VALÈNCIA. (ANA RODRIGO/EFE) Una madre da el pecho a su bebé, una adolescente hace trenzas a un niño y una sonriente pareja descansa sobre una manta en la cubierta del barco, ajenos a reuniones políticas y a reacciones de los ciudadanos, los migrantes continúan con su vida diaria a bordo del Aquarius.
Las ventanas que abren en sus medios, sus blogs y en las redes sociales los tres reporteros españoles que viajan a bordo del buque -Sara Alonso de RNE y Oscar Corral y Naiara Galarraga de El País- nos permiten asomarnos a la vida a bordo, conocer los rostros de muchos de ellos, humanizar las historias de cientos de personas que reclaman nuevas oportunidades.
La incertidumbre y el nerviosismo de los últimos días, marcados por las dudas sobre su destino final, parecen haber dejado paso a una mayor tranquilidad entre el centenar de personas que viajan ahora en el buque, después de que ayer se trasladara a más de 500 compañeros de viaje a los dos barcos italianos.
Pero sobre todo, después de que les comunicaran que el barco iniciaba por fin la marcha con destino a València (España).
En el Aquarius han quedado las personas enfermas, las mujeres con niños y sus maridos. En los otros dos barcos, se han instalado los 123 menores no acompañados, otras mujeres y así hasta completar la lista de personas de una veintena de nacionalidades diferentes.
Un grupo de mujeres nigerianas celebran su travesía con bailes y canciones, se reparte el desayuno con pop anglosajón en la megafonía del barco, chicos y chicas adolescentes -posiblemente los que viajan sin padres- juegan en la cubierta con una botella, otros lavan su ropa en un pequeño lavabo.
Junto a ellos, también vemos la cara de los cooperantes de Médicos sin Fronteras y de SOS Mediterranée, un equipo formado por médicos, enfermeras, psicólogos, especialistas en logística, cocineros... Una enfermera abraza a una mujer a la que ha entregado una taza de té.
Podemos ver también que los ocupantes de estos barcos buscan sus espacios, muchos de ellos se agrupan por nacionalidades y por afinidades.
Uno de los momentos más difíciles fue comunicar a los migrantes que iban a desembarcar en España, a tres o cuatro días de ruta, cuando ya estaban muy cerca de Italia, se la había mostrado en un mapa, nos contaba el fotoperiodista de El País Oscar Corral.
Sus fotos son retratos llenos de vida, de ilusiones, pero también de sufrimiento que dan vida a las historias que Naiara Galarraga relata en su cuaderno de bitácora "A bordo del Aquarius".
Nos explicaba la importancia de trasmitirles una información clara, en sus idiomas, de lo que iba a ocurrir cuando el barco empezara a moverse rumbo a España. También que iban a ser separados y que algunos irían en barcos de la marina.
A España llegan personas como Clemente, un joven nigeriano que hemos escuchado en el programa de RNE "Cinco continentes", en una conversación con Sara Alonso, en la que explicaba que ya vivió un tiempo en Roquetas de Mar (Almería), pero que decidió volver a su país, de donde ha tenido que salir huyendo por la violencia de Boko Haram.
También, hemos conocido a un joven de 18 años de Guinea Conakry -con un nombre impronunciable- que embarcó en camilla por una herida en una pierna y que está deseando llegar a España para reencontrarse con su hermano, que llegó en patera desde Senagal hace unos meses.
Pronto los veremos a todos ellos.