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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR 

Hablando con Lady Gaga

6/01/2019 - 

VALÈNCIA. El 8 de enero de 2009, Just Dance de Lady Gaga llegó al número 1 de las listas de venta de Estados Unidos. Tres días más tarde copó las listas de singles inglesas. Había nacido una estrella que, al final, fue más fugaz de lo que parecía.

Una de las primeras cosas que hice cuando me trasladé a vivir a El Saler fue hablar con  Lady Gaga. Dicho así parece que Lady Gaga fuese vecina de en el edificio donde vivo. O que, aunque ella viviera en Nueva York por aquel entonces, pudiera darme algunos consejos útiles para combatir la humedad propia de las playas mediterráneas, que te deja los discos y  los libros hechos un asco. No. A finales de 2008 me encargaron un reportaje sobre el pop electrónico hecho por mujeres. Esta era entonces una tendencia en alza saludada por los medios extranjeros debido a la confluencia de nuevas artistas como LaRoux, Little Boots, Ladyhawke y, por supuesto, Lady Gaga. De toda aquella remesa, Gaga era laque más claramente iba a por todas. No tenía un background arty o intelectual o como lo queráis llamar. No tenía raíces ni antecedentes indies ni nada por el estilo. No obstante, ojo con decirle algo así a Lady Gaga porque en su cabeza tenía muy claro que no era un simple cantante. En el verano de 2008se publicó su primer disco, The Fame. Todavía quedaban unos cuantos meses para que se convirtiera en el fenómeno que acabó siendo. La Gaga que cada día tenía que vestirse de una manera diferente al día anterior, más extravagante que el día anterior y menos que el siguiente. 

Despegando

Considero a Lady Gaga es la artista bisagra entre dos eras de la música pop. La del siglo XX, que en su caso, al ser mujer, tiene como máximo estandarte a Madonna, y la del siglo XXI, que empieza casi con su aparición, con internet y las redes sociales como aliados decisivos. Gaga es el puente entre Madonna y Katy Perry, una intérprete que nace con el planteamiento clásico de estrella pop para transformar sobre la marcha este mismo concepto a través de su relación con las redes sociales. En cuanto el éxito masivo la bendijo, empezó a construir un personaje público sobre la marcha. Estaba aquí para representar a los raros y los marginados, pero en lo que hacía Lady Gaga no había nada raro ni marginal, al contrario, era convencional y todo, en cierto modo, estaba hecho ya: los vídeos con elementos y referencias religiosas descontextualizadas, las referencias a las vanguardias artísticas, la necesidad de intentar de cambiar de piel sonora y estilística para seguir sorprendiendo y confundir a los que querían etiquetarla. Todo estaba hecho ya, pero el público que la escuchaba ignoraba eso.

La fama tal y como la conocimos

Hablé con Lady Gaga un sábado por la tarde de diciembre, es decir, en un momento un tanto forzado. Ni siquiera contaba con el plus de hablar con una gran estrella porque en ese momento aún no gozaba de ese estatus. Era una debutante con unas cuantas canciones que me hacían mucha gracia. ‘Just Dance” era un tema de verano, deliciosa, de esas que invitan a olvidarlo todo y pasarlo bien. Lo mismo se podía decir de ‘Bad Romance’ y ‘Poker Face’, con ese toque Boney M pasado por el filtro electropop que me parecía infalible. Lo que no acaba de pillar era el modo en que aprovechaba ciertas referencias. El rayo de Aladdin Sane cruzando en su cara en las fotos y los vídeos. La fama a la que aludía el título, de un modo que pretendía emular a Warhol, que estuvo filosofando sobre el tema desde el principio hasta el fin de su trayectoria. Cuando atendí a la llamada, me sorprendió la voz. Era una voz joven, pero sobre todo, era la voz de una persona buscando su identidad. Todo lo que decía lo decía porque tocaba decirlo. Andaba inmersa en una gira por Estados Unidos y la entrevista telefónica se hizo antes o después de una actuación. Hablaba con ese tono de seguridad que caracteriza a quienes hablan según un guión. Esa impostación en la que yo, personalmente, no creo. La ambición la tenía, pero cuando la ambición es más importante que el discurso que se quiere vender…

Feminismo no, gracias 

Gran parte de aquella entrevista se quedó inédita porque al final, con usar tres o cuatro declaraciones para el artículo en el cual hablaban otras artistas, bastaba. Tampoco es que Gaga dijera mucho. No había nada especialmente destacable en sus ideas. Decía que le interesaba Bowie “por su versatilidad musical y su condición de icono”. Decía que Warhol y Madonna eran influencias importantes en su música, “porque lo que quiero es hacer arte comercial y que a la vez sea considerado arte de calidad. Creo que lo estoy consiguiendo y eso me alegra mucho. Me interesa mucho el éxito como idea, la fama. El dinero no me interesa tanto. No lo quiero para comprarme una casa enorme o coches lujosos, lo quiero para poder seguir desarrollando mi arte”. Cuando le pregunté por el feminismo y si ella se consideraba feminista (os recuerdo que estamos en 2008, es decir, cuando ciertas causas que hoy son primordiales eran mucho menos respaldados, comprendidos, compartidos y practicados que ahora) , la respuesta fue algo decepcionante: “Soy una mujer fuerte. El feminismo tiene unas connotaciones políticas que implican que los hombres son nuestros enemigos y son prescindibles. Soy de raíces italianas y me gusta mucho cocinar para los hombres. Mi música celebra conceptos tradicionales y otros más contemporáneos  como es la visibilidad del mundo gay”.

Lo que sí explicó Gaga una y otra vez es que la fama era el medio para ser una estrella pero no una estrella porque sí, sino una estrella gracias a su arte, que era su música. Citaba a las superstars warholianas como ejemplos de talento indómito que creaban sus propias reglas y luego se comparaba con Yoko Ono argumentando que ambas eran artistas conceptuales. Lo único cierto de todo aquello es que Lady Gaga se hizo famosa tal y como ella deseaba. La fama la iluminó pero los motivos que la sustentaban han ido variando y mermando. Al final renunció a la extravagancia, apostó por la música y dejó a un lado la imagen llamativa. Hoy es una artista famosa, agarrada a la tabla flotante de su popularidad y navegando en una deriva que no parece que la vaya a devolver a sus momentos de gloria ni a reforzar ese prestigio que alguna vez tuvo. Lo más escalofriante es que todo ese periplo lo ha realizado en tan sólo diez años. Parecía que era la sucesora de Madonna y al final ha sido ella la que ha tenido que ver cómo era sucedida por una serie de artistas que también aspiraban  a reinar en una era en la cual los reinados duran meses.

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