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LOS DÍAS DE LOS OTROS

Gil de Biedma: diario en carne viva

10/05/2017 - 

VALÈNCIA. Las 672 páginas que componen los diarios de Jaime Gil de Biedma entre los años 1956-1985 son, más que un texto, una herida. Una abierta en canal, que supura y escuece. Una que jamás pudo cerrarse ni cicatrizar. En 1974, Jaime Gil de Biedma publicó Diario de un artista seriamente enfermo. Todavía faltarían trece años para que le diagnosticaran una enfermedad que se convirtió tristemente famosa en los años 90: el sida. El año 2015 supuso el descubrimiento definitivo y la publicación definitiva de los distintos diarios que el poeta perteneciente a la Generación de los 50 fue escribiendo a lo largo de su vida. Al Diario de un artista seriamente enfermo, se le unirían Diario de 'Moralidades'. 1959-1965, Diario de 1978 y Diario de 1985. Cada uno de esos diarios constituye no sólo lo que el editor Andreu Jaume llama el 'boletín del taller poético del autor', sino también una radiografía de un país que iba construyéndose desde el tardofranquismo hasta la democracia. En ese sentido, la unión de lo íntimo y lo político, vuelve a ser fascinante, como en la obra poética del autor de Las personas del verbo.

Sábado, 19 de mayo, 1962
Ahora, cuando examino la serie de accidentes y de crisis sucedidas durante este tiempo, se me despierta la sospecha de hasta qué punto no habré provocado yo mismo algunos de ellos y agravado otros inconscientemente. Y me parece como si hubiera estado huyendo -huyendo de algo o huyendo de mí-.

Todas las entradas están repletas de la búsqueda de la belleza, de la formación como poeta, de una concepción del amor tan cercana al dolor, de una vida construida, de una vida escondida, de los demonios que llevaba dentro y contra los que luchaba denodadamente. Empezó a escribir su diario para “adiestrarse en la prosa”, como él mismo afirmaba. Y también, qué duda cabe, para ponerse en orden. Pueden señalarse siete grandes ejes temáticos alrededor de los cuáles Gil de Biedma compone las entradas de sus sucesivos diarios. El primero tiene que ver con la política, con su particular y visionaria manera de comprender lo que estaba pasando en esos momentos en España. En el año 1965 escribe:

El franquismo no es más que un caos ideológico, aglutinado por el miedo, y presidido por un individuo de enorme astucia política y con una increíble intuición -hasta ahora- de por dónde pasan las líneas de fuerza que le permiten mantenerse en el ejercicio del poder.

Y casi como un politólogo es capaz de adivinar qué sucederá cuando muera Franco. Así pues, la transición como segundo tema de los diarios: 

Los frenos del proceso de liberalización , una vez desaparecido Franco, son fundamentalmente dos: 
1) la tendencia de todo stablishment político a perpetuarse tal cual. 2) Mucho más importante: el recuerdo de la guerra civil y el miedo de las clases actualmente en el poder -si ese miedo es capaz de impedir toda tentativa de racionalización política derechista de un estado de cosas que les será aún, en muchos aspectos, resueltamente favorable.

Casi con la misma fruición con la que se movía la sociedad española, se movía el poeta en el tercero de los ámbitos, quizás el más íntimo: el amoroso, erótico y sexual. Todos estaban cercanos a una cierta miseria moral, a una desesperación que le emparentaba con otro autor como Jean Genet. Así describía, por ejemplo, su encuentro con un chico de 20 años que ejercía la prostitución. 

Estábamos en el cuchitril más miserable que he visto en mi vida (…) Dolía respirar. No creo que se pueda expresar mi estado de ánimo ante el espectáculo de aquella espantosa miseria. (…) El vivir de continuo hostigados por las necesidades, aterrados, rechazados, retrocedidos al último escalón de la sobrevivencia, será su vida humana, será toda su vida.

Gil de Biedma vivió en una constante contradicción. Una que comenzó en el año 1956 cuando Jaime empieza a ser ejecutivo de la Compañía General de Tabacos de Filipinas que regentaba su padre. En sus ratos libres, en aquel despacho, el poeta escribiría muchas de las entradas de su diario. Y en Filipinas vivió y anotó extraordinarias experiencias:

23 de marzo, 1965
He recordado mi diario de Manila, hace nueve años, en el que aparecen consignados con la misma candidez notarial y con el mismo entusiasmo detalles muy parecidos, y he caído en la cuenta de cómo la edad modifica nuestra actitud con respecto a las actividades eróticas. A los 25 años consideraba casi obligatorio decir lo que uno tiene gusto en hacer, llamando pan al pan y vino al vino; ahora pienso que para qué contar lo que a uno le gusta, si a todos nos gusta hacer lo mismo y con media palabra nos entendemos.

La poesía, la literatura, era el quinto gran eje de su obra diarística. Un viaje a Oxford fue decisivo para conocer a algunos de los poetas más importantes de su madurez. Nora Catelli escribió un ensayo sobre Gil de Biedma en el que hablaba de su encuentro con la obra de T.S. Eliot, W.H. Auden o Stephen Spender. Conforme se acercaba a estos poetas, se alejaba de los que había considerado sus maestros, Jorge Guillén, entre otros, del que escribió: “Nada más irritante que esto de desarrollar ideas viejas que han dejado de interesarnos”. Un interés que, por el contrario, mantuvo intacto por otros poetas como Antonio Machado, Luis Cernuda o Espronceda.

Foto: Archivo/EFE

Por último, el propio Gil de Biedma como su peor enemigo (“Nada más triste que saber que uno sabe escribir, pero que no necesita decir nada de particular, nada en particular, ni a los demás ni a sí mismo”) y su enfermedad. Estos fueron los dos últimos grandes temas de sus diarios. Gil de Biedma estuvo internado en el hospital Bernard de París. Allí escribiría el diario del año 1985, el último. Cinco años más tarde moriría en Barcelona, víctima del sida. 

Como resumen de todo un diario-herida, esta entrada de 1978 que resumen su idea de felicidad:

Pero mi felicidad no es otra en el fondo que la de querer y que me quieran, sumada a la de encontrarnos el uno con el otro, inesperadamente rescatados de la rutina urbana, sin nada que hacer más que disfrutar del intermedio.


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