No quería entrar en la polémica de la semana porque la cruzada de Unidas Podemos contra Juan Roig tiene más de estrategia electoral que de verdadera preocupación por las familias que no llegan a fin de mes. Unidas Podemos, que manda en España junto al PSOE desde hace tres años en los que el número de personas por debajo del umbral de la pobreza no ha dejado de crecer, necesita chivos expiatorios para no tener que admitir su responsabilidad como gobernante. Un día son los jueces, otro los banqueros, el siguiente la oposición, siempre la prensa y el otro día Juan Roig.
Como estrategia electoral, meterse con el presidente de Mercadona ha dado muy buen resultado, tanto o más que lo de los latidos del feto para Vox; Podemos ya consiguió las portadas con Amancio Ortega cuando donó aparatos de resonancias a la sanidad pública. Pero la estrategia de fuegos artificiales en estas fechas preelectorales es como disparar un castillo la noche de la cremà, que puedes llamar la atención si lleva mucha mascletà pero el efecto dura hasta que el vecino dispara el suyo. Los de Ione Belarra han marcado la agenda informativa durante más de una semana en la que han conseguido que la polémica por la ley del ‘sí es sí’ quedara en segundo plano… hasta que Sánchez, que de esto sabe un rato, la ha rescatado para devolver el protagonismo al PSOE y, de paso, dejar sola a Irene Montero. A ver qué se les ocurre ahora.
La prueba de que señalar a Roig ha dado buen resultado para la visibilidad de Unidas Podemos es que continúan estirando el chicle, si bien modulando el mensaje contra algo más general como es la concentración del sector de la distribución en perjuicio de los productores que, por cierto, también se están concentrando en grandes grupos de la mano de fondos de inversión que compran empresas familiares.
No quería entrar en el asunto pero la gente me pregunta, porque resulta que hace siete años publiqué un libro sobre Mercadona, que aprovecho para recomendar aquí, a la manera de Paco Umbral, porque sigue vendiéndose muy bien. Historia de un éxito: Mercadona (Conecta Penguin Random House, 2014) es un libro que me encargó la editorial –que puso el título– para que explicase el porqué del éxito de una empresa familiar que ha llegado a ser la primera del sector de la distribución en España, superando a El Corte Inglés, Carrefour y Alcampo, entre otras. Libro no autorizado por Mercadona ni por Juan Roig y escrito al margen de la empresa, de la que algo conozco porque llevo informando sobre ella desde 1992.
El señalamiento por parte de Belarra y Unidas Podemos resulta sorprendente porque a Roig se le suelen reprochar algunas cosas –la 'cultura del esfuerzo' impuesta a los trabajadores, la dureza con los proveedores, la falta de algunas marcas en los lineales…, está explicado en el libro–, pero no que sea el culpable del alza de los precios de los alimentos, porque una de las claves del éxito de Mercadona es, precisamente, sus bajos precios. "SPB, Siempre Precios Bajos" fue su lema durante muchos años en los que sus supermercados eran los más baratos. Para ello, potenció las marcas propias –la más conocida es Hacendado– y cuando proliferaron los hard discount alemanes –Aldi, Lidl–, con los que era complicado competir en precio, optó por mejorar la calidad de sus productos de marca propia e instó a sus proveedores a desarrollar productos novedosos que solo tiene Mercadona.
En septiembre de 2008, viendo venir la crisis, Roig retiró miles de referencias de los lineales –para disgusto de los fabricantes afectados–, recortó sus márgenes, apretó a los proveedores para hacer lo propio, bajó los precios y puso una cesta de productos básicos muy barata. Roig dijo entonces que a todo el mundo, incluidos los que más dinero tienen, le gusta comprar barato. Al año siguiente sus beneficios se redujeron a la mitad pero ganó cuota de mercado, que es precisamente lo que ocurriría si ahora hiciese caso a Belarra y redujera su margen comercial.
El mensaje de la ministra es contradictorio. Se enfada con el "despiadado" Roig porque aprieta a los proveedores para que bajen los precios y al mismo tiempo le exige que baje él los precios. Quiere que compre caro y venda barato. Como expliqué en el libro –ya no lo cito más–, no es cómodo ser proveedor de Mercadona, pero tampoco es obligatorio. No son pocos los empresarios que han preferido desengancharse y seguir por libre.
En el último estudio anual de la OCU sobre dónde es más barata la compra en España, publicado el pasado otoño, de 80 cadenas de supermercados Mercadona ocupa el puesto 19, lo que explica en parte lo de la cuota de mercado. La cadena valenciana tiene el 27% de cuota en España por dos motivos: el principal es su presencia en todo el territorio. A más supermercados, más posibilidades de tener cuota de mercado. Es evidente que Eroski no puede tener esa cuota de mercado estatal porque su implantación se concentra sobre todo en País Vasco y Navarra, donde es líder con una presencia y cuota de mercado muy superior a la de Mercadona, seguramente superior al 27%.
El segundo motivo es que un 27% de los consumidores españoles elige comprar en Mercadona, lo que significa que el 73% restante prefiere comprar en otros establecimientos. Donde hay un Mercadona siempre hay una alternativa, sea otro supermercado, un mercado municipal, un pequeño comercio o una frutería regentada por un pakistaní. El consumidor elige.
Otra cuestión, de la que se ha escrito mucho estos días, así que no me extenderé, es la de los márgenes de la gran distribución. Mercadona, Consum, Carrefour o Lidl no buscan ganar dinero con altos márgenes comerciales sino con una alta rotación de productos. Si una lata de conservas les cuesta 1 euro, la podrían poner a 4 euros y sacaría 3 euros de margen por lata –algunos establecimientos gourmet lo hacen–, pero prefieren ponerla a 1,30 –más 13 céntimos de IVA, 1,43 euros de PVP–, y así venden más latas.
Con el margen de ventas, bastante ajustado en los supermercados en comparación con otros sectores como el textil, tienen que pagar al personal –96.000 empleados tiene Mercadona, contando los de Portugal–, la factura eléctrica, los gastos de mantenimiento, la amortización de las inversiones y otros impuestos. Y de ahí sale el beneficio neto, que en el sector de la distribución raramente supera el 4% sobre ventas y en el caso de Mercadona en 2021 fue del 2,7%. En Inditex el beneficio neto representó el 11,7% de las ventas.
Pero claro, el 2,7% de 25.154 millones de euros son 680 millones, y a Belarra le causa indignación que ese dinero lo gane una empresa propiedad en un 80% de Roig y su señora. Quiere prohibir que alguien gane mucho dinero, salvo que lo gane ella. Recordemos que Podemos proclamó que cuando asaltara los cielos ningún cargo público del partido cobraría más del triple del Salario Mínimo Interprofesional y cuando les llegó la primera nómina del Congreso de 5.000 pavos cambiaron los estatutos porque una cosa es predicar y otra dar trigo.
Respecto al problema de la subida de precios que ahoga a cada vez más familias, cuando el INE dice que el precio de los alimentos alcanzó en diciembre una subida del 15,7% en tasa interanual –no solo en los supermercados, en el conjunto de los establecimientos de alimentación–, culpar solo al último eslabón de la cadena es desconocer que en el Consejo de Ministros se sienta un tal Luis Planas que lleva años analizando la cuestión y al que le podía haber preguntado.
Seguro que hay algún empresario espabilado que ha aprovechado para subir precios por encima de sus necesidades y sacar beneficios extra, pero hay datos objetivos: en el campo se han disparado los precios de la energía, de los fertilizantes, de los piensos y de otras materias primas; en la industria de elaborados, tres cuartos de lo mismo, a lo que hay que añadir, desde el 1 de enero, el nuevo impuesto al plástico de un solo uso; el transporte ha multiplicado sus tarifas, que no han oscilado al ritmo de los vaivenes del precio de los combustibles –siempre suben más rápido que bajan–, y a todo esto hay que añadir el aumento del coste de la mano de obra en todos los eslabones de la cadena. El dinero para subir los sueldos un 6,5% un año y un 5,7% al siguiente –como ha hecho Mercadona– sale del margen de ventas.
Y, finalmente, está el IVA, que refuerza el efecto de la inflación porque cuando en el supermercado un producto sube 1 euro de precio neto, el PVP se incrementa 4, 10 y hasta 21 céntimos adicionales por el IVA. En el caso de los refrescos o los zumos de fruta azucarados o con edulcorante, el Gobierno subió el IVA del 10 al 21 por ciento en 2021, provocando un alza media de los precios de estos productos de casi el 10%. Eso también es inflación.
Todos estos datos no significan que no se pueda hacer nada ni que no se deba. El ministro Planas lleva tiempo buscando soluciones y no las encuentra. La inflación es un problema muy complejo. Unidas Podemos propone varias medidas, entre ellas intervenir el mercado –que no siempre sale bien, como saben quienes hoy están buscando un piso de alquiler–, así como poner un impuesto a los "beneficios extraordinarios" de la gran distribución. Habría que definir qué son beneficios extraordinarios porque desde el punto de vista contable todos los beneficios de las cadenas de supermercados son ordinarios –propios de su actividad ordinaria–, salvo que haya alguna operación societaria o venta de activos.
De acuerdo, algo hay que hacer. Lo primero de todo, saber de qué estamos hablando.