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MEMORIAS DE ANTICUARIO 

Historias de escaleras

10/01/2021 - 

VALÈNCIA. De la anécdota al tema. En ocasiones el asunto que abordan estos artículos dominicales no viene dado por la noticia, como en el caso del pasado domingo en que el Movimiento Moderno fue el protagonista exclusivo debido a un hecho de actualidad. Toman forma a partir de un detalle o un objeto que ayuda a conformar el relato; en este caso lo ha sido un azulejo de los llamados de escalera del siglo XVIII sobre el que tuve una conversación. Las escaleras, o mejor las contrahuellas de los peldaños, de las casas señoriales durante el siglo XVIII principalmente, se decoraban habitualmente con colorida azulejería de toda clase y temática que se aplicaba a esta citada contrahuella para poderse contemplar de abajo a arriba. Todavía queda alguno de estos elementos arquitectónicos con esta decoración in situ, aunque muchas de estas escaleras han desaparecido junto con el edificio, si bien se preservan una parte de los azulejos de forma rectangular, piezas cerámicas de las más buscadas por los coleccionistas.

No se si València es también una ciudad de escaleras porque es de tantas cosas que uno ya ha perdido la cuenta. Lo cierto es que el cap i casal también puede presumir de un relato en el que los peldaños son protagonistas, por lo que vale la pena citar algunos, siempre me dejo un buen puñado en la palestra, de estos elementos arquitectónicos que me parecen de especial interés. El comienzo de la historia hay que situarlo en XV y el XVI: son los siglos de la estereotomía, o el complejo arte del corte de la piedra, y de ello las piezas maestras de la geometría y la matemática en que se convierten muchas de las monumentales escaleras de casas señoriales, palacios y edificios religiosos.

La Lonja,

En este sentido una de las escaleras más populares de la ciudad es, como no, aquella que horada serpenteante, por su centro, la torre del Miguelete. A buen seguro la más larga del patrimonio histórico de la ciudad y una de las más transitadas por propios y ajenos. Se trata de una escalera de caracol de 207 escalones toda ella en piedra tallada. Esta escalera es de las llamadas “de nabo” es decir entornada alrededor de una especie de vástago vertical sobre el que revira infinidad de veces hasta alcanzar cuando las piernas comienzan a doler, por fin, la azotea. 

Diferente en este sentido es la magnífica escalera, la mejor de su naturaleza, es decir también de caracol, que asciende al torreón de la Lonja. En este caso no tiene eje central, denominándose a esta clase de escaleras “de ojo” y su virtuosismo por esta razón es mayor por ser pura audacia en el aire. Tanto el pasamanos, los peldaños y las dovelas de la bóveda de forma helicoidal forman en conjunto una sola unidad. Escaleras de palacios de origen gótico son, entre otros, las del palacio de los Catalá de Valeriola en la plaza de Nules, la de la casa de los Apuente en la calle caballeros 26 o la del palacio de los Malferit, actual sede del Museo de los Soldaditos de Plomo, que, en este caso, posee una escalera en piedra con la peculiaridad de estar configurada por dos arcos rampantes sucesivos que la conducen al primer piso. Mención especial merece la escalera llamada “de honor” del Palau de la Generalitat que se debe a Joan Corbera y es de gran virtuosismo en el diseño y en la ejecución. Su estructura la forman dos tramos rectos: el primero va del patio a la Sala Vella donde se forma un pequeño rellano y desde este el segundo tramo nos conduce al piso principal. Al final de ese segundo tramo encontramos dos portadas en ángulo recto que conduce una al Salón de Reyes y la otra al Salón de Honor. Digna de este gran palacio, se encuentra decorada en su flanco lateral lo que no es habitual, decoración que podemos admirarlo desde el patio. Se trata de una decoración en zig-zag que corresponde exactamente con cada uno de los peldaños como si estos se prolongaran más allá de la pétrea barandilla. De cada uno de los peldaños nace un elegante pináculo vertical que completa con nobleza la decoración.

Palacio de Malferit.

A escasos metros del Palau de la Generalitat, en la plaza de Manises, el Palau Marqués de l´Escala y el de la Baylía, su correspondiente patio, desde un gran arco de medio punto que descansa en ménsulas renacentistas y motivos vegetales, se levanta una escalera volada de clara tradición gótica. La escalera, de nuevo, presenta la típica decoración en zig-zag.

Entre ambos palacios propiedad de la diputación hay una escalera "tipo imperial" del siglo XVIII profusamente decorada con azulejos de Manises con motivos vegetales en la contrahuella y dispone de barandilla de hierro con pasamanos también de madera. Desde esta escalera se accede al interior de ambos edificios y además al Salón Noble conocido como Salón de Estrados, cubierto con un artesonado de madera y al Salón de Plenos de la Diputación.

Dicho esto, llegamos a una de los grandes hitos: la del Patriarca, de 1599, debe calificarse de excepcional. Una escalera “de voltes” de tres tramos en sillería cortada a la perfección y que asombrosamente no apoya en nada salvo en ella misma. Se debe a Francisco Figueroa y conduce al claustro superior, al archivo de protocolos y a la magnífica biblioteca. Como anécdota vemos que el primero de los arcos de voltes nace a escasos centímetros del suelo, dando la impresión de que la escalera se encuentra flotando. Sin duda un alarde de virtuosismo de cara a la galería.

Palacio de justicia.

Ya en el Barroco y en el Convento del Carmen, cuando queremos subir al piso superior del claustro, lo hacemos por la escalera barroca que fray Gaspar de Sent Martí, construyó a mediados del siglo XVII, ya con los pasamanos de madera (hemos abandonado la piedra), y los peldaños de barro cocido rojo. En el Palacio de los condes de Peñalba, actual Banco Urquijo en la calle Pintor Sorolla tenemos un excelente ejemplo de escalera imperial barroca con azulejos valencianos en las contrahuellas. Una de las escaleras más espectaculares de la ciudad, que ha sido subida y bajada por infinidad de magistrados, abogados, procuradores y encausados durante décadas, no es otra que la del antiguo palacio de justicia, antigua aduana y tabacalera. Hoy un inmenso edificio cerrado a la espera de una intervención para un uso futuro que todavía no está claro. Personalmente su destino lo tendría claro, y mucho, puesto que no hay mejor edificio en la ciudad para un importante museo o destinado a la ampliación del museo de Bellas Artes. La escalera es monumental, imponente, del tipo imperial en su segundo tramo, pues se divide en dos al llegar al primer descansillo.

IVAM

Para acabar la ruta, dos escaleras de la modernidad. Del IVAM, edificio que se debe a Carlos Salvadores y Emilio Giménez, además de sus formidables y severas salas, como tiene que ser en esta clase de contenedores de arte, siento especial devoción por su escalera, uno de los símbolos del centro de arte. Una pieza audaz de aparente ligereza, ya imperecedera, y por tanto siempre moderna, de hechuras escultóricas, pues su disposición central permite su visión como tal, como un todo: un formidable diseño de gran elegancia y aparente sencillez. Siempre me sorprende como se revira en curva en su segundo tramo. La segunda, que en realidad son dos, son las fantásticas escaleras del Palau de les Arts que desde el vestíbulo ascienden a los palcos de la sala principal. Dos escaleras que podríamos llamar, de caracol (quizás un guiño a las antiguas de época medieval), fabricadas en hormigón blanco encofrado. Debo decir que siempre he admirado más a Calatrava por muchos de los detalles de sus edificios, las soluciones imaginativas o por sus intervenciones de menor tamaño que por el conjunto que suponen sus inmensas construcciones.

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