VALÈNCIA. Este viernes 26 de marzo a las 17 horas, Galería Vangar inaugura La pintura al servicio de las nubes, una exposición del artista mexicano afincado en València José Antonio Ochoa. La muestra versa sobre la influencia que la iconografía del pintor Caspar David Friedrich ha tenido en el cine.
Siguiendo la línea de trabajo de proyectos anteriores del artista como Ut Pictura Kinesis, Tiempo sostenido o Mirar el Tiempo, la obra que presenta Ochoa en esta exposición trata dos temas principales: por un lado, la relación que existe entre el cine y la pintura, centrándose principalmente en un paisaje cinematográfico con alusiones pictóricas; y por el otro, el intento de invocar, desde la pintura, el concepto romántico de lo sublime y actualizar su sentido en nuestros días. La muestra permanecerá en el espacio de la calle Císcar número 57 de València hasta el 8 de mayo de 2021.
El título de la exposición proviene del crítico victoriano John Ruskin, quien en su libro Pintores Modernos, al hablar del paisaje moderno, y haciendo referencia a los pintores románticos –especialmente a Turner– escribió: “Si un nombre general y característico fuese necesario para el arte del paisaje moderno, no se podría inventar otro mejor que Al servicio de las nubes”.
La pintura al servicio de las nubes se centra exclusivamente en la figura del romántico alemán Caspar David Friedrich y la presencia e influencia de su iconografía en el séptimo arte. El punto de partida de esta exposición es el encuentro que tiene el artista con dos imágenes cinematográficas que hacen alusión a dos obras del Friedrich, que se encuentran en la Antigua Galería Nacional de Berlín: Monje frente al mar y Abadía en el robledal. El interés del artista, más que en las propias obras, está en la presencia de éstas en el cine; el cual se toma como referente para crear una versión propia, buscando así ese viaje de ida y vuelta: de la pintura al cine y del cine a la pintura.
Tras este encuentro fortuito que da origen a la exposición, el artista realizó un trabajo de documentación en el que fue recopilando imágenes cinematográficas que tuvieran ecos de Friedrich, que le sirvieran como referente para la creación pictórica. Para enfatizar esta relación, los cuadros llevan el mismo título de aquellos del Friedrich a los que hacen alusión. No obstante, se trata de obras con personalidad propia, que aún teniendo reminiscencias románticas, interpelan al espectador con gran actualidad.
José Antonio Ochoa nace en Ciudad de México en 1990. Es en la ciudad de Querétaro donde vivirá hasta comenzar sus estudios universitarios. En 2010 viaja a Chicago para participar en distintos cursos en la American Academy of Art. En 2011 se traslada a Sevilla para comenzar la carrera de Bellas Artes. En la capital andaluza recibe una sólida formación académica. En 2013 se traslada a València para continuar sus estudios en la UPV, graduándose en Bellas Artes dos años después. En 2017 termina el Máster en Producción Artística también en la UPV. Si bien se ha dedicado con mayor atención a la pintura, también ha trabajado en el ámbito de la escultura, utilizando diferentes materiales, como piedra, metal, resina o madera.
Ha participado en diversas exposiciones en Londres, Edimburgo, Sunderland, Helsinki, Chicago, Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Logroño, Ciudad de México y Querétaro. Ha ganado el Premio Nacional de Pintura Fundación Mainel, y también ha recibido distintos reconocimientos y selecciones en distintos certámenes de pintura, como el BP Portrait Award, el Premio de Pintura Joven IberCaja, el Premio Nacional de Pintura Real Academia de Bellas Artes de San Carlos o el Premio de Pintura BMW, entre otros. Actualmente tiene obra en la Colección Kaluz, el Museo Europeo de Arte Moderno, así como en colecciones particulares de México, Canadá, Israel, Nigeria, Inglaterra, Finlandia, Holanda, EE. UU. y España.
Desde la pintura intenta invocar el concepto de lo sublime y actualizar su sentido en nuestros días. Considera relevante traer a colación el discurso sobre lo sublime en el arte contemporáneo ya que trata sobre experiencias y cuestiones fundamentales para la persona que siguen siendo significativas dentro de nuestro mundo contemporáneo. Es un discurso que más que generar respuestas, plantea preguntas. Tratar este tema supone un posicionamiento de resistencia a la cultura de producción y consumo, y su inercia deshumanizadora. Ya sea desde el paisaje o el retrato, busca un espacio de serena reflexión.