La miniserie de dos temporadas combina el género negro con el drama doméstico. Su protagonista, la enérgica sargento de policía Catherine Cawood, interpretada por una magnífica Sarah Lancashire, es el eje central del relato
VALÈNCIA. Una de las características más interesantes de la plataforma Netflix, al margen de sus estrenos, es su aportación como videoclub, precisamente lo que era originalmente. Cuando un espectador no ha tenido la oportunidad de ver determinada serie en su pantalla de estreno (siempre que no sea de HBO o Amazon, claro, dado que ahora tienen su propia oferta online), no tiene más que esperar de seis meses a un año para que el título reaparezca con bastantes probabilidades entre el catálogo de la plataforma online. Reed Hastings afirmaba estos días que “la piratería ha descendido en España gracias a Netflix”, cosa lógica en vista de la abrumadora oferta a bajo coste de estos nuevos servicios.
De esta manera uno puede encontrarse con ofertas para diferentes bolsillos: desde los canales de pago incluidos en los paquetes de fibra, ideales para los más ansiosos, los que necesitan ver los primeros cualquier estreno, hasta opciones como Netflix cuyo archivo reabsorbe los estrenos caducados de los primeros.
Así es como nos hemos topado de nuevo con la segunda temporada de Happy Valley, la serie de la BBC ganadora de un BAFTA a mejor drama en su primera temporada. Una joya en la que, aunque sea tarde, la dicha es lo suficientemente buena como para detenernos en su reaparición en Netflix tras su emisión el año pasado en Movistar.
Happy Valley es una miniserie noir compuesta por dos temporadas con un caso autoconclusivo en cada tanda. Sigue la trayectoria de la dura sargento de policía Catherine Cawood (Sarah Lancashire) en un pequeño pueblo de West Yorkshire. En la primera temporada tuvo que enfrentarse con un violento caso que le afectaba además personalmente. En esta segunda temporada de nuevo los crímenes se entrecruzan con determinadas amenazas en su entorno familiar. Happy Valley destaca precisamente por su perfecta mezcla entre drama policial y doméstico. Una historia de una madre, abuela y hermana coraje, que además es la Jessica Fletcher o la teniente Colombo del este de Yorkshire. Con la diferencia de que en ninguno de los dos aspectos, el personal y el profesional, es en absoluto perfecta.
Con bastante mal genio, acumula grandes dosis de rabia interior tras haber perdido a su hija de forma abrupta. Un criminal, interpretado por James Norton (Guerra y Paz), pulula desde entonces alrededor de su entorno aunque no lo desee. La venganza y el odio, aspectos menos racionales para alguien que se dedica a la tarea policial, se entrecruzan y luchan constantemente contra su otro yo, el de la correcta funcionaria. El trabajo de la magnífica actriz Sarah Lancashire completa el dibujo de uno de los personajes del género negro más sugerentes de la última oleada seriéfila.
La primera temporada estuvo acompañada de cierta polémica tras la protesta de un grupo de presión (Mediawatch UK) por la supuesta “tendencia preocupante de representar una violencia gratuita, a menudo contra las mujeres”. La primera temporada mostraba en su final una violenta refriega entre policía y agresor, aunque, si somos exactos y justos, precisamente demostraba lo contrario: la victoria de la ley, en este caso en manos de una mujer, frente al mal, representado en un hombre. La propia Wainwright defendió la puesta en escena: “Si te golpeas la cabeza contra la pared, sangra. Es la vida. El drama es sobre el lado oscuro. Cómo pueden pasarle cosas terribles a cualquier persona”.
La carrera profesional Sarah Lancashire se ha cruzado en reiteradas ocasiones y por diversos motivos con la mítica serie Coronation Street. Su padre, Geoffrey Lancashire, guionista de televisión, escribió para la serie durante más de quince años. Tiempo después la propia Sarah se convirtió en un rostro popular en Gran Bretaña tras interpretar el personaje de Rachel, con tal éxito que posteriormente se creó un spin-off de la serie con ella y su pareja, Curly, de protagonistas.
Tras diversos papeles su trayectoria se cruzó con la guionista Sally Wainwright, quién a su vez había escrito también guiones para Coronation Street. Ambas colaboraron juntas en la tragicomedia Last Tango in Halifax, por la que Sarah fue premiada con un Bafta como mejor actriz de reparto, además de ganar el premio a mejor drama. Ahí es cuando surgió Happy Valley, la serie que definitivamente ha encumbrado a ambas mujeres y ha demostrado la perfecta combinación entre ambos perfiles. Sally no solo es la autora del libreto sino que ha dirigido la mayoría de episodios.
Sendas artistas se han curtido en un género, el de la soap opera, que en ciertos sectores se ha tratado históricamente con cierto desprecio. “Algunos escritores y productores creen que bajan su status por trabajar en un serial. Debemos superar ese prejuicio ridículo. Es una forma de arte que fomenta el talento. Es un gran terreno de juego para desarrollar tus dotes antes de seguir adelante con tu carrera”, ha defendido la propia Sarah Lancashire en más de una ocasión. “Todos somos actores y trabajamos en una enorme cantidad de medios de comunicación: radio, televisión, teatro, o hasta en la calle”.
La serie se ha emitido ya en 150 países y en Gran Bretaña logró audiencias de ocho millones de espectadores. No hay duda de que se trata de una obra imprescindible si les gusta el género negro y las buenas series.