Es la red social con más fotografías de comida, y hay quien ha sabido hacer de ello una dedicación. Hablamos con algunos instagramers valencianos que rentabilizan el hashtag
VALÈNCIA. En la era de los influencers, definirse como instagramer resulta arriesgado, y suele ir aparejado de un repertorio de críticas. “Ah, esos que publican fotos de comida”, es el comentario que habitualmente escuchan Miquel Gilabert, Roberto Bosquet o el tándem Hinojo (conformado por las hermanas Mery y Mili). Una frase que además incurre en el reduccionismo, porque a estos jóvenes valencianos no les han caído más de 20.000 (20K) seguidores del cielo. Se los han tenido que ganar, invirtiendo horas y recursos, con el objetivo de consolidar sus perfiles en las redes sociales. No son cocineros, tampoco fotógrafos, pero muerden con ganas un espacio tan competitivo como Instagram.
El término con el que se sienten cómodos, coinciden, es el de food stylists. No por una cuestión de glamour, sino porque recoge buena parte de su cometido diario. Los reyes del #instafood se encargan desde el rastreo de recetas a la preparación de la comida, pasando por el diseño del bodegón o el disparo final de la fotografía. Pero ahí no acaba la cosa. Si además quieren sacar rendimiento económico de sus perfiles, deben desarrollar estrategias de marketing y analizar estadísticas. Un esfuerzo que se ve recompensado en forma de likes y una fiel comunidad de followers, pero también con el patrocinio de marcas, cada vez más dispuestas a aprovechar su influencia. Y a saber qué otras cosas están por venir.
Nos lo cuentan ellos mismos, quienes además son valientes, y se prestan al reto planteado por Guía Hedonista: elaborar una misma receta y retratarla desde sus distintas ópticas. La única premisa es que sea un Buddha Bowl, esa alternativa moderna al plato combinado, consistente en un cuenco de comida a base de ingredientes sanos. Habrás visto decenas en los últimos meses. Decide tú mismo si estos son merecedores del botón del corazón.
Siempre escribe la primera palabra de todas sus publicaciones en valenciano; el resto en inglés. Al pollastre lo llama pollastre, aunque la descripción diga que son chicken wings with teriyaki. Miquel Gilabert es de Pedreguer, sus padres tienen un bar y él descartó ejercer la carrera de Ciencias Políticas en pos del amor a la gastronomía. Venía observando que sus fotografías de comida funcionaban especialmente bien en Facebook, pero no fue hasta 2015 que se abrió una cuenta en Instagram. Entonces invirtió en una buena vajilla, la cubertería de alpaca y los paños de lino para enmarcar recetas tradicionales con impronta valenciana. Sus propuestas son descomplicadas: desde magret de pato a tortilla de patatas, pasando por el arros al forn o una buena coca de llanda. Haber llevado la tradición de la terreta a los altares del #foodporn es su gran logro, en un entorno donde aún predominan la comida grasienta y la dieta healthy. “Llamo a mi madre para pedirle las recetas”, desvela. Amén.
Detrás de los platos coloca un fondo (telas, madera, leña) para ganar en identidad. “Así me ahorro la marca de agua, porque si alguien me roba la foto, enseguida se sabe que es mía”, precisa. Publica prácticamente todos los días, y además a unas horas concretas (“comida y cena, es de cajón”), haciendo un uso razonable de los hashtags y asegurándose de contestar personalmente los comentarios. La ejecución de la receta puede llevarle horas, pero por suerte no le pesa cocinar. Otra buena parte del esfuerzo también recae en la producción fotográfica, como denota que haya invertido en un curso profesional y haya alquilado un estudio propio en Benimaclet. “Es que esto no es postureo, es un trabajo”, afirma.
La primera que vez que le contactó una marca comercial fue en febrero de 2017 para dar cobertura a una campaña de cerveza. Poco después le seguiría una firma de ginebra. El patrocinio publicitario es, de momento, el único sistema mediante el que monetiza su perfil de Instagram. “Hay gente que te acusa de venderte a las marcas, pero de alguna manera tienes que rentabilizar el esfuerzo”, argumenta. Incluso sufragarlo, porque si bien puede llegar a recibir 75 euros por foto, hay otras donde se deja 40 en gastos de producción. “Algunas personas utilizan ese dinero para comprar seguidores, pero yo prefiero invertir en un iPhone que haga mejores fotos”, afirma, al tiempo que rechaza frontalmente estas prácticas. “Además se detectan enseguida, cuando ves perfiles con muchos followers y un bajo nivel de interacciones. Su alcance no es real”, asegura. Sin necesidad de subterfugios, él está creciendo a un ritmo de 600 seguidores al mes.
La pregunta del millón es hacia dónde piensa dirigir esa influencia digital. “He barajado muchas opciones, como montar un negocio de hostelería, y ahora mismo estoy prestando asesoramiento gastronómico a un restaurante”, desvela. Su cuenta de Instagram actúa a modo de porfolio, lo que aligera las presentaciones, ¿porque acaso no estamos en la era de la marca personal? Como Instagram es un océano de posibilidades, no queda más remedio que mantenerse a flote en tanto que se divise la orilla, y Suculent Gilabert no tiene prisa. “Hace un año no sabíamos ni que llegarían las stories y ahora nos han revolucionado todo el panorama. Las redes sociales son algo que cambia de un día para otro, así que iré viendo y me adaptaré”, asegura, mientras retoca y sube una imagen de nuestro desayuno en la chocolatería Fabián. Se ha pedido una orxata con coca valenciana.
Los nuggets de pollo son los protagonistas del bowl de Suculent Gilabert, que eestá haciendo una trilogía sobre esta carne. Completan la propuesta las alcachofas y los espárragos, además de algunas cortadas de aguacate con sésamo, pepinillos y tomates
Las Hinojo son bien conocidas entre el público valenciano, especialmente la modernor de Ruzafa, pero también los amantes de la alimentación sana y el emplatado bonito. Su perfil es una delicia visual, a cuenta de imágenes luminosas, donde los ingredientes frescos se combinan de manera natural. “Nunca faltan el aguacate ni el huevo”, confiesan Mery y Milli. Aunque no se definen como vegetarianas, admiten haber recibido algún comentario negativo cuando han publicado recetas con carne, por lo que en su perfil predominan las ensaladas de garbanzos y las tostas de remolacha. Su otra fortaleza es la imagen. Creen que la estética es "lo más importante" y la cuidan hasta el último detalle, procurando que a la gente "se le haga la boca agua" con las fotos. Para ello juegan con colores y texturas, sin abusar de filtros y retoques. “Queremos mostrar platos increíbles, pero reales”, añaden.
Estas hermanas de origen argentino, afincadas en Valencia, han vivido en diferentes países. Ambas seguían blogs de cocina desde antes de que existiera Instagram, pero fue en 2015 cuando se lanzaron a emprender un proyecto propio con nombre de planta aromática. “Fue un año de cambios para nosotras. Por una parte Mili decidió dejar un trabajo donde no estaba a gusto, y por otra, las dos queríamos seguir un estilo de vida más saludable. A la vez teníamos ganas de crear un proyecto que nos gustara y nos llenara personalmente”, relatan. Nunca se plantearon esto como un trabajo. “Solo era una excusa para pasar tiempo juntas, ir al mercado y descubrir otras recetas, hasta que empezamos a tener bastantes seguidores. De repente nos encontramos recibiendo mails con propuestas de trabajo, muy loco”, afirman. Han hecho de todo: desde colaboraciones con marcas a publicidad en sus redes, pasando por hacer estilismo publicitario y hasta ir a cocinar a retiros de yoga.
Compaginan la actividad en las redes con sus empleos (“ojalá algún día podamos dedicarnos a esto al 100%”), por lo que a veces la cuenta se resiente. “Intentamos al menos hacer una publicación diaria, casi siempre a la hora de desayunar o de comer”, aseguran. Lo bueno es que al ser dos, la carga se reparte. Mery se encarga de la parte estética y creativa, es la que más cocina y la que más contenido crea; Mili se ocupa de la gestión de redes y del blog, así como de todo el trabajo de oficina. Las estrategias de comunicación pasan por el consenso de ambas. No se oponen a invertir en publicidad para lograr mayor alcance y tampoco están “ni en contra ni a favor” de la compra de seguidores. “Cada uno sabe lo que hace y por qué lo hace. Tener un montón de followers hoy en día no lo es todo, lo que más cuenta es la fidelidad de esos seguidores, que interactúen mediante likes o comentarios”, precisan.
¿Qué hay del futuro? Más alla de los brunch y de los bowls (que ellas mismas han ayudado a difundir), y de todas las modas culinarias que estén por venir, debe haber un horizonte. “Todavía no tenemos muy claro cuál es nuestro objetivo final. Vamos probando un montón de posibilidades y nos queda mucho por conocer antes de decidirnos”, aseguran. Ni estilistas de comida ni fotógrafas profesionales, sino “dos personas que crean recetas, las cocinan, les hacen una foto chula, la comparten en redes y disfrutan comiéndoselas”. Dos hermanas que compran en el Mercado de Ruzafa y luego cocinan en base a su propia intuición. “Hacemos fotos de nuestros platos de la mejor manera que podemos con los pocos medios que tenemos: un móvil y una casa con mucha luz natural”, concluyen.
Las Hinojo han preparado un bowl a base de kale, espelta, aguacate, olivas negras, calabaza asada y pipas de calabaza. También lleva garbanzos con pimientos y Ras el Hanut, que es una mezcla de especias árabe. Todo ello aliñado con limón, sal y aceite de oliva
Lo bueno de ser bombero es que puedes encadenar semanas de libranza durante las que desarrollar con intensidad tus aficiones, como por ejemplo la cocina. “Cuando aprobé la oposición, ya no tenía que estudiar y tenía mucho tiempo libre para preparar recetas. Mis amigos y mi mujer fueron quienes me animaron a crear una cuenta de Instagram para compartirlas”, relata Roberto Bosquet. Al constatar el interés que suscitaban sus platos, también apostó por un blog y continuó con un canal de Youtube, aunque es en las redes donde no ha dejado de crecer exponencialmente (5.000 seguidores desde Navidad, ahí es nada). “Ahora procuro publicar cada día, grabo vídeos e imparto esporádicamente talleres de cocina”, asegura. Dedica cerca de seis horas diarias a esta labor, que compagina con su propio trabajo, atender a un niño pequeño, practicar triatlón y hacer vida social.
El tipo de recetas por las que apuesta van en sintonía con su estilo de vida, donde tienen un gran peso la salud y el deporte. Trabaja sin azúcar ni harinas refinadas; a veces incluso sin huevos ni lácteos para los veganos. Quien crea que esto implica renunciar a la diversión, se equivoca, y solo hace falta echar un vistazo a su cuenta. Hay muchas tartas (de queso, de calabaza), tortitas (de remolacha, de plátano), creppes, gofres, turrones y muffins, entre un inmenso repertorio de desayunos y alguna que otra receta salada. “Una cosa que tengo muy presente es que nunca promocionaré un producto que no esté en sintonía con mi filosofía, es decir, que sea poco saludable. No trabajo con gluten ni cereales que no sean el arroz, tampoco me gustan los refrescos ni los dulces que tienen demasiado azúcar”, reivindica.
Como decíamos, entregarse a la vida healthy tiene un amplio reconocimiento en Instagram, pero además atrae la atención de unas marcas muy determinadas. Por ejemplo, Bosquet suele impartir talleres en Herbolarios Navarro, normalmente enfocados a la alimentación saludable. Preguntado por si ha recibido críticas de los nutricionistas profesionales, asegura que nunca ha tenido problemas de ese tipo gracias a mostarse "muy cuidadoso" en sus comentarios. “Es más, algunos de mi entorno recomiendan a sus clientes que visiten mi cuenta para coger ideas, especialmente si son deportistas”, añade.
De la fotografía gastronómica rehúsa la tendencia a que quede todo "demasiado perfecto, cuando sin buscar eso puedes encontrar imágenes aún más increíbles”, opina. Su estilo es natural, aunque trabaja siempre con los mismos fondos. Aprende a base de prueba y error, analiza estadísticas y ajusta parámetros, publica justo antes de mediodía y otra vez a media tarde, “porque funciona muy bien en Latinoamérica”. Y es que la segunda ciudad desde donde recibe más visitas es Santiago de Chile, algo que le ha pillado del todo desprevenido. “Instagram es un mundo que no deja de sorprenderme”, afirma. Si bien no renunciaría a su profesión de bombero, está seguro de querer compaginar ambas dedicaciones todo el tiempo que pueda. Le gusta estar entre cacerolas y su familia, lejos de molestarse, está agradecida de comerse los platos después de que haya saltado el flash.
Roberto ha preparado un Buddha Bowl con distintos hummus (de remolacha, agucate y cúrcuma) y chips vegetales para 'dipear' en ellos (de boniato, plátano y yuca). Todo sobre una base de rúcula, con huevos a la plancha y tomates cherry salteados