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tribuna libre / OPINIÓN

La ideología lingüística y el derecho de elección de lengua

13/05/2024 - 

Gestionar la pluralidad cultural implica afrontar ideas distintas y distantes a nivel económico, político y territorial, y más ahora que hemos celebrado las elecciones en Cataluña. Ahora bien, sabemos que hoy no falta quien presente esa pluralidad lingüística y cultural como amenaza con una lectura pesimista e institucionalizada, convertida en una mera arma electoral donde se emplean las diferencias, para establecer prácticas excluyentes en la política nacional. Asimismo, no cabe duda de que la tendencia creciente de discursos con tonos "bélicos" genera tensiones y miedos que dinamizan la coexistencia a nivel estatal, tomando en consideración que la confusión de la ciudadanía se fabrica igual que el odio entre ella. Instalarse en esta confrontación permanente basada en el narcisismo político, por ambas partes, prolonga la amenaza hacia una democracia sana, y suplanta a su vez, el liderazgo transformador por el hiperliderazgo personalista.

"es una odisea que numerosas familias tengan que recorrer muchos kilómetros en busca de la lengua, ya sea el castellano o el catalán"

De tal posicionamiento excluyente no se libran los alumnos y las alumnas de los centros educativos ni sus familias, algo que se ve reflejado en el discurso tozudo e irreconciliable de los distintos ejecutivos, en general, y de los propios centros educativos en particular. Hablamos, pues, del derecho de recibir clases en castellano e incluso la negación del derecho de disfrutar de clases en catalán en determinados centros educativos en la propia Cataluña (de este último se habla poco o nada). En tal sentido, es una odisea que numerosas familias tengan que recorrer muchos kilómetros en busca de la lengua, ya sea el castellano o el catalán, y, más lamentable aún, escuchar noticias que hablan de demandas interpuestas ante el Tribunal Superior de Justicia en este sentido. En fin, recibir este tipo de información nos recuerda de forma sistemática que estamos lejos de construir una sociedad equitativa y basada en virtudes cívicas

No cabe duda de que la pertenencia a una comunidad lingüística genera por sí sola una relación peculiar entre el sujeto y su propia "cultura", pero no voy a detenerme en examinar el alcance de ésta. Sin embargo, sí es mi intención aludir, al menos, al bilingüismo en castellano y en catalán, sin adentrarme en los porcentajes de los horarios lectivos en las materias troncal o de carácter análogo. Permitir a los niños y las niñas -que no tienen culpa de nada- comunicarse en la lengua oficial y cooficial, independientemente de los eternos conflictos del circo político, es un derecho que les permite ampliar el marco interactivo de forma simultánea y espontanea, tanto en el contexto escolar como social. Si en este escenario, añadimos el inglés o el francés como lengua extranjera -y estas sí que son unas lenguas extranjeras y no las otras- estamos ofreciendo más alternativas que conducen a estos menores hacia el trilingüismo. Y, si además podemos potenciarlo desde edades muy tempranas, mejor todavía. Con relación a lo último, cabe señalar que la proporción de alumnos y de alumnas que hablan una lengua extranjera, el inglés o el francés, ha crecido de forma significativa. Si bien sólo un número muy reducido la hablan a la "perfección" y de éstos, la mayoría han tenido posibilidad de embarcarse en las famosas estancias de inmersión lingüística, en países anglosajones como Inglaterra o Irlanda o bien, en francófonos como Francia o Bélgica.

Volviendo a la adquisición de competencias lingüísticas en la lengua oficial y cooficial de este maravilloso país, dejemos que los niños y las niñas compartan en sus centros educativos la riqueza que aporta la belleza de la pluralidad lingüística y cultural. Desarticular esta conexión implica romper el alma que sustenta el cemento de la historia de toda una nación que se ha forjado durante siglos. Considero que ya es hora de rebajar el tono "bélico" y abandonar el egocentrismo, por lo menos, en materia de educación. Teniendo en cuenta que el empeño de llevar a cabo prácticas educativas excluyentes ni permitirá la expansión de los valores de convivencia en los centros escolares, ni facilitará una sociedad catalana habitable para todos y todas. Por lo tanto, lo más sensato sería desarticular los mecanismos que impiden la consecución del uso de la lengua oficial o cooficial del contexto, en función de las necesidades e intereses del alumnado. Para ello tendríamos que centrar el esfuerzo en garantizar que estos últimos adquieren las competencias lingüísticas en ambas lenguas y no en satisfacer las creencias ideológicas del liberalismo, el conservadurismo, el nacionalismo o el socialismo.

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