El autor considera que estamos en una aldea global donde todos los actores (estados, empresas y ciudadanos) vamos a tener que afrontar cambios sustantivos que redundarán en oportunidades y también en fracasos
VALÈNCIA. La semana pasada leía en El Economista un artículo firmado por Vicente Nieves en el que se comentaba un informe de Jim Reid, estratega del Deutsche Bank. Anunciaba éste la llegada de un nuevo “superciclo económico” al que titulaba la “Era del desorden” y el abandono de la “segunda era de la globalización”. Sin entrar a analizar las distintas tesis que se exponen en el mismo, sí que me siembra bastante dudas lo que en el artículo se anuncia como “la reversión de una globalización desenfrenada”. No creo que nos dirijamos a un nuevo orden en el que “lo global” pierda protagonismo. Al contrario, creo que con la tecnología avanzando exponencialmente, vamos aun mas hacia la aldea global, pese a las resistencias proteccionistas que cíclicamente se produzcan.
La tendencia económica se orientará a reconstruir los instrumentos dañados por las crisis de principios del siglo XXI (las del 2008 y la de la covid-19). Y esa reconstrucción se verá claramente marcada por cuatro elementos fundamentales: la revolución digital o digitalización, la sostenibilidad ambiental, la sostenibilidad social y la salud y alimentación de la población.
Que la digitalización está transformando la economía es una evidencia. Los modos de trabajar y de comunicarse van a cambiar mucho más allá de lo que ya estamos viviendo. La robótica y la biotecnología van a destruir empleo y van a crear nuevas formas de trabajar. El gran reto mundial va a ser la formación no ya sólo de los jóvenes, sino de millones de adultos cuyas habilidades laborales van a ser sustituidas por ingenios más eficientes. El mundo se enfrenta a la urgencia de reciclar a millones de personas de más de 40 años que necesitarán digitalizarse para no acabar en la miseria o viviendo de las denominadas “rentas mínimas vitales”, que tal vez tengan que ser generadas con impuestos a la productividad de la robótica.
La sostenibilidad ambiental ya fue declarada uno de los retos de la humanidad en la agenda 2030 de la ONU y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. La urgencia de la adopción de medidas que logren revertir el progresivo deterioro medioambiental del mundo en el que vivimos ha conllevado la creación de ese “macro plan estratégico mundial” bajo las siglas ODS en el que se invita a participar a todas las empresas e instituciones del mundo.
Sólo un esfuerzo unívoco de todos los actores que son generadores de contaminación (estados, empresas, particulares…) puede generar una reversión del deterioro global. Por ello, los Estados y las organizaciones supranacionales (Unión Europea entre ellas) van a orientar los incentivos económicos a los proyectos que busquen aportar valor a la sostenibilidad. Se convierte ésta en un motor económico, de forma que los grandes negocios de los próximos años nacerán, recibirán ayudas y crecerán con el enfoque de la sostenibilidad ambiental.
La sostenibilidad social es el tercer elemento crítico. El cambio que en la sociedad va a generar la robotización va a suponer un reto para mantener el orden social y evitar la generación de grupos sociales marginales proclives a movimientos revolucionarios o religiosos radicales. El envejecimiento de la población y la necesidad de mantener un sistema de pensiones resquebrajado por la inversión de la pirámide poblacional (o de romper radicalmente con el sistema creando otro que asegure la calidad de vida de los mayores) es la segunda parte del reto social que afronta el mundo. Ambas cuestiones marcarán también un enfoque de la actividad política y económica de los próximos tiempos.
Finalmente, y como cuarto elemento, la salud y la alimentación de la población mundial. El coronavirus ha puesto de relieve que en los últimos tiempos llevamos concatenando sucesivas epidemias/pandemias/enfermedades que con el flujo de las comunicaciones se expanden de forma rápida por todo el mundo urgiendo respuestas globales a la salud mundial. Ello, unido a los problemas cada vez mayores que supone el reto de alimentar a una población siempre creciente, abre nuevos caminos a la investigación y al emprendimiento económico. Las nuevas fuentes de alimentación, los nuevos “superalimentos”, el aumento de la demanda de una comida mejor y más variada por las pujantes y crecientes clases medias de países superpoblados como China e India, son retos y oportunidades que definirán los pasos de nuestro futuro en los próximos lustros.
Como vemos estamos en una aldea global donde todos los actores (estados, empresas y ciudadanos) vamos a tener que afrontar cambios sustantivos que redundarán en oportunidades y, lamentablemente también, en fracasos y tragedias. Hagamos todos lo posible para que sean más las oportunidades.
Director de Gobierno Corporativo de Senex Consejeros de Buen Gobierno