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'Gran Hermano': un programa sin reputación, pero con éxito

Vuelve el clásico reality a prueba de audiencias en su decimoctava edición

23/09/2017 - 

VALÈNCIA. El primer 'Gran Hermano' me pilló en la facultad de Periodismo. Nadie sabía muy bien qué era eso, pero muchos compañeros ya empezaron a sobreactuar con el rechazo que les producía. A mí, sin embargo, me encantó. Desde el primer momento entendí que ahí estaba el ingrediente fundamental de la televisión moderna: la vergüenza ajena. El momento "quién me pone la pierna encima" me hizo mucha gracia. Me reí mucho yo solo en mi casa. Mucho, mucho. Como a toda España.

Me vi el reality cada día. Quedé consternado con la revelación de que algunas concursantes habían sido prostitutas en algunas fases de su vida y tuvieron que abandonar el programa avergonzadas, como en la España negra, pero por satélite. Odié al ganador, no me caía bien, y disfruté con la depresión de Ania, que se pasó medio reality hundida en la miseria y yo simpatizaba con su actitud negativa ante la existencia.

De la segunda edición, qué decir, todavía sigo empleando la palabra yoyah. En el cuarto, ganado por un noble baturro, le metieron las ovejas en la casa como regalo sorpresa el último día. Hubo pura belleza al ver cómo se comunicaba con ellas. Por otro lado, un argentino, Matías, se llevó a cuatro concursantes al jacuzzi.

Seguí viendo grandes hermanos cada vez con menos interés, porque de todo se cansa uno, pero confieso que cuando se planteó Hotel Glam, sobre el papel, me parecía una genial idea. 'Operación Triunfo', no obstante, nunca me hizo ninguna gracia. Aunque tuve que respetarlo, porque molestaba mucho a los músicos con ínfulas.

 

Porque los realities, generalmente, a quien más molestan es a gente con ínfulas. Se supone que los detractores del concurso se esperan que la gente en su tiempo de ocio haga cosas cultas o, en su defecto, comprometidas. Que hagan el favor de no ver algo que les divierta, sino que quede bien. Ellos al llegar a casa cada día seguramente lo que verán sea el pornotube de rigor y alguna serie americana violenta y con tetas y culos, pero el espectador del reality le parecerá un subhumano. Todos sabemos que el enemigo más implacable al que se enfrenta la sociedad es la estupidez.

El fútbol tampoco está muy bien visto, pero tiene más aceptación que 'Gran Hermano'. Millonarios en calzoncillos pateando tripa de vaca y escupiéndose entre ellos es menos inculto que ver el reality. Pero como Cristiano Ronaldo y Messi se han convertido en una especie de reality en la prensa especializada, el interés obligatorio pasa ahora por los deportes minoritarios. Si llegas a casa y te pones salto con pértiga, un señor cogiendo altura ayudado de una vara, te absuelven. Sociedad del espectáculo hasta las trancas, pero con pequeños y pudorosos reparos.

La convivencia de un grupo de personajes, que se ponen en ridículo involuntariamente creyendo hacer lo contrario, sus estrategias para triunfar, que no tienen nada de sencillas, y sus conflictos, como en todo grupo humano, no está bien verlas. Es soez. Y si te coge una persona bien te regañará o te torcerá el morro.

Dicen también que destruye la cultura, pero un blog como El Gato Encerrado está plagado de referencias culturales comentando cada día lo que ocurre en esa casa, está escrito por un tío con verdadero talento para juntar letras y sus análisis son más profundos que una crónica parlamentaria de las de antes.

Repudiado

El bombardeo es constante. Ian McEwan decía en El Periódico esta semana que no quería escribir unas memorias porque no quería verlas a la venta al lado en el estante de las de un concursante de Gran Hermano. En TV3, por ejemplo, se puede escuchar en sus acalorados debates la frase "no nos pongamos como en Telecinco" cuando están ya con la frente roja como Supermaño tras cantarse unas jotas.

También molesta que este año 45.000 personas hayan querido participar en el concurso. Pero yo creo que eso es síntoma de inteligencia. Nos encontramos en una época en la que hagas lo que hagas con tus estudios puedes acabar en el paro sobrecualificado y sin novia. Si te introduces en el mercado laboral, encontrarás gurús que recomienden que lo hagas gratis, porque ganas experiencia y currículum. Y si pasas esa fase, luego te encontrarás un salario "competitivo" ¿No es señal de ser inteligente tratar de librarse de todo eso entrando en un concurso que te puede solucionar la vida? ¿Ahora qué somos, protestantes calvinistas o qué?

 

Acusaciones de tongo

Tanto es así que este año los que se han quedado fuera del concurso finalmente, unos ochenta, han protestado y han acusado a la productora de tongo. En la gala del jueves se les pudo ver en el plató pegando voces y Jorge Javier, con sus nuevas gafas de moda, tuvo que invitarlos a irse. En las redes escribieron con el hashtag #RipGranHermano

Hemos llegado a la edición decimoctava. Viene con la coletilla de Revolution, un adjetivo rimbombante para lo que es más de lo mismo a fin de cuentas. Un concursante de Barcelona dejó buenas perlas en su presentación. Dijo asombrarse del éxito cosechado por chefs españoles de renombre "siendo unos catetos de pueblo que se subían a Francia a aprender". Es como un momento mágico de cruce entre los realities gastronómicos con el punto procaz de Gran Hermano.

Labor social

También hay una chica transgénero, Laura, de Sevilla. Un secreto reventado por Kiko Hernández en su blog. No es la primera vez que entra una, ya pasó con Amor Romeira de GH9, Desi, del 14 y un chico trans, Nicky, del 6. Hay quien dice que estos programas son los que más han hecho por el bajo nivel de homofobia que se registra en España.

Pero la bomba de esta primera gala es el retraso de la regla de Pilar: Quince días. Sería realmente increíble que estuviera preñada porque digo yo que debería verla un médico. No es este un asunto baladí, alguna vez se ha comentado que a Gran Hermano le faltaba un parto, El show de Truman hecho realidad. Aunque esta mujer abandonará el programa en Navidad de sobrevivir a todas las nominaciones.

Dudo que sea capaz de engancharme un año más, a estas alturas, al un reality como este que requiere tanta atención y tiene galas tan largas. Lo mismo que tampoco soy capaz de ver el fútbol durante todo el año y cada vez veo menos partidos conforme me acerco a los cuarenta tacos. Ni siquiera me interesan las series si no tengo la certeza de que son realmente buenas.Pero bienaventurado el que se enganche a GH si se lo pasa pipa. No hay nada mejor para reunirse a beber con los amigos que un reality como este. Saca lo mejor de cada uno, o dicho de otro modo, el Jorge Javier que todos llevamos dentro. Tomen notas de una de sus sentencias en la gala del jueves muy apropiada para estos tiempos convulsos, en referencia al atractivo de una persona joven: "Puede votar, puede follar".


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