladores que se salen con la suya y muestran un egoísmo atroz. No tenemos reparo en reir, disfrutar o llorar con ellos, a pesar de lo despreciables que son y de que las ficciones les glorifican. Porque para eso están las ficciones. Nos representan en todas nuestras dimensiones. Algunas con mayor finura y profundidad y otras de forma superficial y con clichés.

Y luego está el paso del tiempo. Juzgar obras del pasado según algunos de nuestros parámetros actuales va a llevar a la más profunda incomprensión y al rechazo. Eso lleva a la dificultad de disfrutar de sus cualidades, porque nuestra mirada acaba determinada por un único rasgo que puede incluso que sea secundario, pero que actúa como unas orejeras que nos impide ver nada más.

'Teresa soñando' (1938), de Balthus

Esta forma de acercarnos a las obras también lleva a la censura, peligrosísima en cualquier sociedad que se pretenda sana y libre. Se recogen firmas para retirar un cuadro de Balthus, se prohíben Las aventuras de Huckleberry Finn y Matar a un ruiseñor (!!??), los desnudos de Egon Schiele son censurados. Y más que vendrán.

Desnudo (1914), de Egon Schiele

Lo más curioso es que me veo aquí obligada a defender Friends sin ni siquiera ser muy fan de la serie, aunque me haya divertido con ella. Pero hay cosas que están por encima del gusto personal. Una de ellas es la necesidad de defender la capacidad de disfrute, de permitir a las obras desplegarse ante nosotros y mostrar todo lo que contienen. De llegar a ellas con una mirada libre de prejuicios y una mente abierta. Es cierto que en Friends están esas escenas y esas características de algunos personajes que ahora señalan los milenials. Y es bueno que se diga, muestra que avanzamos. Pero como en otras series y obras culturales, de mayor o menor calidad, también hay mucho más que eso. Y os lo estáis perdiendo.

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