VALÈNCIA. Cuando a Isabella Rossellini se le empezaron a cerrar las puertas como modelo y como actriz al cumplir los 50 años, empezó un posgrado en etología, la rama de la biología y de la psicología experimental que estudia a los animales. Aquellos estudios derivaron en un compendio de videos cómicos sobre las peculiaridades de la vida sexual de las bestias. En aquellos cortometrajes, recogidos bajo el título antológico Green Porno, la protagonista de Terciopelo azul (David Lynch, 1986) y La música más triste del mundo (Guy Maddin, 2003) se disfrazaba para recrear los extraños rituales de seducción que preceden al proceso de apareamiento en los caracoles, las estrellas de mar, las libélulas, las anchoas y las abejas.
Más adelante, en una nueva tanda respaldada por Robert Redford, y disponible en su canal Sundance TV bajo el título Seduce Me, se transformaba en libidinosos salmón, araña, ciervo, caballito de mar, chinche, pato y chipirón. A este proyecto le seguirían otros, como la película Mammas (2013), donde mostraba el instinto maternal de distintas especies.
La viralidad de aquella ocurrencia reflotó su carrera cuando ya se había despedido de ella para comenzar a explotar una granja en Brookhaven, Long Island, llamada Mama Farm. “Una idea descabellada, fruto de una ignorancia total, porque no sabía el trabajo que supone”, declaraba este pasado año en Cannes, durante la promoción de su película La quimera (Alice Rohrwacher), que llega a los cines el próximo 12 de abril.
Como la hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, que tocada con alas, antenas, aletas y cascarones, transmitía guasa, pero no por ello dejaba de proveer de un contenido didáctico, la dramaturga Andrea Martínez también se sirve de animales domésticos en sus obras de teatro, pero en su caso, para reflexionar sobre la vida cotidiana en el siglo XXI.
La autora, nacida en 1993 en Almoradí, ha firmado tres espectáculos protagonizados por tres perros, en Wof, Wof, Wof; un gato, en Miau, Miau, Miau; y dos peces, en Glup, Glup, Glup. Este próximo 21 de marzo estrena la última entrega en Carme Teatre, donde está programada hasta el 24 de marzo.
La inspiración para su trilogía la halló en una publicación científica de su padre llamada Etología: la conducta animal, un modelo para el hombre, de Klaus Thews. Como en las fábulas de Esopo, Félix María de Samaniego, Tomás de Iriarte y Jean de la Fontaine, las tramas están relatadas desde el punto de vista de la fauna, pero, matiza la alicantina, lo hace sin moralejas, “la conclusión la saca cada cual”.
Aquel manual rescatado de una riada se ha convertido en su libro de cabecera. Mientras lo hojea en la entrevista, recuerda que el prólogo viene firmado por Félix Rodríguez de la Fuente, naturalista y divulgador que marcó a varias generaciones de españoles con su programa documental televisivo El hombre y la Tierra.
En sus páginas, Thews lanzaba predicciones de cómo sería el presente a partir de experimentos. “En los setenta ya lo sabían todo. A mitad del siglo XX no tenían cortapisas éticas, así que se practicó mucha crueldad con los animales, con lo que se averiguó cantidad de información que ahora sirve de base a la psicología tras internet”, explica esta graduada en la ESAD de Murcia y máster en Práctica Escénica y Cultura Visual en el Museo Reina Sofia y Universidad de Castilla - La Mancha que se ha elegido como nombre artístico Melena Androide, el nick que usaba en Pokemon Go en un guiño a un alter ego de Lena Dunham en Instagram.
Entre las barrabasadas que gastaron a los pobres bichos y que a Andrea le despertaron más interés está un experimento que llevó a cabo John B. Calhoun, psicólogo del Departamento federal de sanidad de Estados Unidos, donde relacionó superpoblación con criminalidad y drogadicción a partir de ensayos con ratones, y también las cajas de Skinner, un dispositivo donde se situaba una palanca que, accionada por palomas, les surtía de alimento. Cuando la recompensa empezó a ser aleatoria, a veces salía comida, a veces, no, los pájaros empezaron a apretarla compulsivamente.
“Esta reacción me conecta con la conducta que tenemos en el uso de las redes sociales, donde vivimos enganchados a un scroll infinito para ver si hay una nueva notificación”, compara.
En Glup, glup, glup, los testigos oculares de las conductas humanas son un pez de acuario llamado Lolo y un dispositivo inteligente que se acciona con la voz y baila llamado Big Mouth Billy Bass. Ambos viven en la estantería de una persona que no sale de su habitación.
Todas las piezas de la trilogía coinciden en abordar temáticas como el tiempo, la violencia, la influencia de internet, la pérdida de la intimidad y la sensación inminente de catástrofe. En este caso, la singularidad está en la disociación que caracteriza a las nuevas generaciones. “Componemos nuestra identidad a través de lo virtual, hasta el punto de que, a veces, nuestros avatares terminan confundiéndose con la identidad del mundo real. Cuando nos construimos una personalidad en redes sociales ponemos más de nosotros mismos que lo que a priori pueda parecer. No es pura apariencia”, distingue.
Su condición de milenial con un pie en la generación Z también se filtra en sus propuestas: “En la dramaturgia trato de ser universal y llegar a otras edades. El teatro más tradicional me gusta y creo en él, pero a la hora de hacer algo que tenga sentido en mi propio lenguaje siento un conflicto con la expresión oral”.
Las referencias e influencias de las que se nutre provienen de internet, el cine, la literatura y los videojuegos, cuyos códigos narrativos y estéticas se filtran en sus puestas en escena. En este caso, hay trazas de Twitch, entornos de realidad virtual, una escena motivada por TikTok y otra que prácticamente es un video de YouTube.
La escenografía es una caja blanca en la que van entrando y saliendo personajes que protagonizan un total de seis escenas. Glup Glup Glup arranca con la historia de los peces, que vertebran la obra, y entre la media docena de viñetas hay una que consta de introducción y banda sonora, “como si se tratara de una serie de Netflix de cinco capítulos, de forma que escénicamente se aborda como si fueran diferentes planos”, describe Melena Androide.
La escena más significativa del montaje es una conversación entre dos avatares en un entorno de realidad virtual, donde el intérprete usa gafas VR. “Es un streamer haciendo cosas a lo suyo, el diálogo real es el que mantienen los dos animales con los que cohabita. Los peces se miran más a los ojos y conversan más que nosotros hoy en día”.
El actor Paco Martínez Novell debuta como dramaturgo y director con Casi letal. La película en Carme Teatre