VALÈNCIA. Esta es la historia de un hombre que crecía sin parar. Nadie sabía lo que le pasaba, pero su altura comenzó a ser tan desproporcionada que terminó por convertirse en un gigante. Un gigante en una sociedad, la española en el S. XIX, tras las Guerras Carlistas, que estaba sufriendo muchos cambios pero que todavía no era capaz de apreciar la diferencia, la singularidad. En realidad, igual que ocurre ahora.
Handia es la nueva propuesta, a medio camino entre el biopic, el relato de aventuras, el retrato realista de una época y la fábula, del colectivo Moriarti, responsables de 80 egunean y Loreak. En esta ocasión, dirigen Jon Garaño y Aitor Arregi, que también firman el guion junto a Jose Mari Goenaga y Andoni de Carlos.
Como explicaron cuando presentaron la película en el pasado Festival de San Sebastián, donde ganaron el Premio del Jurado, lo que querían hacer era una película que se adentrara en el mito y que al mismo tiempo reflejara los cambios que se estaban produciendo tanto fuera como dentro del universo que habitan los personajes, y de qué manera no siempre se saben gestionar de la manera adecuada. La eterna dialéctica entre la tradición y la modernidad, el estancamiento frente al desarrollo. Las tensiones entre el viejo y el nuevo mundo y cómo somos incapaces de adaptarnos a las circunstancias.
En medio de esa disyuntiva aparece ese hombre que desafía las leyes de la naturaleza y que parece no tener cabida en un mundo que no es capaz de comprenderlo.
A pesar de que la historia se encuentra inscrita dentro de las leyendas y el folclore vasco, lo cierto es que el Gigante de Altzo, existió. Se llamaba Mikel Jokin Eleizegi y llegó a ser una de las personas más altas de Europa. Al parecer tuvo una infancia normal en su pueblo de Guipúzcoa hasta que, a la edad de 20 años, sin ningún motivo aparente, comenzó a crecer y a crecer. En realidad, fue víctima de una enfermedad de nombre Acromegalia, que es una variante del gigantismo que se produce por culpa de una secreción masiva de la hormona del crecimiento durante la edad adulta. Alcanzó los 240 centímetros de altura y llegó a pesar más de 200 kilos.
Quizás por eso terminó convirtiéndose en un fenómeno de circo que se exhibía para entretener al populacho, primero dentro de su comarca, y más tarde su fama terminaría por extenderse por buena parte de los caminos de España y de Europa. Así, además de actuar para Isabel II, también lo hizo para algunos de los monarcas de la época, desde el rey Luis Felipe, la reina María de la Gloria y Victoria de Inglaterra.
Es la razón por la que la película se configura como si se tratara de una road-movie. Cada parada en el camino supone un lance, un encuentro o una aventura que de alguna manera contribuye a ir desarrollando la relación entre el gigante y su hermano Martín, que alberga hacia su familia un cierto resentimiento por haberle obligado a ir al frente en representación de su caserío.
Para los directores, estos dos personajes serían como el yin y el yan. Uno quiere cambiar, romper con todo, y no puede conseguirlo y por eso se frustra y parece estar en contra del mundo. Mientras, el otro, que es quien sufre las transformaciones en su cuerpo, prefiere que las cosas se queden como están, quizás porque ya le da bastante miedo lo que le está ocurriendo en su interior.
Handia es una película bastante inusual dentro del panorama español. Y no tiene nada que ver con que esté hablada en euskera. Se atreve a transitar territorios nada acomodaticios, no solo a adentrarse en las entrañas de la mitología vasca y desplegar con acierto todo un crisol de símbolos y metáforas en torno a la propia naturaleza de su pueblo, sino que describe un itinerario apasionante que además sirve para describir la mentalidad de la época, su cerrazón moral dentro de los convulsos cambios que tenían lugar en ese momento. La extrañeza frente a lo desconocido y la necesidad de aferrarse a aquello que no se sale de los patrones prestablecidos, una tendencia que parece mantenerse incrustada en la mentalidad colectiva.
Handia nos habla de la diferencia y de la necesidad de aceptar a los demás con sus particularidades, sean más grandes o más pequeñas. Explora las relaciones humanas, sus miserias, pero sobre todo de qué manera se puede llegar a comprender a través del respeto y el amor. Es una emocionante película en torno a temas como la ambición y el perdón, pero sobre todo una reflexión alrededor de la dignidad humana.