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memorias de anticuario

Incógnitas en el mundo del arte tras las vacunas

4/07/2021 - 

VALÈNCIA. Expresión manoseada donde las haya: “estamos empezando a ver la luz al final del túnel”. Como somos así de incorregibles, eso esta dando lugar a que se empiece a hablar de los nuevos ”felices años 20”, tal como se calificó, por primera vez, aquella  década del pasado siglo XX, una vez acabada la terrible Primera Guerra Mundial y derrotada la devastadora y mal llamada epidemia de la gripe española. Una denominación para un corto periodo que ya he escuchado en varias ocasiones para referirse a los años que están por venir tras estos quince meses para olvidar, pero que, en mi caso, sin ánimo de ser agorero, creo que hay que poner en cuarentena. Además, si lo pensamos, todavía no estamos seguros de si realmente la pandemia va a acarrear cambios sociales de fondo, y de qué clase de cambios, de producirse, estaríamos hablando. Concretando, tampoco sabemos si va a ser diferente la relación que la gente tenía con el arte, si el mercado va a sufrir o por el contrario se va a revitalizar. Veremos si la adquisición de obras de arte va a estar más influida por la crisis económica o, por el contrario, van a eclosionar nuevos gustos decorativos motivados por la nueva relación de las personas con sus hogares en los que, debido al teletrabajo, se va a estar más tiempo de lo habitual, y por tanto en contacto visual con las paredes y vitrinas y en estas los objetos que les han acompañado durante tantas horas de encierro. 

También desconocemos hacia dónde van a dirigir la mirada los artistas que hoy mismo están creando, y si su arte, como creo, va a ir de forma consciente o inconsciente, hacia una nueva búsqueda de cierto aire lúdico, sino belleza más o menos clásica, que, por otro lado, creo que echamos de menos. Es posible que el color vuelva a inundar nuestras vidas como vehículo de huida de un mundo presidido por una paleta de grises oscuros. De hecho, no es aventurado pensar que el cliente va a ir a la búsqueda de obras que le amplíen los horizontes mentales, visuales y estéticos y, por tanto, quizás la pintura tenga un nuevo resurgir frente a unas disciplinas artísticas que nos ha acompañado estas últimas décadas en las que ha dominado la complejidad conceptual sin demasiadas concesiones a la estética y dirigida más a contener un mensaje de corte ideológico, denuncia y de concienciación social.

Las instituciones públicas y privadas, en muchos casos se vieron en la obligación de suspender exposiciones y campañas de restauración debido a la falta de recaudación por taquillas. Ahora me consta que están volviendo a activarlas, afortunadamente, para muchos profesionales que trabajan de forma externa para éstas. Pensemos por un instante en las empresas externas que prestan sus servicios de transporte, conservación, instalación o restauración de obras artísticas. Asimismo, la pandemia ha provocado una suerte de incomunicación física entre profesionales entre estos mismos y con los clientes, las casas de subastas y los asistentes a las mismas ya que hasta ahora hemos visto a través de nuestras pantallas las salas ocupadas únicamente por el subastador y sus ayudantes a los teléfonos, en un inquietante silencio, sin el característico rumor del público, o incluso los aplausos y el revuelo ante una espectacular venta. Muchos profesionales hemos empleado herramientas tecnológicas que antes teníamos aparcadas o simplemente desconocíamos su existencia para contactar con los clientes u ofrecer nuestras piezas. Es de esperar también que los grandes museos como el Prado, donde se producían las mayores concentraciones de visitantes vayan volviendo a la normalidad y reabriendo las salas que habían quedado en el silencio que genera la falta de visitas. En definitiva, estoy seguro que se espera un otoño caliente en este sentido, y van a ser incontables las exposiciones temporales que se van a celebrar en nuestros museos. 

Desde septiembre pasado no se había celebrado ningún certamen presencial de profesionales. Hace a penas un par de semanas se celebró con éxito la feria Almoneda en Madrid (en muy poco lo va a hacer ARCO en el caso del arte contemporáneo), y hace escasos días lo han hecho los mercados de antigüedades que se llevan a cabo en Francia a los que suelo acudir junto con compañeros de medio mundo. He de decir que esta semana pasada he podido viajar por primera vez fuera de nuestras fronteras desde que se iniciara el confinamiento allá por el mes de marzo del año pasado. Los mercados de este tipo habían quedado paralizados puesto que se nutren de muchos profesionales transfronterizos cuyo desplazamiento era completamente inviable a los “deballages” de profesionales que se celebran en los “Parc des Expositions” del sureste de Francia en Beziers, Avignon y Montpellier cada tres meses. Me ha alegrado comprobar que, a pesar de todavía existir restricciones he visto mucho ambiente y ganas de salir por fin a la carretera. Incluso anticuarios norteamericanos y chinos han hecho acto de presencia allí, lo que vislumbraba como harto improbable dada la situación. Siempre es espectacular ese momento en que se abren las puertas de entrada, a las 8 en punto de la mañana, y cientos de anticuarios corren a los espacios donde va a ser expuesta la mercancía, para ser los primeros en encontrar “la pieza”. Se notaba esa sensación de impaciencia y ganas de volver a la intensa normalidad en el primero de estos que se celebra como es tradicional en la bonita localidad de Beziers y reinaba la sensación de cierto morbo y curiosidad que ha generado que haya pasado tanto tiempo sin citas “presenciales”. A ello añadir que el transcurso de todos estos meses quizás hubiera producido la captación de nuevas piezas que los anticuarios “escondían” en sus almacenes lo que hizo que en este primer deballage francés se concentrara más gente que nunca y se generara toda clase de corrillos y comentarios con el tema de la pandemia como lugar común. Esperemos que estos días sean el inicio de un período de estabilidad y dejemos atrás este mal sueño.

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