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DISEÑO PARA EL PENSAMIENTO

¿Hay machismo en el diseño?

Sí.

6/03/2017 - 

VALENCIA. Partamos de que soy hombre, y diseñador. Nadie es perfecto. Desde esta perspectiva machista pretendo darle vueltas al papel de la mujer en el diseño español, concretamente en el valenciano, y a por qué siempre hablamos de diseñadores y pocas veces de diseñadoras. Si bien llevo un par de años queriendo escribir sobre este tema, es precisamente desde que tengo una hija que mi lado feminista ha salido del armario con más fuerza. Y desde entonces siento que a mi alrededor ha despertado de forma bastante violenta un clima de reivindicación de la mujer como nunca había vivido antes. 

Y está bien que sea así, con cierta agresividad y duro contra tanto agravio, siglos de ofensa y todas esas costumbres que nos deberían avergonzar hasta la náusea. Creo que mentimos los hombres si decimos que no tenemos conductas machistas, y es que hemos crecido así, riendo entre chistes de mal gusto y gozando de privilegios por ser tíos, reconozcámoslo, y una vez asumido intentemos desterrar estos comportamientos de nuestro entorno social. 

Así que dentro de esta terapia de reconocer lo que no es justo a mi alrededor, tras dos años planteándome escribir sobre ello aquí estoy, coincidiendo que esta semana se celebra el Día Internacional de la Mujer y tras meses curioseando y preguntando a colegas de mi alrededor cuál era su visión del por qué apenas hay diseñadoras mujeres, una gran mentira envuelta en tópicos y que viene en parte justificada por el choque con un techo de cristal.

El techo de cristal

La expresión del techo de cristal se utiliza para referirse a las barreras invisibles por las que existe desigualdad de género. Ocurre en cualquier ámbito profesional, un ejemplo muy obvio es el agravio de las mujeres en la ciencia y otras falacias como el argumento de las mujeres a los fogones de casa y los chefs en las cocinas con Estrella Michelín. Y sí, también está presente este techo en el diseño.

Hace diez años, el diseñador norteamericano Michael Bierut moderaba una mesa redonda sobre diseño editorial, cuando una pregunta del público causó un incómodo silencio. Un asistente cuestionaba a los ponentes por qué había tan pocas diseñadoras mujeres, haciendo alusión a la predominancia de hombres en esa misma mesa, desde donde el diseñador Milton Glaser con su medio siglo de bagaje sentenció con que las mujeres se quedaban embarazadas, tenían hijos y entonces se quedaban en casa cuidando de ellos, durante esos años esenciales en los que los hombres se vuelven visibles en el desempeño de sus carreras. La respuesta de Glaser es una innegable realidad. Como él mismo añadía, algo muy dramático debería ocurrir en la naturaleza del ser humano para que esta situación cambie, y es que cuando he trasladado este tema a compañeros diseñadores de este lado del charco, este argumento del cuidado de los hijos ha sido siempre la primera excusa para intentar justificar por qué en las escuelas de diseño hay mayoría de alumnas mientras que en el mundo laboral todo son hombres.

Pero si indagamos un poco en casos cercanos llegamos a la verdadera clave sobre la que ponía el dedo en la llaga la segunda parte de la pregunta que recibía Bierut aquél 4 de diciembre de 2006 que desencadenó posts sobre el tema en los principales blogs y portales del sector, y es que se refería a los diseñadores gráficos importantes como superstars. Touché.

El problema se basa en que no se trata tanto de ser diseñador como de ser visible. Como el propio Michael Bierut escribiría posteriormente, "esto no va de talento, ni de habilidad o de conseguir logros, sino que va sobre la fama". Va sobre tener facilidad para ir a saraos (en EEUU los llaman celebrity-designers), que te llamen para charlas o ponencias y no perder la oportunidad de salir en algún medio. Y esta facilidad de prodigarse es a lo que se refería Milton Glaser con lo de visibilizar el desarrollo de tu carrera y la incompatibilidad con tener hijos (o al menos con ocuparse de ellos). 

Así que si unimos los puntos vemos que hay más diseñadoras en las aulas, que no es que se las trague la tierra o que abandonen el diseño por lo esclavo de vivir dando servicio a tus clientes (otra gran mentira), sino que pasan a ocupar puestos en empresas de otros, en lugar de crear su propio estudio y de darse visibilidad. Y es que, además, creo firmemente que las mujeres sienten menos necesidad de hinchar su ego que los hombres.

Por eso tiene menos visibilidad el trabajo de las diseñadoras, como históricamente las arquitectas también han pasado más desapercibidas que los hombres, a menos que tuviesen estudio a su nombre, lo cuál muchas veces venía de la mano de no ser madres. 

En diseño en España no se da tanto el problema de la brecha salarial entre diseñadores y diseñadoras (bastante mal se cobra ya, lo cuál no debería preocupar al mezquino eurodiputado polaco), sin embargo en este terreno las mujeres también se topan con cierta presión frente a la baja por maternidad, y otro problema de una sociedad machista es que los clientes prefieran reunirse con diseñadores hombres o que su opinión profesional sea menos tenida en cuenta que la de ellos, y aquí es donde algunas señalan que se sienten absorbidas por estructuras más amplias. Y otro detalle que me hicieron ver las propias mujeres es el de los grupos o parejas profesionales de diseñadoras, que surge con la finalidad de apoyarse entre ellas al haber sufrido tener que trabajar previamente sin condiciones de equidad al juntarse en colectivos mixtos. Si bien es cierto que es una profesión de tintes progresistas, en la que nos volcamos en proyectos sociales y a veces ruinosos, seguimos arrastrando lastres.

El modelo de patriarcado está también presente de base en el mundo del diseño, y es lo que explica que tengamos que preguntarnos sobre esta escasez de nombres femeninos en el panorama del diseño (un planteamiento machista ya de por sí). Decía antes que es de partida una gran mentira, lo que pasa es que por cada diez veces que se cita a los referentes contemporáneos del diseño o de la creatividad (hombres) se cita una vez un nombre de mujer. Desde pioneras como Elaine Lustig Cohen en gráfico o Ray Eames en industrial hasta las jóvenes Jessica Walsh, Olympia Zagnoli o la artista del lettering Jessica Hische pasando por las veteranas Paula Scher, Zuzana Licko o Susan Kare son sólo algunos nombres internacionales que podrían encontrar sus paralelismos a nivel nacional en Pati Núñez, Gemma Bernal, Laura Alejo, Clara Montagut, Noe Blanco, Laura Meseguer o la imprescindible teórica Raquel Pelta. Y si pasamos a la Comunitat Valenciana tenemos a Marisa Gallén, Sandra Figuerola, Lina Vila, Belén Payá, Inma Bermúdez, Ana Criado, Carmina Ibáñez, Cristina Alonso, Sara de la Mora, Bea Bascuñán y estudios como Nueve o Yinsen, por citar algunos nombres, todas ellas en activo. 

Por no hablar de la mejor generación de ilustradoras que ha dado la Comunitat Valenciana: Paula Bonet, Ana Juan, Laura Castelló, Laura Pérez, María Herreros, Carla Fuentes, Cristina Durán, Mireia Pérez, Paulapé...

Toca hacer autocrítica. Yo mismo he citado sólo hombres al tratar un tema como el de los pioneros del diseño, o sé que gracias a mi mujer he podido tener una continuidad laboral sin renunciar a muchas cosas. Tenemos que hacer un esfuerzo por no citar siempre a los mismos y a nivel colectivo el asociacionismo ha de aumentar la cuota de mujeres en sus juntas directivas y promover la igualdad de género. Hay que reivindicar el papel del diseño para evitar perpetuar estereotipos machistas. La organización de actividades debería tener en cuenta los horarios óptimos para la conciliación familiar (esto es tanto para hombres como para mujeres) así como la presencia de mujeres en todas esas mesas redondas, jornadas y eventos cuyos programas parecen listados exclusivamente masculinos y hacen mucha falta foros de mujeres en el diseño y proyectos que reivindiquen el feminismo o exhiban la contribución de la mujer al diseño.

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