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el peor de los tiempos / OPINIÓN

Haciendo balance y saludando al Año Nuevo

En 2016 el crecimiento ha sido muy notable y la creación de empleo vigorosa, pero lo elevado del paro y del endeudamiento y la baja productividad siguen comprometiendo la recuperación

31/12/2016 - 

Creo que no exagero si digo que este año 2016 se nos ha hecho bastante largo a todos. Hay una razón objetiva: ha sido año bisiesto. Por cierto, que fue Julio César quien decidió adoptar el calendario solar en el año 44 antes de Cristo y añadir un día más el sexto día antes del primer día (calendas) de marzo y de ahí hemos tomado el nombre bisiesto “bis sextus dies ante calendas martii”. Luego, con el calendario gregoriano se añadió no entre el 23 y el 24, sino justo antes del día 1 de marzo. Como la tierra tarda 365 días y cuarto en rodear el sol, sin este ajuste se nos habrían desplazado las estaciones.

Se suelen asociar los años bisiestos con hechos aciagos, como el hundimiento del Titanic en 1912 o el comienzo de la Guerra Civil española. No me atrevería a calificar este año de aciago (con excepción del mundo de la música, si me permiten, puesto que empezamos perdiendo a David Bowie y hemos acabado despidiendo a George Michael, pasando por Prince o Leonard Cohen) pero la verdad es que se han sucedido múltiples acontecimientos que han aumentado la incertidumbre y la inestabilidad mundial. No obstante, si nos centramos en la economía española, 2016 no ha sido un mal año sino todo lo contrario.

Este diciembre el Fondo Monetario Internacional publicó su análisis de la economía española en 2016, donde califica la actual recuperación de “impresionante” y la generación de empleo “vigorosa”. Sin embargo, también reconoce que ello se ha logrado con política fiscal bastante laxa en los dos últimos años (por no hablar de la política monetaria del BCE) y en un contexto internacional de reducción de precios del petróleo. Insisten en que es necesario continuar con las reformas estructurales y resolver los problemas más acuciantes:  el elevado endeudamiento, un desempleo excesivo y la baja productividad. Mantienen la previsión de crecimiento de un 3.2% en 2016 (idéntico al de 2015), pero vaticinan tan sólo un 2.3% en 2017.

 Lo cierto es que los tres frentes mencionados son quizá los que requieren mayor atención si el objetivo es estabilizar la economía española y poder afrontar con mayor solvencia los retos que el año 2017 nos depara. El primero de ellos, la sostenibilidad de las finanzas públicas, es la obligación que hemos asumido como miembros de la zona euro y sobre cuyo cumplimiento nos vemos sometidos al escrutinio de nuestros colegas y de las instituciones. Ahora que se ha formado el gobierno no existen escusas aceptables para volver a incumplir los objetivos renegociados. Por otro lado, internamente, las comunidades autónomas, en especial las que han tenido que recurrir sistemáticamente al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) esperan una reforma del sistema de financiación. Sería ciencia ficción pensar que algunas comunidades vayan a aceptar ingresar menos para que otras reciban más, por lo que podemos esperar un aumento de la presión fiscal. Aunque lo más adecuado sería aprovechar la ocasión para llevar a cabo una reforma fiscal, tampoco deberíamos ser optimistas al respecto. Seguramente se harán algunos ajustes. El propio FMI recomienda modificar la base del IVA (no aumentar los tipos), moviendo productos de IVA reducido o superreducido al tipo normal del 21% y limitando las exenciones. Ya se han reducido las deducciones del impuesto de sociedades y es posible que aumenten las tasas medioambientales. Es evidente que aún queda margen para mejorar la eficiencia del gasto del sector público, aunque no podemos confiar en suficientes ahorros como para compensar otras partidas. Además, no olvidemos que también el endeudamiento privado continúa siendo muy elevado a pesar de los esfuerzos de empresas y particulares por disminuirlo

El segundo frente es la reducción del desempleo, especialmente el de los jóvenes y los parados de larga duración. Debemos recordar que continuamos, a pesar de la recuperación, con unas tasas de desempleo inaceptables y que sólo podremos, como sociedad, sentirnos satisfechos, cuando éstas hayan alcanzado unos niveles más normales en nuestro entorno. Por mucho que algunos quieran, son las empresas y no el sector público las que crean realmente empleo en España. Las reformas del mercado de trabajo han funcionado a pesar de no haber completado todos los objetivos a los que (nuevamente) nos comprometimos en el Memorando de Entendimiento con las “instituciones” (BCE, Comisión Europea y FMI) y tal y como se recoge en el Procedimiento de Desequilibrios Macroeconómicos dentro de la gobernanza europea. En concreto, considera la Comisión Europea que ha resultado clave para la mayor flexibilidad del mercado de trabajo español la descentralización de la negociación colectiva, al dar mayor margen a las empresas para realizar acuerdos en sus propios comités de empresa. Es evidente que, además de todo ello, verdaderas políticas activas centradas en la formación y el reciclaje de los trabajadores son el reto que deben afrontar los servicios públicos de empleo.

La mejora de la productividad es más compleja y difusa, puesto que son muchos los ámbitos donde debe actuarse simultáneamente. Además, buena parte de sus efectos se logran sólo a largo plazo y después de mantener las reformas durante el tiempo suficiente. Desde la reforma de la administración pública, aún incompleta, a la del sistema educativo, sin olvidar lograr de manera efectiva que sea más fácil establecer una empresa y que ésta alcance el tamaño necesario para ser competitiva dentro y fuera de nuestras fronteras. Mejorar el funcionamiento y los resultados del sistema educativo sigue siendo, a mi entender, lo más urgente. No soy optimista respecto a los frutos de un supuesto pacto educativo, pues el comienzo de las negociaciones ha venido precedido por la eliminación de los efectos académicos de las “reválidas”. Para lograr que los necesarios esfuerzos en política de investigación e innovación den frutos nuestros jóvenes deben estar preparados para adoptarlos e incorporarlos en su profesión, principal fuente de mejoras en productividad y competitividad.

Empezamos un nuevo año, intentemos ser optimistas a pesar de todo. Es cierto que la incertidumbre ha aumentado, que el ciclo político europeo o el rescate de Monte dei Paschi pueden volver a desestabilizar la economía española. Pero, seamos sinceros, ninguno de nosotros querría volver a pasar por 2016 de nuevo

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