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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR  

Heartbeat City, Warhol y el pop como fantasía

17/03/2019 - 

VALÈNCIA. Heartbeat City se publicó hace 35 años. Sin ser el mejor disco de The Cars, pero es una obra importante porque colocó definitivamente al grupo de Boston en las radios y los televisores del mundo libre, es decir, los países del mundo en los que podías escuchar la radio y la televisión sin tragarte marchas militares o un discurso de cinco horas del mandatario de turno. Es gracioso pensarlo ahora. Quienes vivíamos en los países capitalistas nos creíamos ciudadanos libres, libérrimos. La verdad no tiene por qué manifestarse de inmediato para ser tal. Pero digresiones aparte, ese tipo de fantasías han servido para generar arte popular que a mí me sigue pareciendo excelso. Heartbeat City, por ejemplo.

Heartbeat City es un disco pop a la manera de los años ochenta. Tiene una portada de  Peter Phillips, representante británico del pop art de los setenta. Y un acabado sonoro que es el equivalente a la carrocería y el interior de un coche de lujo. Las canciones son magníficas, porque The Cars en eso eran unos maestros. El sonido, dulzón e inofensivo como el de tantos otros discos de esa época, hace que algunas canciones pasen de lo emotivo a lo cursi. Gracias a eso, ‘Drive’ acabó convirtiéndose en la banda sonora para un vídeo sobre el hambre en Somalia, así que sirvió para algo más que para inducir al apareamiento –es una balada- a millones de jóvenes occidentales. Aquel sonido dulzón, hecho de capas de sintetizadores y secuencias y cajas de ritmos. Aquel sonido que tan sólo tres años antes quedaba ilustrado en la portada de Metamatic de John Foxx, una ventana abierta por la que se filtraba una luz radiante que se suponía era un futuro mejor.  Un tiempo en el que la tecnología nos ayudaría a ser mejores, más justos, más igualitarios.


Una de las bazas del álbum de Cars era el vídeo de ‘Hello again’. A una canción así le perdonas todos los tics de la época, aquellos zambombazos de Fairilight, un sintetizador que reproducía sonidos orquestales y que entonces todo el mundo se mataba por usar. Pero si además le das un clip como el que lo ilustraba, entonces ya pasa todo a otra dimensión. Aquí el vídeo lo estrenó La edad de oro. Todavía me recuerdo viéndolo porque me dejó a cuadros. En aquellos días, el vídeo era una carta promocional que, bien jugada podía hacer que una canción se convirtiera en un éxito mundial. Había bofetadas por hacer vídeos chulos, vídeos, poderosos, vídeos deslumbrantes. Ahí están, como testimonio de una época, ‘Material gir’ de Madonna o ‘Wild Boys’, ese en el que un plató se convierte en una recreación del mundo apocalíptico de Mad Max para solaz de Duran Duran. Un vídeo con efectos especiales, extras a porrillo y coreografías varias. Un vídeo abrumador con un detalle glorioso al final, cuando Simon Le Bon desfila triunfal bajo una lluvia de confeti y uno se le queda pegado en la cara con bastante bastante mala sombra.

Bien, pues en este contexto cultural, aparece ‘Hello again’. Un vídeo dirigido por Andy Warhol en el que sale Andy Warhol –total, ya que estaba- y está plagadito de guiños estéticos a su obra. Ric Ocasek, un músico de rock tan alto como un jugador de baloncesto, era carne de la revista Interview –acabó siendo portada de la misma- porque tenía talento y sus raíces en el  underground y además se hizo famoso y se casó con una modelo. Todos esos elementos tan de la cultura popular del mundo libre allá por los  años ochenta del pasado siglo. Todos esos elementos que aunque parecían un fin en sí mismos, no eran más que fantasías escapistas. En su momento se convirtieron en un objetivo, claro, pero ahora que sabemos que nada de aquello era real ni viable, se antojan mucho más valiosas. El vídeo de ‘Hello again’, entonces y ahora.

 
La versión realmente interesante es la que se estrenó en La edad de oro y la que la MTV nunca programó. Es ligeramente más largo que el oficial y mucho más interesante porque está plagado de una sexualidad que convierte al espectador en mirón. Gran parte de la obra de Warhol consiste en eso, en convertirnos en espías mudos de la sexualidad, la fama y el enorme vacío que conlleva todo esto. En ‘Hello again’ observamos un vídeo dentro de otro vídeo en el que, a través de la técnica del stop motion, un coche recorre los torsos desnudos de un hombre y una mujer.  Vemos una pareja besándose, filmados con cámara de cine, como una versión actualizada de  Kiss, una de las primeras películas del artista. La filmación de un beso largo e interminable que convierte a aquel que observaba en un espectador y elemento deseante, un juego que reaparece en este vídeo para solaz de todo aquel que considere que un beso bien dado es un acto erótico sublime. Conviene recordarlo en estos tiempos en los que el sexo es cada vez más vulgar y menos subversivo.

‘Hello again’ es posiblemente una de las última obras interesantes de Warhol. En su cameo, el artista hace de camarero y, cuando los miembros del grupo se apoyan en la barra y le cantan el estribillo a una, se raya como un disco, como si no fuese capaz de procesar un mensaje a cuatro voces. Me identifico plenamente con esa escena. A mí me  ocurre lo mismo si he prestar atención a más de una cosa a la vez. Es un vídeo perfecto que no envejece. A mí personalmente me recuerda también eso de lo que hablaba antes. Que ciertas fantasías no están ahí para ser convertidas en realidad sino para ser disfrutadas, lo mismo que se disfruta de un cuadro o de un atardecer. En este caso, un refugio en tecnicolor que todavía funciona como tal.

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