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HISTORIA DEL DISEÑO VALENCIANO VI

Gulliver: El gigante cumple 30 años

  • nterior del taller donde se construyó. Foto: PLAZA
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VALÈNCIA. El tiempo coloca a cada cual en su lugar y tres décadas después el Gulliver pertenece a todos los vecinos de València». Esta afirmación de Manuel Martín Huguet, hijo del artesano fallero Manolo Martín, define la trayectoria vital de una figura colosal, desde su inauguración en el invierno de 1990. El parque infantil se englobaba en una actuación más amplia, Un riu de xiquets, un proyecto conjunto entre Ajuntament de València, gobernado por aquel entonces por el partido socialista encabezado por Clementina Ródenas, y la Generalitat, a través de la figura de Andrés García Reche, a la sazón conseller de Industria, Comercio y Turismo. 

Para conocer la génesis de este proyecto debemos retroceder hasta 1986, cuando Rafa Rivera, arquitecto municipal, actuaba como jefe de la sección de Proyectos Urbanos del consistorio. Rivera recibió el encargo de proyectar un parque infantil en la calle Doctor Lluch y se le ocurrió la idea de alejarse de los parámetros habituales e incorporar los juegos en la propia estructura. «Planteé una propuesta de Gulliver de unos 35 metros de largo»— recuerda Rivera— «pero cuando tanteé a algunos escultores ninguno dio el paso adelante por la escala de la figura». 

Alguien apuntó a Rivera el nombre del artista Manolo Martín, «un fallero que no parece fallero, me decían». Martín se entusiasmó de inmediato con la idea y prepararon juntos un anteproyecto que fue desestimado. Pasado un tiempo, y ya con Rivera fuera del Ayuntamiento, Martín insistió en que aquel Gulliver no podía permitirse el lujo de seguir tumbado por mucho más tiempo. «La figura de la primera propuesta estaba basada en un modelo humano» —señala Rivera— «pero tanto Manolo como yo pensamos que era necesario buscar una caligrafía más contemporánea». Este trazo actual vino de la mano de un ilustrador y dibujante de cómics ya por entonces consagrado, Sento Llobell. «Para las primeras pruebas se disfrazó a un tipo, pero tumbado parecía demasiado tétrico, así que se buscó una interpretación menos realista», apunta Sento. 

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