Son los componentes clave en la fabricación de dispositivos electrónicos como ordenadores, teléfonos inteligentes, tablets, electrodomésticos, automóviles...
MADRID. La importancia de los chips, los microchips y los semiconductores en el desarrollo tecnológico actual es fundamental. Son los componentes clave en la fabricación de dispositivos electrónicos como ordenadores, teléfonos inteligentes, tablets, electrodomésticos, automóviles y muchos otros dispositivos tecnológicos. Los avances en la tecnología han sido posibles gracias al desarrollo de chips y microchips, cada vez más pequeños y potentes, que han permitido la fabricación de dispositivos más compactos, eficientes y con mayor capacidad de procesamiento.
Los chips y microchips han revolucionado la industria de la informática y las comunicaciones, ya que son esenciales para el funcionamiento de los sistemas de información, las redes de comunicación e internet. También han impulsado el crecimiento de áreas como la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la robótica y la realidad virtual, al proporcionar la potencia de procesamiento necesaria para estas tecnologías emergentes.
Ejemplos de su importancia los encontramos recientemente en dos empresas que han dado un salto de gigante en su capitalización bursátil: Nvidia y Oracle. Nvidia se convirtió por unos días en una empresa de un billón de dólares de capitalización porque tiene los mejores chips de entrenamiento de inteligencia artificial. Por su parte, las acciones de Oracle también han alcanzado un récord reciente en su precio, gracias a las ventas a desarrolladores de inteligencia artificial.
Se trata de un sector en el que hay mucho en juego y en el que no sólo están Estados Unidos y China disputándose la hegemonía. Recientemente medios especializados han publicado que Japón está gastando miles de millones de dólares en subsidiar una fábrica de Taiwan Semiconductor Manufacturing -una de las empresas mayores del mundo en el sector- dentro de sus fronteras. Corea del Sur, India y la Unión Europea, casi todas las naciones importantes, están ansiosas por asegurar una participación nacional en el liderazgo en la fabricación de chips.
La pandemia de la covid-19 -entre otras consecuencias económicas- aceleró la adopción de tecnologías digitales y el trabajo remoto, lo que llevó a cambios estructurales en la economía. Las empresas que pudieron adaptarse rápidamente a estos cambios tuvieron una ventaja competitiva. Pero también se generaron importantes problemas con la ruptura de las cadenas de suministro de chips y semiconductores. Muchos países se dieron cuenta de la importancia que tenía el suministro de estos dispositivos para la marcha de sus economías, por lo que se plantearon ser independientes y no depender de países terceros.
También las sanciones dirigidas por Estados Unidos a China -mercado individual más grande del mundo para semiconductores- ha contribuido a que se vaya a una fragmentación cada vez mayor en el mercado. Desde Estados Unidos se están aumentando las llamadas para reducir la dependencia mundial de los principales centros de fabricación de chips como Taiwán y Corea, lo que impulsa los esfuerzos para reorientar la fabricación. Así que, tanto los países habitualmente productores de estos pequeños ingenios, como los dependientes de la utilización de los mismos, se han lanzado a una guerra sin cuartel para su autosuficiencia e independencia, y empezamos a ver situaciones, cuanto menos pintorescas.
Sabemos que en la industria siempre se han dado situaciones de espionaje y de robo de ideas, pero últimamente aparecen en los medios cada vez más casos relacionados con los chips. Nos ha llamado mucho la atención una noticia, referida por la agencia Bloomberg, en la que se informaba de la detención de un ex empleado de la empresa Samsung Electronics Co., el mayor fabricante de chips de memoria del mundo, por robar planos de diseño e intentar replicar una fábrica completa como las de Samsung en China.
Esta noticia por si sola no llamaría la atención si no fuera porque el detenido fue acusado de reclutar a más de 200 expertos en semiconductores en Corea, Singapur y China, robar datos por valor de más de 200 millones de dólares y obtener promesas de financiación de 6.000 millones de dólares de una empresa taiwanesa, también implicada en el affaire. Esto nos hace ver hasta dónde, unos y otros, están dispuestos a llegar en el sector.
El pasado mes de abril, el Parlamento Europeo y Consejo alcanzaron un acuerdo para aprobar la denominada 'Ley Europea de Chips', que movilizará 43.000 millones de euros de inversión. La Unión Europea produce ahora mismo el 10% de los chips del mundo y aspira a fabricar el 20% para 2030, con el objetivo de aumentar su autonomía estratégica y reducir su dependencia de proveedores externos.
El acuerdo amplía el tipo de instalaciones que se podrán financiar con los instrumentos recogidos por la ley, a aquellas que produzcan máquinas para fabricar semiconductores y centros de diseño de chips de excelencia, y no solo a instalaciones de fabricación punteras. Además, la ley creará un mecanismo para dar respuesta a crisis y anticiparse a posibles problemas de suministro o escasez, como los que se han dado a raíz de la pandemia y la crisis de la cadena de suministros global. Por tanto, será necesario prestar mucha atención al sector y a las empresas participantes en él.
Antonio Castelo es analista de iBroker