Hoy es viernes de mancheguismo brillante y vibrante y tiramos palante, que nos vamos a disertar de dorados.
Explicando lo primerito de qué va este asunto. Hablamos de vino de Rueda hecho de uvas blancas en forma de verdejo y/o palomino fino y todo cuidado con mimo. Para ir de la viña a ser vinificados y luego encabezados hasta los quince grados. Y ahí le has dado, porque se encaminará decidido a su damajuana a vivir la auténtica jarana. La de estar a la intemperie cogiendo ese color que será todo fulgor. Dieciséis litros muy locos de purita tradición, que darán paso al reposo en barricas de madera un par de años. Luego tocará lo de ser embotellados y al fin disfrutados. Como lo vamos a ir haciendo con el De Alberto Dorado (Bodegas De Alberto). Primera toma de contacto años ha, cuando los chicos de La Botica de Matapozuelo nos lo pusieron de aperitivo. Historias de afectos que nacen con sorpresa y curiosidad para ir aumentando en intensidad. Oxidativos de los buenos con lo suyo de gordito. Picardía detrás de un ramo de flores claras que prometen caricias. Y lo tomamos como entonces, contigo y aquel entrante de setas.
Continuamos con el 61 Dorado en Rama (Bodega Cuatro Rayas) que es mezcla de los varietales mencionados en las letras iniciales. Sutileza frente a paisaje de frutales pasionales. Almendras pasaditas por las brasas que calientan con calidez. Miradas límpidas y sinceras a las que siguen flechas certeras. Matices que van y vienen de acá para allá para que el juego no pare. Y que no se compare, porque es lo personal con una ración de queso local.
Retornamos a la bodega ya visitada con el De Alberto Pálido Verdejo (Bodegas De Alberto). Agrado en forma de seda que mantiene el alcohol casi oculto. Revoloteo de abejas que buscan un poco de polen amielado, pero nada dulce, que son de salado. Trago marcado porque no quiere irse y se declara fan del buen zampe. Lo que se llama gastronómico y que nos resulta atómico con unas revolconas y sus correspondientes torreznos.
Cambiamos de tercio con el Carrasviñas Dorado (Bodegas Félix Lorenzo Cachazo). De nuevo las dos variedades en buena compañía. Pasarela con estilo propio haciendo acopio de elegancia. Fragancia que se aproxima a la exuberancia manteniendo la compostura. Cerito de impostura, porque parece un alma pura y toda guapura. Y se desvela fuera de artificios convirtiéndose en fuegos artificiales junto al necesario lechazo.
Vuelta en redondo y atacamos al 61 Dorado (Bodega Cuatro Rayas). Dilaciones que son emociones. Potencia sin prepotencia de la que sabemos que es la esencia. Lo esencial mostrando todo potencial, lo que le da un valor diferencial. El de mares con toda su sal y olas que arrasan con fuerza al tiempo que con sutileza. Y esos perfumes que desde tan jóvenes son los nuestros, porque somos de natillas voladoras y platillos como unas migas con su pastor.
Ponemos el cierre goloso con el De Alberto Dorado Dulce (Bodegas De Alberto). Pasas que no pasan de nada, porque aquí son gozada. Ahumados y avellanas recogidas en plena campaña. Tierras y su amargor que resulta absoluto amor. El clamor de los que piden repetir porque no cansan para nada ni son empalagosos. Muy al contrario, tienen mucho más que ser hermosos. Y los deseamos a nuestra vera cienes de veces con ese bombón llegado de Bruselas para hacernos felices. Así, contentos como perdices toca despedirse hasta dentro de dos semanas.